11 de enero de 2012
Descubriéndonos... capítulo 21
DISCLAIMER
Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.
Cierto tiempo después el beso terminó.
Ambos con los ojos aun cerrados juntamos nuestras frentes
tratando de regularizar nuestras muy erráticas respiraciones antes de volver a
meter palabra. Se sentía como un momento crítico. Totalmente decisivo pero en
el que, extrañamente, me encontraba tranquilo.
La brisa golpeaba incansable nuestros cuerpos, movía
incesantemente nuestros cabellos y erizaba incontrolablemente nuestras pieles
ahora demasiado sensibles.
¿Por qué cuando uno estaba en espera de algo importante cada
segundo parece eterno? ¿Por qué el tiempo era tan condenadamente relativo?
Abrí los ojos sólo cuando sentí que ella se alejaba.
No me miró, ni siquiera abrió sus ojos. Tan solo se dejó
caer hacia atrás hasta quedar recostada. No volvió a moverse, no habló, no hizo
nada más que permanecer ahí, respirando, escuchando.
Tampoco hacia falta.
Sabía perfectamente lo que estaba pasando por esa mente en
estos momentos todo “ESTO”, todo “NOSOTROS” estaba siendo sopesado
analíticamente en su balanza mental. Sopesando pros y contras de manera casi se
podría llamar sistemática.
Sé que tiene miedo, lo entiendo, yo igual. Pero, a fin de
cuentas, en algún momento notará que nada de lo que piense o analice le va a
servir. NADA. Aquí todo se trataba de sentir, a eso se resumirá todo. Y una vez
más, a mí solo me queda esperar.
Me tomé las piernas con los brazos y la observé mientras
pensaba ¿Cómo es que había tardado tanto en darme cuenta? ¿Cómo podía pensar
siquiera en mantenerme alejado? ¿Qué haría si me lo pidiera? ¿Qué haré?
No, no podía alejarme… No me rendiría. No cuando sentía
aquella respuesta en sus besos, en sus toques. No cuando la veía mirarme de esa
manera, con deseo, con pasión e incluso muchas veces hasta con lo que para mí
parecía cierto tipo de amor, que si bien aun no era el que yo buscaba, sin duda
era el comienzo para que lo fuera.
-Sabes que te quiero ¿Verdad?- preguntó ella de pronto en
una voz tan suave que me la hubiera perdido de no ser porque todo estaba
condenadamente silencioso-. Sé que suena reiterativo, quizás incluso tonto
pero, de vedad Ed, de verdad tengo mucho miedo a perderte… No puedo imaginarme
estar lejos de ti, completamente, no podría… Creo… Lo que quiero decir, arrrgg…
Lo que intento decir es que tú eres una persona demasiado importante. NO. Tú
eres una PARTE muy importante de mí, de l que soy, de QUIÉN soy… ¿No lo
entiendes? Eres una parte de mí Ed, y jamás, jamás podría quererte lejos, pero…
Sólo… Sinceramente no sé como tomar todo esto. No sé como enfrentarlo.
Escuché sus palabras como si de una sentencia se tratara y
me obligué a respirar profundo.
―Yo… ―comenzó otra vez.
Actué.
Cortando lo que sea que
fuera a decir –que además sabía de antemano no me gustaría- la acallé
posando mis labios sobre los suyos, buscando una respuesta.
Una respuesta que le obligué a dar al ejercer más presión en
sus adictivos labios.
Su boca me acobijó en su calor de manera instintiva y yo,
momentáneamente feliz, me hundí en aquella exquisitez.
―Ja! ¿Y te crees que
tan solo con eso dejará de pensar? ¿O siquiera accederá a lo que pidas? Ja Ja
Ja- rio mi monstruito interno macabramente.
―Arrrg, ahora no― pensé para mí con un leve quejido y una
mirada furibunda hacia él, quien ahora me miraba enojado y cruzado de brazos―.
Cállate ―le dije a él internamente.
―Bah, tú no me
asustas… Yo te asusto ―dijo con una sonrisa maquiavélica en su rostro―. Así que
ya deja de hacer estupideces ¿Quieres tarado? ―recalcó luciendo molesto.
Arrg, aunque no lo crean, el estúpido monólogo de mi cerebro
no me dejó concentrarme tanto en el beso como me hubiese gustado así que –en
contra de todo pronóstico y voluntad- comencé a alejarme de sus deliciosos y
henchidos labios, mientras escuchaba al inútil de mi cabeza bufar sonoramente
frustrado.
De pronto sentí su, mi, o sea… ¡Arrg!... Sentí el deseo de
retomar su boca y ser implacable en un lujurioso beso ¡Maldito sea mi jodido
cerebro! El estúpido monstruito jugaba sucio.
Imágenes mentales de Bella entregada y desnuda, en, sobre,
debajo, con, sin, montada o acostada sobre mí desfilaron frente a mí como
caireles resplandecientes. Y… Resistí, no pregunten como –porque el calor de mi
cuerpo era como lava de un volcán en plena erupción- pero lo hice.
Me separé y la miré fijamente a su arrebolado rostro,
esperando ansioso el momento en el que clavara sus ensoñadoras orbes chocolates
en mí de ese modo en el cual siempre conseguía idiotizarme.
Nos miramos unos eternos segundos en silencio, y luego ella
suspiró.
―Ed, yo… Es que… Todo es demasiado confuso y… No quiero… No
quiero que por mis dudas sufras.
―Bella, sé que esto es algo “inesperado” y hasta “indeseado”
para ti pero ―respiré hondo―… Dame una oportunidad, no es necesario que lo
sepan todos, no es necesario que seamos novios ‘oficiales’, aunque para serte
sincero es algo que me gustaría. Sólo, sólo no me pidas que me aparte de ti
―susurré al final―. Incluso si no quieres o deseas ya más nada conmigo en el
plano íntimo. Bells, ante todo eres mi amiga, y te necesito tal y como siempre.
Quizás hasta más.
Ella sonrió con ojos cristalinos y tomó mi mano para
llevarla a su mejilla, recostando su cabeza en ella.
―Edward, jamás, nunca jamás ninguna reacción hacia ti sería
indeseada. Nunca. Y jamás me escondería, o siquiera te obligaría a ti a
esconderte por una relación conmigo. Oficiales o no, amigovios o no, amigos con
derechos o no, no me avergonzaría de ti. Si antes te llegué a plantear eso era
porque pensaba, erróneamente, que se te
complicaría a ti también el tema de tus relaciones ―hizo una mueca graciosa.
Yo me la quedé viendo y ella suspiró una vez más antes de
seguir.
―Si te digo que estoy confusa, es porque realmente lo estoy―
se acomodó sentándose sobre sus talones―, o sea, te amo, pero ya no estoy
segura de como ¿Se entiende?― asentí brevemente, no queriendo demostrar en
verdad lo que esas breves palabras provocaron en mí―. Siempre te he amado y
siempre te amaré como amigo, y…― se sonrojó y miró a lo lejos―… Hubo un momento
hace años que incluso creí sentir que como algo más ―eso me sorprendió en
verdad, así que mis ojos se abrieron grandes, enooormes, pero ella no lo notó―.
Luego todo volvió a la normalidad, y ahora… ―suspiró nuevamente―… Ahora juro
que no sé que es lo que me pasa. Sigues siendo tú pero, a veces… A veces me
pongo nerviosa con tan solo saber que voy a verte o, no sé. Sé que parezco
idiota diciéndote todo esto pero, irónicamente, eres a la única persona a la
que me siento capaz de decírselo sin penas ni señas.
Que hermosa era. Estaba completamente eufórico de saber que
le provocaba esas cosas. Ciertamente un buen indicio sin dudas. Ella solo no
sabía diferenciar, así como tampoco lo supe yo hasta que la total revelación
estalló en mi cara.
―No es para coaccionarte, pero así sentía yo a veces antes
de que mis sentimientos por ti me estallaran en la cara y terminaran abarcando
todo lo que soy ―dije mirando al cielo y viendo como el viento lejano movía
constantemente las nubes de tan diversas formas, tamaños y densidades―. No lo
sé Bella, no puedo decirte, exigirte o predecir nada. Sólo tú sabes la magnitud
de los sentimientos que albergas ―dije mientras apoyaba un codo en mi rodilla y
con una mano arrancaba un poco de pasto para jugar con los dedos.
―Lo sé Ed, lo sé, y es por eso que temo… Siento que hay
tanto en juego. Tú estás en juego, y perderte, para mí, es como el equitativo a
dejar de respirar. Sin embargo…
Comenzó pero no terminó.
―¿Sin embargo? ―pregunté al fin impaciente.
―Sin embargo yo… la miré morderse el labio y sonrojarse
fuerte.
Y jamás me esperé lo que siguió.
Bella se abalanzó sobre mí, logrando que la atrapara justo
pero que en consecuencia terminara cayendo junto con ella hacia atrás.
Me besó rudamente de manera tierna ¿Contradictorio? Seguro. Todo
en ella lo era.
Mis manos viajaron de manera automática a su cintura,
estrellándola completamente contra mí. Mi deseo por ella tan solo aumentando y aumentando.
―Te necesito Ed… Te necesito… No puedo… Yo… Te quiero…
―decía entre besos jadeantes. Hasta que en un momento en el que comenzaba a
volar entre sueños y palabras, se separó para decirme― Te necesito conmigo Ed.
Será lo que deba ser, no voy a forzar ni a negar ya más nada. Mi corazón se
infló de calor al saber que me amas y mil escalofríos recorrieron mi cuerpo al
imaginarte lejos. No sé si ése es el tipo de amor que buscas o quieres de mí,
pero eso es lo que siento. No quiero ni busco ilusionarte ni nada similar, pero
si algo comprendí y estoy completamente segura es de que si hay una persona de
la cual querría enamorarme ciegamente en el mundo entero, es de ti.
Mi cuerpo se puso tenso ante tamaña revelación.
―Bella, yo no busco exigirte nada ya que el amor se brinda
de manera libre, si eso es cuanto puedes darme yo seré feliz de recibirlo. Pero
primero, debes definir como me quieres ―ella frunció el ceño aun sosteniéndose
con sus manos sobre mí― ¿Me quieres como tu amigo? ¿Tú confidente? ¿Cómo a un
hermano? ¿O cómo hombre? Tú hombre ―pregunté nervioso dándole ligeros besos en
las mejillas―. Aquel por el que suspires ―beso―, aquel por que desees ―beso―,
aquel que ansíes que te toque ―dije besando fugazmente sus labios―. Aquel al
que te entregues incondicionalmente ―dije respirando con nerviosismo contra su
hermoso rostro y notando su ligero estremecimiento―. Tu cuerpo responde al mío
sí, pero yo quiero que todo lo físico entre nosotros esté ligado sin miedos ni
reservas a lo emocional, a los sentimientos ―susurré apoyando mi frente en la
suya y cerrando los ojos, disfrutando de su cercanía.
Pasaron varios segundos en los que solo la brisa llenaba el
eco del silencio.
―Yo… ―dijo cerrando los ojos mientras inspiraba
profundamente e iba comenzando a esbozar un comienzo de sonrisa ― ¿Ed?
― ¿Mmm? ―murmuré extrañado ante su cambio de tono.
―Hazme el amor ―contestó en respuesta mirándome con una
mirada dulce y una sonrisa serena que irradiaba su natural calidez y
determinación.
Mi corazón latió veloz como el viento para luego detenerse
de pronto.
Mis pulmones se vaciaron ante el jadeo que salió de mis
labios.
Mi cerebro colapsó, negándose a pensar en tan siquiera una
simple palabra.
Cada poro, vello, célula y átomo de mi cuerpo se erizó o
sacudió y tensó ante la mención de tan glorioso acto y pedido.
Y tan solo tres solitarias preguntas iban rondando en
desfile por mi mente y ante mis ojos soñadores.
¿Es que acaso aquello significaba que me aceptaba como algo
más allá de su ‘amigo’? ¿O con esto esperaba le demuestre lo que podría ser
para ella?
Y… En todo caso ¿Me animaría de ser éste el único momento de
poder probar y recorrer sin tapujos ni límites su tan deseada y ansiada piel?
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