10 de abril de 2012
Tu mundo en mi camino Cap 7
DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y a L. J. Smith, la historia es de mi autoría.
Capítulo 7: “Te
escucho”
DPOV:
La maldita mocosa llegaba tarde ¿Acaso estaba desafiándome?
El sonido o estruendo mejor dicho de la chatarrra que
conducía se escuchaba acercándose. Aún me hallaba en mi coche, intentando que
todo el griterío del jodido alumnado no me hiciera estallar la cabeza. Estaba
molesto, y con algo de resaca. La resaca para un vampiro de nosotros no era
como para un adolescente común, tan solo hacía que mi mente quedara algo
aturdida y que mi poder de coacción perdiera un poco de intensidad, pero
siempre pasaba en cuanto me alimentaba. Lo malo era que anoche no lo había
hecho. Y eso me ponía de peor humor –si cabe.
La vi aparcar y bajar de la camioneta. Ella dio un escaneo
rápido del lugar y noté como se tensaba al verme allí, todavía en mi coche; sin
embargo no hizo nada, tan solo respiro hondo y corrió torpemente hacia la
entrada para ponerse rumbo a su primera clase.
Cansado, aturdido y de muy mal humor salí y me encaminé
hacia la misma.
La mañana pasó demasiado lenta pero disfruté de ver como
ella se tensaba cada vez que entraba detrás de ella a la siguiente clase.
Cuando dije ayer que sería su sombra nunca pensé que sería tan ‘literal’, pero ni modo. El verla
nerviosa, ansiosa y en alerta por mi culpa sin dudas me ponía de mejor humor
del que había estado desde ayer. Quien sabe, quizás hasta me divierta un poco.
Noté como varios chicos la miraban, algunos más que otros
obviamente, pero en especial uno que tenía cara de degenerado. Un tal Mike o algo así. Ella no hizo caso a ninguno. Me
molestaba un poco pero bueno, supongo que no podría matar a nadie porque sí por
aquí. Siendo tan poca gente todo era demasiado notorio en este pueblucho.
Quizás usaría un tentempié en algún momento próximo. También noté como las
chicas me miraban sin disimulo alguno. Miradas molestas y sin gracia, todas
unas estúpidas adolescentes hormonales con ganas de jactarse de haber estado al
nuevo. Molestas sí, pero quizás también me vinieran bien más adelante.
Llegada la hora del almuerzo decidí hablarle bien claro, no
quería alargar nada ya que este lugar me aburría mucho.
―Te sentarás conmigo ―dije tajante antes de que saliera.
Algunos nos miraron lo más bien me miraron hablarle pero sin escuchar.
―Pero siempre me siento con los chicos, sospecharán ―susurró
en mirarme.
―Mírame ―ordené.
Ella levantó la cabeza al instante y pude ver como se mordía
el labio inferior mientras sus mejillas se coloreaban.
―Te sentarás conmigo. Hoy. Invéntate algo ―dije molesto… y
hambriento. Su sonrojo me había dado hambre.
Asintió en silencio y volvió a bajar la mirada.
― ¡Beeeellaaa! ―gritó la chica con quien la había visto
ayer. Ella la miró y sonrió sincera.
―Hola Ness ―dijo cuando la chica llegó a su lado. YO estaba
a su lado.
―Ohh, hola… quien seas ―dijo la tal ‘Ness’. Vaya―. Bella vamos a
sentarnos fuera, quiero contarte lo de Jake y…
―Ness ―dijo Isabella removiéndose incómoda―, mmm, hoy… hoy
me sentaré con Damon, es nuevo y me pidió ver algo de algunas clases ―le
escuché decir después de tomar una respiración profunda y apretar sus libros.
Podía decir que no acostumbraba a mentir y que eso la hacía mala… pero se
estaba esforzando.
―Pero…
―Hola, soy Damon ―sonreí de lado―, y tú eres ¿ness?
―pregunté notando como Isabella y la chica me miraban.
―Ajá ―me respondió. Vaya, al parecer no le interesaba para
nada hablarme―… Bella por favoooor ―dijo. Ella suspiró.
―Damon… me, me das un minuto… ¿Por favor? ―me dijo nerviosa.
Casi gruño. Casi.
―Claro ―contesté en cambio.
―Ven ―le dijo a la molesta chiquilla llevándola a unos
cuantos pasos más alejados de mí. Ella bien sabía que escucharía todo de todas
formas―. Nessie, hoy no puedo, ya quedé con él y yo… este… bueno ―la chiquilla
jadeó.
― ¿Me estás cambiando por él? ―chilló.
― ¡NO! Es solo que… bueno… ―tartamudeó.
― ¿Te gusta? ―preguntó incrédula y asombrada.
¡Hey! Yo le gustaba a todas –me quejé para mí.
Isabella tan solo asintió con la cabeza gacha.
―No me agrada. Tiene algo… raro ―dijo la molesta. Luego
suspiró―. Pero bueno, me alegra que después de tanto te hayas animado a fijarte
en alguien además de Ed…
― ¡No lo digas! ―gritó ella desesperada con la respiración
ligeramente más acelerada. La otra volvió a suspirar con cansancio.
―De acuerdo. Hablamos en la tarde, quizás me pase por tu
casa ¿De acuerdo? ―dijo dándole una sonrisa comprensiva a lo que ella, en
respuesta, tan solo sonrió y asintió para luego regresar a mi lado.
No me pasó desapercibido el ceño de su amiga hacia mí, ni el
hecho de que varios nos miraban camino a la cafetería. Tampoco era como si me
importase la verdad.
Cuando traspasamos juntos las puertas del lugar más de uno
volteó a vernos y un bajo murmullo extendió por las mesas. Ella lo ignoró y
comenzó a llevar su bandeja. Una manzana, una limonada… Y nada más. Yo tomé lo
mismo con una ración de pasta, total no pensaba comer nada de todo aquello en
realidad.
Nos sentamos en una mesa apartada en el fondo escuchando
como los cuchicheos crecían. Y comencé con mis preguntas mientras ella jugaba
con su manzana. Debo admitir –a regañadientes- que esta vez me lo puso más
fácil al contestar cada una de ellas aunque aun sin nombrarlos directamente.
Una vez que regresamos a las clases todo fue igual.
Aburrido. Salvo por los molestos murmullos que ya me estaban comenzando a
impacientar. Nuevamente al final de la última hora la tomé de la mano para
llamar su atención y hablarle. Ella intentó zafarse en un acto reflejo pero fui
más rápido y la retuve a tiempo.
―Hoy pasaré por ti para ir a mi casa ¿Está claro? ―avisé,
aunque realmente no sé porqué. No era como si fuera a permitirle negarse ni
algo por el estilo.
―De acuerdo ―dijo suavemente.
―Pasaré en una hora ―ella abrió grande los ojos y la boca
para hablar… pero nada salió de ella, por lo que finalmente asintió.
―No puedo demorar demasiado, mi padre llega temprano y debo
de hacer la cena.
―Lo sé ―contesté. Ella ni se molestó en preguntarme como.
―Bien.
Dicho esto la solté y la dejé ir. Una hora. Sabía que a ella
le iba a tomar su tiempo llegar y cambiarse… y yo definitivamente necesitaba
alimentarme.
Corrí hacia mi auto de la forma más humanamente rápida y me
fui cerca de la carretera rumbo a Port Ángels. Llegué en tiempo record.
Cerca del paseo marítimo había una chica corriendo
distraídamente, así que aprovechando mi buen tino, la tomé desprevenida y la
arrastré hacia un oscuro corredor ubicado entre las fábricas. No fue nada
suave. Tan solo una mirada bastó para que a mi orden me dejara el cuello libre
para morderla y beber de ella como un hombre sediento –que lo era-. Luego tan
solo le ‘dije’ que se fuera tranquilamente a su casa y durmiera, y que se
tapara el cuello hasta que las pequeñas pero notorias marcas desaparecieran.
Ya entonces ligeramente satisfecho regresé a mi coche y salí
rumbo a Isabella. Isabella y sus malditas respuestas.
Supongo que debe de haber escuchado cuando aparqué porque
tan solo unos cuantos segundos después ella salía de allí con la cabeza gacha,
entrando en el coche sin siquiera mediar palabra. Claro, no es que en realidad
quisiera que me hablase. Metí primera y salimos pitando de allí.
.
.
El resto de los días pasaron de manera similar y ya para el
viernes el ‘rumor’ de que ‘andábamos’ juntos se había extendido por todos lados
ya que al parecer –y no sé como- alguien nos había escuchado y otro ‘alguien’
nos había visto juntos en mi coche.
Isabella se mostraba retraída y más callada de lo usual y…
bastante abatida además, pero hacía lo que le decía sin rechistar en lo más
mínimo… excepto cuando le preguntaba algo muy específico sobre ellos. Era
entonces cuando volvía con todo el numerito del pecho y el dolor y bla bla bla.
Poco a poco me fui enterando de pequeños detalles de cada
uno de los Cullens, de todos menos del queridísimo Edward.
De verdad que había empezado a odiarlo al jodido pendejo
ese. Sin dudas era plenamente culpable de dejarla así, toda traumada y casi
loca como una cabra. Aunque, muy a mi pesar, aún no descubría nada de verdadera
utilidad.
Sin embargo… Sin embargo todo cambió aquel día, aquel mismo
viernes a la tarde mientras yo me esforzaba una vez más para contenerme de
matarla y forzándola –aunque no literalmente claro-, a hablar del tipejo ese ya
que era del único que no sabía prácticamente nada.
Y entonces sucedió.
Cuando escuché como el motor de un coche se apagaba frente a
la entrada de mi casa supe que mi escasa “tranquilidad”
–si es que a meterse en un instituto lleno de alimento y bancarse a una mocosa
llorona era una definición similar a eso-, se había ido por un tubo. Genial.
El timbre sonó e Isabella se sobresaltó por el extraño ruido
nunca antes oído en esta casa, extraño a sus oídos –y a los míos, pensé-. De seguro no había
escuchado el ruido de fuera por sus más que molestos hipidos y sollozos.
Resignado –y claramente molesto en partes iguales-, me
dirigí a la puerta de MI casa y le entreabrí.
Sí. Tal y como pensé. Mi querido gran y honorable hermano se
hallaba detrás de esta y, por lo que podía decir por sus facciones es que él
estaba también molesto conmigo. De seguro debido a la mocosa –volví a pensar un
tanto frustrado-. Genial, sencillamente genial, ahora estaba resignado, molesto
y frustrado. Aunque llamativamente iba ganando el enojo. Tan gentil y
hospitalario como era habitual en mí dije:
― ¡Oh! Hola Stefan ¿Qué te trae por aquí? ―él gruñó.
― ¿Qué demonios crees que estás haciendo Damon? ¿Quién llora
ahí dentro? ¿Por qué no te has comunicado? ¿Has averiguado algo? ―dijo de
corrido mientras iba apretando cada vez más los puños a sus lados.
―Vaya, sí que estás alterado ¿Eh? Todo está en orden y no sé
mucho más, al menos nada relevante. Ahora, si terminaste… ¿Por qué no te
regresas por donde viniste? ¿Acaso dejaste a Elena desprotegida? ―le pinché
como siempre aunque verdaderamente preocupado de que así fuera. Claro, eso
jamás lo reconocería.
―Elena está segura, y como no respondías decidí pasar a ver
que era lo estaba pasando por aquí. Supongo que en realidad estas tan solo
bebiendo y arruinando a alguna otra pobre chica ¿Verdad? Solo lo usual en ti
―dijo con su tono destilando veneno―. No puedo creer que con lo importante que
es esto tu atención y tu…
― ¡Basta! ―grité furioso. Oh, sí, mi hermanito tenía la
completa facultad de hacerme perder los estribos muy rápidamente― ¿Quién te
crees tú que eres para venir aquí y decirme que es lo que he hecho y lo que
debería de hacer? No tienes idea Stefan. Nunca... ―dije en tono bajo y
amenazante mientras él esbozaba una enorme mueca de sorpresa ante mi ferviente
grito.
Él no tenía idea. Él no sabía el miedo atroz que me recorría
el hecho de saber que Elena estaba en grave peligro. Él no sabía lo frustrado
que estaba por tener a alguien con todas las respuestas a mis preguntas pero
que sin embargo no podía hablar del tema sin llegar al llanto o si bajo presión
regresaba al estado catatónico de hace unos meses… justo después de SU partida.
Él no sabía nada.
―Te la haré corta. Sí, estoy investigando. No, no ando en lo
usual, y sí, sé que tan importante es esto así que no me trates como a un
idiota. No lo hago por ti, y lo sabes… lo hago por ella. Agradezco la visita
hermano… ahora, lárgate.
Su rostro tan solo reflejó sorpresa un segundo. Y luego se
tensó… Mirando fijamente un punto detrás de mí. En respuesta obvia me giré a
ver que… y casi gemí.
Isabella estaba de pie, sujeta con fuerza al marco de la
puerta de entrada que daba al salón; mirándonos con el horror y el miedo
reflejado en su cara.
― ¿Qué demonios le has hecho a esta chica? ―siseó mi hermano
empujándome para pasar.
Mi cuerpo se resistió. No quería que entrase. No quería que
la consolara ¡No lo quería aquí! Y sin embargo, él pasó, dándome por un segundo
la mirada del tipo ‘después hablaremos’ ¡JA! ¿Pero quién se cree? Yo estaba
haciendo todo lo posible porque esta chica hablara pronto para poder salvar a
Elena. No que me estuviera yendo demasiado bien ¡Pero al menos estaba haciendo
algo!
Finalmente él me pasó y se dirigió a velocidad vampírica
hacia ella. Increíblemente, no se sobresaltó como hubiese esperado ¿Eso quería
decir que estaba acostumbrada a ello o que mi hermanito era el que no le
inspiraba miedo? Vi como sus dedos apretaban un poco más fuerte el marco y como
tomaba una gran bocanada de aire, pero por lo demás, no parecía para nada
espantada.
Yo únicamente me recosté contra la pared de al lado de la
puerta apoyando mi pie en ella y cruzando mis brazos, esperando. Observé a
Stefan acercar su mirada a la de ella, esperando desplegar el poder de su
coacción en ella. Casi me rio.
― ¿Estás bien? ―ella asintió ladeando ligeramente la cabeza―
Olvidarás que has estado aquí y a nosotros. Ve al auto de fuera y espérame
allí. Te llevaré a tu casa.
Isabella se enderezó de golpe, y yo por un momento me tensé
pensando que la orden de mi hermano había dado resultado… pero no. Ella se
enderezó, apretó los puños y le dirigió la mirada más dura que le hubiese visto
en algún momento hasta ahora.
―Me gustaría que dejases de hacer eso, no funciona conmigo.
Sí, estoy bien, pero no gracias a ese que está ahí ¿Acaso van a jugar al poli
bueno y al poli malo? Ya dije que estoy intentando decir lo que sé, no me es
fácil. Y por cierto, por más coacción que me quieran poner no creo que pudiera
olvidarlos… sobre todo a él ―dijo señalándome despectivamente.
Mi hermano cada vez abría un poco más los ojos
correlativamente a cada una de sus palabras. Obviamente impresionado de que
alguien que no llevara verbena en su sistema pudiera librarse tan fácilmente de
ello. Y eso que la de Stefan estaba en estos momentos más fuerte que la mía
debido a que él estaba bien alimentado. Bueno, no hoy porque había cazado pero
sinceramente hoy ni lo intenté con ella… era excesivamente frustrante.
― ¿Quién eres? ¿Qué… eres? ―preguntó Stefan.
― ¿Eh? Soy Isabella, Isabella Swan y soy… una simple humana
con la vida completamente jodida por si es eso lo que querías saber ¿Quién eres
tú? ―preguntó cruzándose de brazos.
Ya no había rastros de lágrimas en su rostro y el único
indicio de que allí habían estado momentos antes eran sus ojos hinchados y
enrojecidos.
No lo pude evitar; comencé a reírme a completa carcajada al
ver la cara hastiada de ella mientras le hacía frente a un vampiro que podría
matarla con tan solo usar el dedo meñique y luego aún más y más fuerte cuando
noté como mi hermano se quedaba de piedra al escucharla.
Lentamente me separé de la pared y me acerqué a ellos con
andar pausado, todavía riendo un poco por lo bajo.
―Sorpresa, sorpresa ―le dije a Stefan, pasándolo hasta
colocarme al lado de la mocosa y viendo como se tensaba al recargarme en su
hombro.
―Ésta, querido hermano, es la simple humana que sabe todo
respecto a los Cullen ―él abrió enormemente los ojos y luego los estrechó―.
Peeeero… Digamos que está un poco loca y se trauma toda cuando habla demasiado
de ellos por lo que no he avanzado mucho. Llevamos ya unos cuantos días yendo
poco a poco mientras que además busco algunos datos extras por el pueblo…
Últimamente estás más colaboradora ¿Verdad Isabella? ―le pregunté esperando
como siempre –y un poco ansioso- una de sus acaloradas respuestas.
―PÚ-DRE-TE… Tú y él… quien quiera que sea ―dijo mirándolo
mal al pobre desorientado Stefan quien la veía con una extraña mezcla de
fascinación y calculadora. Yo me enderecé, tampoco le iba a permitir que se
hiciera la rebelde y…― Llévame a casa. Se me hace tarde y Charlie ha de estar
por llegar ―demandó entonces girándose a mirarme. Yo me quedé helado.
Por primera vez no había ni una mísera pizca de asomo de
miedo ni en sus ojos ni en su postura. Toda ella demandaba el acatar una orden. Se cruzó de brazos y enarcó una ceja
en mi dirección… esperando ¿Qué demonios…?
―Llévame. Ya es hora y sabes que tengo que regresar a tiempo
para hacer la cena ―remarcó sin amedrentarse.
―Vamos ―dije secamente girándome hacia la puerta y evitando
a toda costa la cara de mi hermano que de seguro era un chiste andante. Bueno,
al menos lo hice hasta que tuve que pasar casi de frente por su lado y vi de
reojo como tenía los ojos abiertos como platos.
―Siéntete en tu casa hermanito… O sea, no toques nada y no
vayas a ningún lado. Vuelvo enseguida y hablamos ―él asintió pero sin quitar la
mirada boba de su cara mientras observaba a la mocosa y a mí alternadamente.
Aunque, cuando ella pasó inmediatamente me miró a mí porque ella le dio una mirada de muerte ¿Qué tanto la veía? Me pregunté―.
Vamos Isabella, no querrás llegar tarde ¿verdad? ―ella bufó y yo reí.
Vaya agallas que resultó tener de pronto.
―Sí claro… adiós, quien quiera que seas.
―Stefan, soy Stefan ―dijo él atontado.
―Sí bueno, como sea ―contestó ya pasando la puerta sin
siquiera voltearse conmigo tras sus talones –literalmente.
Bueno, bueno, bueno. Sin dudas ver a la mocosa en este
estado de enfado y exasperación era algo… extraño –por así llamarlo-. Y su
imagen era obviamente algo para recordar.
Isabella tenía las mejillas sonrojadas de un fuerte rubor y
los ojos completamente hinchados aun por el llanto de tanto llorar; lo cual
podría ser una apariencia de total angustia… si no fuera por la ira que
brillaba en sus ahora muy estrechos ojos y por su labio inferior que estaba
fuertemente apretado por sus dientes superiores en una más que evidente mueca
de enfado.
Solo para sacarla un poco más de quicio me adelanté a
abrirle la puerta del pasajero del coche haciendo una grandilocuente venia real
hacia ella mientras extendía una sonrisa macabra en mi rostro… Y ella se
congeló.
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hola me encanta tu historia sinceramente a pesar de mi amor incondicional hacia edd tambien siento cierta debilidad por damon.. y esta pareja q hace con bells es inquietante quisiera saber cuando va a surgir el amor entre stos dos ya sabes entre el amor y el odio hay un solo paso y por lo q vi damon se va a poner un poquitin celoso de su hermano... eres increible.. cuidate gracias y saludos desde México...
ResponderEliminarWoW esta genial jajaja mmm la momentanea valentia de Bella pobre sinceramente si que se tortura por el idiota de Ed jajaj sorry En fin espero subas el prox cap xD
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