28 de octubre de 2011
Tu mundo en mi camino... Cap 1
Croosover... Twilight & The Vampires Diaries
Capítulo 1:
“Letargo”
B. POV.:
Estaba devastada.
Pasaron ya cuatro meses desde aquel espantoso día y aún vivo el recuerdo
como si acabara de suceder. Las pesadillas carcomían mis noches. Los
pensamientos y recuerdos mis días.
Había logrado comenzar a actuar como en un piloto automático, una
especie de zombie andante sin iniciativa ni voluntad propia, era sólo inercia, y
sin embargo yo no lograba registrar absolutamente nada a mi alrededor. No fui
consciente de que todos lentamente se fueron alejando, de cómo Charlie sufría
viéndome así mientras yo pensaba que él no notaba nada del cambio en mí- y yo
que pensaba que nadie notaba lo muerta que estaba, pensé irónicamente-. A
veces, muchas veces, me preguntaba si no hubiera sido mejor terminar con mi
vida de una vez y así evitar esta pena colectiva en la que me veía obligada a
vivir cada triste y tortuoso día.
No, no podía. Tenía que salir de esto como fuera, por Charlie. Por él.
Sí, soy una idiota y he dicho por él,
pero ¿Qué más me queda? Los recuerdos son tristes pero son lo único que tengo,
además de mi promesa. Sí, ese era el verdadero motivo por el que aún no me
dejaba abandonar este mundo.
Yo sólo no podía ser totalmente consciente de lo que hacía. Había
demasiado dolor en mí como para soportarlo. En este estado de zombie por lo
menos el dolor quedaba alejado de mí, por lo menos me dejaba mover y no
retorciéndome por él, por lo menos me dejaba respirar y no ahogándome como
cuando el dolor me invadía… Por lo menos. De ahora en más siempre era y sería
un triste y casi hueco, “por lo menos”.
El instituto siempre era más de lo mismo. Chicas, chismes, chicos,
bromas… romances. Por eso desde aquel fatídico día yo me iba a almorzar afuera,
sola. No podía soportar ver aquellas muestras de afectos. No podía ni siquiera
ver una película que no me lo recordase.
Sí, ya no veía tele, no escuchaba música, no permitía nada que me lo
recuerde más allá de mis recuerdos.
Hasta que Charlie me encaró.
¡NO! ¡Yo no podía irme!
No podía irme de Forks, no. Este lugar, con sus recuerdos eran lo único
que me quedaba de prueba de que ellos sí habían sido reales, que sí habían
existido y formado, en algún momento, parte de mi vida y no una alocada
historia de mi maltrecho cerebro. Si comencé a moverme y actuar así fue tan
sólo bajo la amenaza de tener que irme a Florida con Renné ¿Y aun así no
bastaba? ¡¿Qué rayos quiere Charlie de mí?!
En un intento desesperado como ya era costumbre en mi vida diaria de
supervivencia le dije que ese día saldría con Jessica en una noche de “chicas”.
No me creyó. Y fue entonces que supe que tendría que hacerlo de verdad y no
como pantalla como pensaba hacer. Pero haría cualquier cosa para que no me
obligaran a irme de aquí. Tenía que reaccionar.
Tendría que hacerlo.
La salida al completo fue un desastre, al menos para mí. Tener que
escuchar sus historias superficiales y tontas, su despecho con Mike, su envidia
hacia algunas chicas, sus burlas de otras. Pero al menos era tan egocéntrica
que me dejó a mi sólo en el papel de oyente, no preguntó nada de mis ahora
extraños comportamientos, como girarle al dial de su auto y poner música rap,
que era de lo poco que no me sonaba a él, o el por qué quise ver una película
terror muy mala antes que ver una de romance de buena crítica. Si, estaba tan
profundamente jodida que Jessica resultaba ser mi patética mejor opción.
Si me soy sincera- cosa que ahora odio hacer- la primer persona en la
que había pensado era en Ángela, pero me retracté casi de inmediato al recordar
lo perceptiva que era esa chica. Era una lástima ya que Ángela de verdad que
hubiera sido una compañía agradable.
En aquel momento en medio de mi nebulosa mental corrí un peligro que no
reconocí al pensar haber reconocido a los chicos que habían tratado de dañarme
hace ya tanto tiempo en Port Angels y tratar de acercarme a ellos, nunca supe
con qué fin.
Cuál fue mi sorpresa cuando de la nada ante el simple peligro se
apareció una imagen de Él, ¿Acaso
había quedado tan loca y traumado que ahora hasta tenía alucinaciones? No. Yo
sabía que no. Esa “alucinación” fue tan sólo un producto de mi subconsciente
ante el peligro bajo el deseo de su protección. De la protección de alguien.
Y ahí me di cuenta.
Yo era débil. Siempre fui débil y siempre lo supe, pero lo que no sabía era
a que punto. Yo era sencillamente patética.
Esa noche me regodeé en mi dolor por una nueva percepción de él. Me
atormenté a mi misma sin reparos por todo lo que pude haber sido, haber
evitado, haber cuidado. Y con el dolor supurando en cada poro de mi torturada
piel me llegó una visión. Una decisión mejor dicho. Y también mucho enojo. Una
furia cegadora en realidad.
¿Con que derecho él se atrevía a hacerme pasar por todo esto? ¿Por qué
yo seguía atándome a él con una promesa que fue rota desde el triste momento en
que la hizo? ¿Por qué él simplemente no me dejó morir en aquel estudio de
ballet si nunca quiso en realidad la vida eterna a mi lado? ¿Era acaso todo
falso lo que había vivido con ellos? ¿Dónde quedaba su amor de familia hacia mí
cuando todos habían accedido tan rápidamente a los deseos de Él sin siquiera
consultarme o como mínimo despedirse? ¿Cómo pueden querer de verdad si causan
tal cantidad de dolor?
Él no sólo me había destrozado en todas las formas en que se puede dejar
destrozada a una persona. Él también me hundió en una eterna miseria de dolor y
culpa. Me dejó sin futuro. Se robó mis sueños. Me quitó todo tipo de elección
al respecto. Se llevó aquella alma que con tanto ahínco se había esmerado en
proteger.
Me decidí a un cambio. A varios en realidad.
Lo primero sería borrar todo aquello, por mínimo que fuera, que me
recordase a él. Ropa, cd’s, libros, TODO.
Lo segundo sería renovar un poco mi imagen, nada extravagante, ni
sofisticado, sólo yo con nueva ropa que me levante mi tan nula autoestima y lo
más importante, libre de recuerdos innecesarios.
Lo tercero sería bastante más difícil pero debía de hacerlo. Tenía que
recuperar un poco de vida social, esa que tan hábilmente había alejado de mí
como la peste por no soportar lástima y compasión. Lo que no había entendido
hasta hoy es que la lástima y compasión que más me dañaban eran las que me daba
yo misma.
Lo cuarto sería más fácil, en teoría. Quería VIVIR. Quería hacer locuras,
cometer errores, probar, equivocarme. Él había insistido en que aún me quedaban
muchas cosas humanas por experimentar, por vivir, bueno decidí constatar que él
siempre ha tenido razón en ello.
Sí, era momento de vivir y de paso recuperar todos estos meses en los
que he sido una muerta en vida. Me reí de mi misma por la tonta ironía en la
que se había convertido mi existencia.
Esa noche me dormí casi entrando al alba pero descansé mejor de lo que
lo había hecho en mucho tiempo. Era hora de comenzar a sanar, me dije con
confianza y ánimos a mi misma.
No voy decir que fue fácil.
El proceso fue largo, lento y bastante tedioso la verdad. Cada paso,
cada decisión era tortuoso pero a la vez liberador en cierta forma.
Lo de la limpieza fue bastante duro, porque siempre habría cosas que me
los terminaran recordando en un sentido o en otro. Por ejemplo, cuando alguien
hablaba cerca de mí del beisbol yo me limitaba a irme tan lejos como pudiera
antes de recordar todo lo acontecido en aquel prado y todos los sucesos en
cadena luego de él. Cuando alguien hablaba de ser “vegetariano/a” ocurría otro
tanto. Cuando alguien escuchaba algo sobre una melodía de piano, lo mismo. Y
así con muchas otras cosas más. Se podría pensar que yo sólo volvía a huir,
pero yo prefería verlo como otra forma de sobrevivir. Porque si una enseñanza
me había quedado de todo esto era que para lograr vivir primero se tenía que
aprender a sobrevivir apaciblemente con los temas más difíciles y traumáticos
de cada uno. Como dije, era un camino largo y lleno de reflexiones, buenas y
malas.
El segundo paso fue ambiguo.
Conseguí que mi imagen mejorara en toda su apariencia general haciéndome sentir
bastante mejor conmigo misma, eso fue lo bueno. Lo malo es que en cada paso no
pude evitar recordar las peleas con la duende sobre la ropa y los maquillajes,
las compras que había que tenido que soportar prácticamente obligada, las
charlas en las salidas. Inclusive llegué al punto de por un momento dejar todo
para no aumentar mi propio sufrimiento, pero me obligué a seguir enterrando en
lo más hondo que podía cada sentimiento de pesar. Sí, sentimiento, no recuerdos.
Esa es otra cosa que aprendí, los recuerdos no son tan malos si logras
separarlos a tiempo de los sentimientos que los acompañan.
Y por último lo tercero llevó a lo cuarto y ahora explicaré el por qué.
Cuando decidí retomar mi vida social no me percaté de que yo en el
instituto me había convertido prácticamente en una paria. Nadie me miraba,
mucho menos me hablaba, yo era como un ente en el cual nadie, absolutamente
nadie tenía intención de notar siquiera.
Y una vez más los maldije, LO maldije por lograr haberme reducido a
esto. Me maldije a mi misma en verdad.
Haciendo acopio de coraje logré entablar cortas y al principio incómodas
conversaciones con algunos de los chicos con los que hablaba anteriormente.
Ángela y Ben me recibieron cálida y comprensivamente sin cuestionar nada, Mike
sólo se quedó algo sorprendido al principio y luego fue como si nada. Jessica y
Lauren fueron otra cuestión. Jessica no me daba pie a nada más con ella luego
del susto que se había pegado el día en que salimos y Lauren siempre me había
tenido espina así que de ella no me extrañó. Tyler y Erik seguían como si nada
en su mundo de chicas y fiestas así que no sé si verdaderamente notaron mi
prolongada ausencia, pero estaba contenta con ellos. Luego de algunas charlas
esporádicas con cada uno al fin llegó el día en el que reuní el valor para
enfrentar cualquier tipo de mirada hacia mi yendo como todos al comedor a la
hora del almuerzo. Vi muchas caras con sorpresa y otras de desagrado, a saber
por qué, otras curiosas y muchas especulativas. Los rumores se levantaron como
polvo en el viento y yo me quedé estática en mi lugar preguntándome si sería
mejor intentarlo en otro momento. Una mano en el codo me sobresaltó.
-No hagas caso. Ven, siéntate con nosotros.
Ángela. De verdad que esta chica era especial. Me prometí a mi misma
ahondar en nuestra vieja relación de amistad. Ella valía la pena.
Así fue como todo volvió más o menos a la normalidad.
Por otra parte Charlie tuvo su cuota. Hubo un día en el que Charlie
había quedado varado en la casa de su amigo Billy porque se le descompuso la
patrulla después de un día de pesca. Lo hubiera traído su hijo Jacob pero
lamentablemente el motor de su coche aún estaba en montaje por lo que él me
llamó para saber si lo podría ir a buscar.
Lo hice.
En cuanto llegué fue como remontar el tiempo atrás. En el porche me
esperaba un Charlie sonriente junto a un señor en silla de ruedas que supuse
era Billy igual de sonriente que mi padre y por último a un joven moreno de
pelo largo que se me hacía familiar y que me miraba expectante.
-¡Bella!- gritó el chico cuando hube bajado de la camioneta y corriendo
hacia mí para tomarme en un fuerte abrazo que casi me quitaba todo el maldito
aire.
-No... respi… no pue…- dije entrecortadamente.
-Oh, lo siento.- dijo y me soltó riendo.
Ese fue el comienzo de mi más importante relación de amistad de mi nueva
vida.
Jake me contagió de a poco de su risa, de su diversión, de su alegría.
Hasta yo era capaz de apreciar los cambios físicos que la alegría producía en
mí. Mi subconsciente ya no me torturaba diariamente con las horribles
pesadillas de siempre y mi descanso lo tomaba como una vitamina para siempre
poder hacer más.
No solía pensar en esto ya, pero había pasado ya un año casi desde su
marcha y yo de verdad había cambiado interna y externamente. Cambios sutiles
pero evidentes.
También tuve mi cuota de unos
cuantos momentos difíciles con Jake. Eso debe de ser obvio.
Primero al decirme que él sentía que se estaba enamorando de mí y que me
iba a esperar y demás. Fue… Duro.
Yo sólo lloré ante el miedo de perder a mi mástil, a mi mejor amigo. Las
cosas estuvieron muy tensas pero por lo menos lo tenía conmigo siempre pensaba,
hasta que de un día para el otro Jake prácticamente desapareció de mi vida
dejándome casi tan devastada como aquella vez, pero esta vez actué diferente y
actué diferente sólo por el hecho de actuar. Un día, ya harta de las pobres
excusas que me daba Billy para no verlo me fui a su casa muy temprano para eso
mismo, para verlo. Cuán grande fue mi sorpresa cuando lo vi durmiendo como un
pequeño, bueno, un GRAN pequeño todo despatarrado y con grandes y oscuras
ojeras de cansancio. Por un momento hasta me dio pena.
Otra sorpresa. Por la ventana de su habitación pude ver cómo se
acercaban desde el bosque cuatro chicos muy grandes y musculosos desnudos del
torso y descalzos a pesar del frío que hacía llamando a MI Jacob.
En cuanto reconocí a Sam todo se me volvió rojo. Estaba completamente
segura de que él era el culpable de su alejamiento hacia mí, por lo que hecha
una furia salí a enfrentarlo. La furia me cegó y lo primero que hice fue
atinarle un puño a su amigo que se encontraba riéndose de mí y diciendo no sé
qué tontería, un tal Paul. Creo que me esguince la mano al hacerlo ¡Diablos su
cara era dura como una roca!
Jamás, pero jamás hubiese imaginado lo que ocurriría a continuación.
El cuerpo del joven comenzó a vibrar y a distorsionarse por las cada vez
mayores convulsiones hasta que frente a mi apareció un gran, y digo un GRAN
lobo de pelaje gris oscuro que probablemente me doblaba en altura y que rugía
con ruidos ensordecedores. Escuché que alguien me gritaba que me alejara pero
mi cuerpo no tenía reacción. El lobo comenzó a avanzar y yo y mi siempre
presente torpeza nos fuimos de espaldas hacia atrás sólo para ver a Jacob
correr hacia mí gritándome. Cuando yo le decía que huyera a gritos histéricos
él sólo se limitó a saltarme, transformándose en el camino en otro gran lobo de
color marrón rojizo. Los gruñidos aumentaron y la pelea entre ambos lobos
comenzó dejándome a mi paralizada del susto y del miedo atroz a que algo le
ocurriera a mi Jake.
Luego de aquella gran presentación, la manada me llevó a la casa de una
tal Emily, que al parecer era la prometida de Sam, y se dedicaron a contarme
toda la historia de los Quileutes. Y yo una vez más me vi arrastrada al mundo
de lo mítico, lo quisiera o no.
Desde aquel día yo pasaba gran parte de mi tiempo en la reserva, ya
fuera con Emily cocinando, con los chicos pasando el rato o con Jake tan solo
estando.
Otro cierto tiempo después todo volvió a cambiar.
En un patrullaje de rutina por los alrededores de la reserva Jared y
Jake se encontraron con el olor de una sanguijuela, o sea un vampiro. Lo
mataron y cuando me lo contaron y describieron a mí me agarró casi un ataque.
¡No! ¡No era justo! ¿Por qué ahora? ¿Por qué a mí?
Laurent.
Eso significaba que si Laurent había venido a por mí Victoria…
Exactamente. Victoria comenzó con su acecho al poco tiempo después.
Seguramente tras notar que Laurent no volvía. Desde entonces todos los lobos
tratan de que siempre esté acompañada o cerca al menos de uno de ellos. A veces
era un incordio pero no me quejaba porque ellos de verdad que estaban tratando
de protegerme. Y yo había comenzado a apreciar nuevamente mi vida.
Luego y por fin por último, tuvo lugar otro gran cambio.
Fue un día de lo más normal. Jake me pasó a buscar al instituto
ganándose más de una mirada en el camino ya que nos íbamos a practicar en
motocicleta, cuando de repente él se tensó. Su mirada cambió totalmente ante
mis ojos otorgándole más brillo, más vida. Una razón, un anhelo. Así que mi
curiosidad salió a la luz y seguí su mirada.
Jake se había imprimado de la chica nueva de la escuela. Ella había
llegado hacía al menos dos semanas, se llamaba Vanessa Wolfe. Cuando le dije a
Jake el nombre enfrente de sus amigos todos se lanzaron a reír a carcajadas por
un buen rato y puedo decir sin vergüenza que yo no entendía nada. Después de
una más que clara explicación y una
pequeña y casi insignificante ayuda de mi parte con una presentación todo se
dio en ellos sobre ruedas. Y ya en este momento ella conocía todos los secretos
Quileutes tanto como yo. Era una buena chica, despierta y soñadora, dulce y
divertida ¿Y lo mejor de todo? Es que tenía tal carácter que más de un lobo le
temía a hacerla enojar. Con eso se me fue otro peso de encima y alegre por su
romance- sí, ahora lo tolero mejor- tuve otra vez a mi mejor amigo a mi lado,
sin confusiones, sin enojos, sin esperas. Sin dolor.
Sí, la vida sigue su curso ¿Verdad?
A veces me preguntaba cuanto más del mundo mítico estaría obligada a
conocer.
Era una respuesta que nunca quería obtener.
Etiquetas:
Tu mundo en mi camino,
Twilight,
Twilight/TVD
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario