7 de diciembre de 2011

Descubriéndonos... Capítulo 20

DISCLAIMER
Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.


“Sorpresas”

De acuerdo. Hora de avanzar.

Caminé directo a lo que quizás debí de haber hecho hace tiempo y que estúpidamente fue hasta ahora que lo había llegado a comprender.
Sí, hora de avanzar, hora de ser, hora de ir a por más.
-Exacto, hora de ir por más- dijo el monstruito  internamente.
Era increíblemente sorprendente el hecho de que cada vez congeniara más con él. Alarmante ¿Estaría bien? ¿Estaría mal? ¿Quién podría juzgar eso? Nadie. Quizás, quizás fuera que estuviera ahora consciente de ese aspecto de mi propia persona, quizás que lo estuviera aceptando.
No lo sé y no importaba, no ahora.
-Hasta que dices algo bien.
Las palabras seguían brillando por su ausencia en mi mente para cuando al fin llegué a su lado. Tampoco importaba ¿Había algo más que sí? Sí, lo había.
Lo único que importaba realmente. Ella. Ella… Y yo.
Estaba atascado en ella hasta el final de mis días y era y sería feliz con ello. Era tiempo de enfrentar mis propias barreras autoimpuestas para con ella y ver, ver que deparaba mi futuro.
La observé desde arriba. Era tan hermosa, tan jodidamente “Bella”. Mi Bella. Mi propia hermosa, loca, divertida, sarcástica, y dulce bella. Todo eso y más, siempre más. Y sería mía. Costara lo que costase, debía afrontar todo. Porque yo sabía, con la certeza absoluta de que ella era para mí como yo lo era para ella. Era prácticamente la certeza más absoluta que había tenido en mi vida.
 ¿Puede crecer y madurar tanto una persona en tan poco tiempo? Sí. A mí me ha pasado. Es raro, escalofriante, vertiginoso, da miedo… Pero es sencillamente hermoso. Abrir los ojos como si nunca hubieras visto antes, escuchar como si antes hubieras sido sordo, comprender más allá de las palabras porque tu cerebro al fin ha sido captar más, de hacer un análisis más profundo… El proceso de crecer es hermoso, el proceso de auto conocerse para dejar que te conozcan y a la vez conocer de nuevo y cada día a cada persona de tu vida. Es descubrirse y redescubrirse otra vez.
La mente humana era verdaderamente impresionante. Cómo reaccionaba y maduraba en ciertos momentos a pasos agigantados. Como de pronto todo se mostraba con claridad y certeza ante uno.
Quizás, en una relación entre dos personas completamente desconocidas los tiempos fueran distintos, mayores. Y estaba bien, porque cada relación es un mundo, pero, en nosotros ¿Cómo podría tardar más con nosotros, conmigo? Nos conocíamos de toda la vida, cada aspecto, cada caída, cada fracaso, cada risa, cada locura, cada reto y castigo, cada sueño ¿Cómo podríamos tardar en entendernos si nos conocíamos tanto y de tantas maneras?
Me senté al fin junto a ella sobre la manta extendida y sin contenerme estiré la mano y le acaricié el rostro, viendo como los rayos de sol creaban reflejos rojizos en sus cabellos. Ella abrazaba sus rodillas y me miraba, me miraba con intensidad, de manera profunda, como queriendo saber algo.
Era tan perfecta a mis ojos que me recordaba el hecho de no estar a su altura. Era idiota, lo sé. Suave y lentamente recostó su rostro en mi mano, cerrando los ojos, respirando pausadamente. Disfrutando el momento. La visión de ella así fue una de las cosas más hermosas que había visto en mi vida.
Para este momento mi cuerpo se había acercado lentamente hacia el suyo por voluntad propia, mi rostro. Sin mover la mano, me acerqué y posé mis labios suavemente sobre los suyos, tan sólo un leve roce… Pero que valía y sabía a tanto.
Así como me acerqué, me retiré. No quería nada más que eso ahora. Un beso. Un beso con el que demostrar lo que las palabras por miedo no salían a decirle. Me alejé y abrí los ojos. Bella me miraba con los ojos brillantes con alguna emoción que escapaba de mí.
Sonrió… Y eso lo fue todo. Mis labios sonrieron en respuesta automáticamente sin ningún tipo de orden o razón. Un eco de sus emociones. Un eco.
Mis sentimientos y emociones eran un completo caos. Era ilógico, mágico, incomprensible. Era, simplemente era.
Ella levantó su mano y acarició mi rostro. Su tacto era como el beso de un ángel para mí. Sus caricias eran como descargas directas al alma. Cerré mis ojos, aun sonriente mientras la sentía a ella recorrer mis facciones tiernamente con sus yemas. Mi frente, mis mejillas, mi mentón… Mis labios… Mi cabello. Anhelo, el anhelo me embargó de repente. Anhelo de sentirla, de besarla, de tocar su piel inmaculada. Abrí mis ojos y los clavé en mi boca justo a tiempo para verla relamerse con aquella pequeña lengua sonrojada.
-¿Puedo?- preguntó con voz suave. Quebrando apenas el silencio de la tarde y el sonido de la brisa.
-Siempre- contesté con voz ronca.
Y no hizo falta más.
Ella se tiró a mis brazos y buscó con su boca la mía, la cual de inmediato le dio la bienvenida, feliz, como si al fin hubiera llegado a casa. Ella era mi casa. Mi hogar.
La sentí enredar sus manos detrás de mi cuello hasta a poyar sus codos en mis hombros y sus inquietas manos en la parte superior de mi cabeza, masajeando, acariciando, tironeando mis cabellos alternadamente. Su boca se abrió a mí, invitándome, incitándome, diciéndome sin palabras que podía tomar cada rincón de ella. Lo hice  ¿Cómo no complacerla cuando si mi placer era un simple eco dl suyo? Poco a poco su peso me fue venciendo hasta quedar con la espalda recostada en una manta o en la tierra, no lo sabía y sinceramente ni me importaba. Ella en ningún momento se despegó de mí en ningún sentido. Sólo me siguió, confiada.
Finalmente luego de un rato caí en la cuenta de lo que estábamos haciendo y lo que en realidad había venido a hacer. Me obligué a despejar mi muy obnubilada mente. Disfruté un poco más de sus deliciosos besos y de sus tiernas caricias para luego, muy despacio, ir separándome de ella para acomodarla mejor, recostándola sobre mi pecho y disfrutando de su calor y su peso sobre mí.
-¿Pequeña?- dije después de unos cuantos minutos de silencio.
-Lo sé.
Bien, eso no lo esperaba. Me sorprendió… Un poco ¿Qué sabía?
-¿Qué sabes?- pregunté finalmente intrigado al ver que no añadía nada más.
Ella suspiró y escondió su rostro en mi cuello. Un suspiro tembloroso resonó en mi piel. Me abrazó, me abrazó muy fuerte. Demasiado fuerte, como con miedo. Sentí mi corazón comenzar a latir furiosamente ¿Miedo? ¿Miedo a qué?
-Pequeña, me estás asustando ¿Qué sucede?- pregunté queriendo erguirme para verla mejor.
No pude. Ella se puso rígida y me obligó a quedarme así. Esperando.
-Lo sé.
-¿Qué cosa?
-¿Edward?
-¿Sí?
-¿Si te pregunto algo me contestarás con la pura verdad?
Algo en todo esto me estaba asustando y aun no sabía exactamente qué.
Asentí, sabiendo de antemano que igual entendería ese gesto y la sentí estremecerse contra mí.
-¿Qué… Qué sientes por mí Ed?- preguntó en voz muy baja y casi quebrada.
Me quedé helado, pasmado, petrificado.
La mano que la abrazaba y con la cual había estado acariciando sus cabellos hasta ahora se detuvo abruptamente a medio camino, quedando colgada en el aire, en el tiempo. Mi cuerpo entero se puso completamente tenso. Y ella lo notó.
No hice absolutamente nada por detenerla cuando la sentí comenzar a removerse para separarse y sentarse. Quizás. Quizás si no hubiese reaccionado así… Con tan solo responder con un simple y complejo “Te quiero” habría bastado. Quizás sí, quizás no. Ahora ya era tarde. Tanto pensar, planear, idear… Tanto… Para que, al final al escuchar esa pregunta directamente me quedara estático, tieso.
-Lo sé- susurró mirando hacia el suelo.
-¿Cómo? ¿Cuándo…?
-¿Cómo?- preguntó a su vez- ¿No te has visto? Yo seré despistada Edward pero no idiota- sentenció esbozando una sonrisa rota que quebraba un poco la realidad de sus palabras-. Al principio, y con principio me refiero a ayer-aclaró suspirando-, bueno, al principio  no quería creerlo, no quería reconocerlo y… Por eso me entró miedo, mucho. Tengo miedo a perderte Ed, como “esto” que no sabemos ni que es, como amigo, como mi todo. Me aterré ¿Por qué tuviste que complicarlo todo Ed?- preguntó un tanto enfadada.
Yo aún seguía tirado en el suelo, mirando al cielo, viendo las nubes correr con el viento y sintiendo la brisa fresca en mi rostro. Estaba aturdido, perdido, pasmado.
-¿Cómo?- repetí. Ella bufó, pero finalmente contestó.
-Como. No lo sé. Tenía pequeñas dudas desde antes, pequeñas cosas que se sentía, raras. Finalmente, ayer fueron a por más. Tuve dudas hoy, pero ¿La verdad? No fue hasta cuando te acercaste a mí al llegar aquí y me miraste fijo cuando al fin lo noté de verdad. Imposible negarlo.
Hubo silencio de parte de ambos por unos cuantos segundos, minutos, no lo sabía con exactitud.
-¿Por qué? ¿Por qué Ed? ¿Por qué permitiste que pasara? No lo entiendo ¿Por qué te haces sufrir así? ¿Acaso no te duele? ¿No te molesta?
-¿Dolerme? ¿Dolerme bella?- bufé frustrado, enojado ella, conmigo mismo-. Hay veces que me mata, hubo veces en las que quise alejarme… Y… Joder bella ¡No pude! ¡No puedo! Sí, lo sabes ¿Y qué? ¡TE AMO! ¡Te amo maldita sea! ¿Y tú me preguntas si duele?- dije parándome de un salto y comenzando a caminar en una especie de cuadrado no demasiado grande a pesar de todo el espacio libre que tenía a disposición. Simplemente anclado a ella.
-¿Por qué me gritas? ¿Acaso yo tengo la culpa de que hayas buscado esto? Yo fui muy clara Edward y tú me lo prometiste ¡Prometiste que nada cambiaría!
-¡NO! ¡No! ¡Yo te prometí que todo estaría bien! Y lo estoy intentando, lo intento Bella- dije poniendo una mano en mi cabeza y mirando nuevamente al cielo. Quería gritar. Quería patear algo.
-¿Desde cuándo?
-¿Eh?
-¿Desde cuándo?- volvió a preguntar.
Resignadamente me acerqué y me tiré a sentarme en la manta de espaldas a ella.
-¿Cuándo lo noté? Créeme fue mucho peor que esto. No quise creerlo, tarde en rendirme a ello y ahora… ¿Cuándo me di cuenta de que te amaba? ¿De qué te amo?- repetí escuchando como contenía la respiración-. Aquel día en que me pediste que nos alejáramos. Allí comenzó todo. Me dolió tanto. Pero, el dolor, el, anhelo, el deseo que sentí… Los sentimientos que me surgieron no eran los de un amigo y me sentí… Perdido. No lo busqué Bella, o dije “Ok, quiero cagarla, me voy a enamorar de ella”. NO. Al principio pensé que quizás fuera una especie de fase. Que me gustabas. No lo es. TE AMO y duele, pero no importa, no mientras pueda tenerte cerca. Mientras pueda besarte.
-¿Pero eso es…?
-¿Loco? ¿Masoquista? Sí, lo es. Lo sé ¿La verdad? Esperaba que me vieras más como hombre que como amigo, o como el niño que conociste… esperaba que me amaras. Pero, veo que no y…
-¡No!- me giré a verla. Lucía consternada. Quiero decir, como si no creyese lo que había gritado.
-¿No?- le presioné.
Ella apartó la mirada mordiéndose tentadoramente el labio con fuerza. Me terminé de girar por completo para encararla. Estaba sonrojada ¿Por qué?
-¿No?- repetí- ¿Bella que quieres decir con eso?
Por favor, por favor responde, no permitas que mi imaginación vuele a cosas que no son ni serán.
-Yo… No lo sé ¿De acuerdo?- dijo medio histérica-. No lo sé- susurró-. Estoy… Estoy hecha un lío la verdad, estoy muy confundida. Te quiero, pero no sé si te quiero como siempre. Como mi amigo ¡No lo sé! ¡Sólo sé que no quiero perderte! También duele ed. Todo lo que pensé que era claro y certero ya no lo es, no lo es… Todo cambió y… Demasiado rápido… No puedo seguirte el ritme, no puedo. No sé qué piensas, yo…
La besé.
Sí, lo sé, puedo ser un completo idiota por arriesgarme así, pero, ya no me importaba. Ambos estábamos igual. Ambos teníamos miedo pero, al parecer, ambos lo queríamos. Será lo que deba ser. Nada podía ser forzado aquí. Nada.
Y por eso mismo casi salto de alegría cuando, tras la rigidez inicial ella me respondió al beso.
Me respondió volcando en él toda la complejidad de sentimientos que la invadían. Sentimientos tan complejos como contradictorios y complementarios. Dolor, bronca, incertidumbre, miedo, ilusión, dudas, esperanza, amor; todo. Me besó con ansias, con abandono… Con pasión. Era u beso en el que nos mostramos tan transparentes que asustaba como el carajo. Era como flotar; libres, sin ningún tipo de ataduras ni nada. Sólo nosotros y nuestros simples y complejos sentimientos.
Sin duda jamás pensé que la charla terminara en esto. Una sorpresa en toda regla pero, ya que estaba completamente jugado, le sacaría todo el provecho que pudiese.
Por el momento, mientras tenía su sabor embriagante recorriendo cada milímetro de mi boca, mientras mi monstruito interno bailaba un muy estúpido baile de la victoria, mientras todo eso pasaba interna y externamente, el hecho de sentir sus dulces y tiernos labios moviéndose rítmicamente contra los míos me hacía si lugar a dudas el hombre más jodidamente feliz de todo este puto planeta.
Sí. La vida apenas comienza.
Esto apenas comienza.

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