10 de septiembre de 2013

Renacimento... Capítulo 3

Disclaimer 
Los personajes pertenecen a JK Rowling y la historia es de mi autoría. NO permito copias o publicaciones de ningún tipo.

~*~ RENACIMIENTO ~*~



PAREJA: Harry Potter y Lord Voldemort -quizás un ligero Harry/OC.
RATEDMA
ADVERTENCIA: AU. Algo de OOC. SLASH -es decir relaciones homoeróticas-, lenguaje adulto, escenas explícitas. Dark Harry. EWE. Algo de DOM Harry. Posible MPREG.
AVISOS: Personajes propios. Herencia -no creature fic-. Sinceramente van a tener que leer para entender...

N/A: IMPORTANTE: Seré honesta, escribo para desahogarme de todo, incluso de otros escritos, así que puede que apeste para las actualizaciones. Puedo tardar -y hablo de horrores de tiempo-, pero si empiezo la historia me comprometo a terminarla SEA CUANDO SEA. Dicho esto espero que disfruten de esta nueva locura oscura y que me dejen sus impresiones o comentarios.



"Diálogo mental"
'pensamientos'
—Diálogo —
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~*~ Capítulo 3~*~

.

Voldemort veía todo sin lograr terminar de comprender como demonios había llegado a esa tan... inverosímil situación.

¿Habían sido las palabras? ¿Quizás la situación que terminaba resultándole tan familiar?

Seguramente era un poco de ambas -se dijo-. Él sin dudas había escuchado tantas malditas veces aquellas mismas malditas palabras hacia él mismo. Y la situación...

Sí. Los golpes habían terminado por ser una extraña especie de rutina en su amarga niñez. Las amenazas. Los insultos. El miedo. La soledad. Todo lo presenciado aquella noche le resultaba tan malditamente familiar.

Sin embargo lo que no podía ni siquiera a comenzar a comprender era el hecho inaudito de cómo era que el gran querido y siempre tan alabado héroe, el tan absurdamente vanagloriado salvador de todo el mundo mágico, Harry-maldito-Potter, había terminado de entre todas las personas, en semejante situación. No tenía ningún sentido. No en lo más mínimo.

La afanada Orden de los pollos y el mismísimo Dumblefuck deberían de haber sabido todo lo que allí sucedía, ¿o no? Entonces ¿Por qué...?

En el momento en el que, tras la obvia confusión después de la repentina pérdida de la conexión pasó, Voldemort gritó, estalló... y se desapareció solo para terminar apareciéndose momentos después en la casa de vigilancia mortífaga que había logrado colocar con éxito durante algún momento del verano en el mismísimo Surrey cuando finalmente pudo obtener la precisa información del lugar de residencia de los muggles que se hallaban como guardianes de Potter.

Demás está decir que los hombres que en aquel momento se hallaban en dicho lugar se hallaban a la mar de sorprendidos por la tempestiva intrusión y que a punto estuvieron de atacar antes de lograr contenerse a tiempo al reconocer a su señor.

Señor que ciertamente no les dirigió más de una demasiado breve mirada y que inmediatamente desestimó como si fueran nada.

Su mente aún repasando las imágenes, escuchando los gritos. Sintiendo esas... sensaciones.

De pronto le había nacido la absurda e intolerable idea de... no de 'defender' exactamente al maldito mocoso, no. Sino que, lo que sí quería era... detener, sí, detener a esos malditos bastardos y estúpidos muggles y cruciarlos y maldecirlos hasta que les terminara dando un maldito infarto solo para curarlos un segundo antes de que murieran y volver a comenzar una vez más.

Tal era su furia que ni siquiera notó como los vigilantes de aquel puesto aquella noche le seguían a una distancia cercana pero astutamente segura por el oscuro ascenso de aquella triste calle desierta sin tener ni la más mínima idea de pronto apareció su señor de entre todas las personas, allí.

Él era en aquellos momentos como un gran y muy letal basilisco que no solo tenía las fuerzas sino también la más pura motivación para lo que deseaba. Y él deseaba matar. Herir y matar. Nada más ocupaba su mente. Nada más importaba.

.

Número cuatro de Privet Drive.

Una muy típica casa urbana.

Un jardín perfecto.

Una pintura y fachada perfecta.

Una hermosa, aburrida y perfecta fachada que ocultaba hábilmente a aquellos horrendos y deformes seres abominables.

En su mente, aún fresca la imagen que le recibió de igual forma al abrir la puerta.

Aquella horrible y despreciable ballena encima de un diminuto cuerpo esquelético al que otros aún disfrutaban de golpear.

El olor a sangre y sudor inundó sus fosas.

El olor a sexo... a dolor.

Ni siquiera hubo notado cuando pasó como si fuera nada por las tan asquerosamente famosas 'protecciones de sangre' de la casa del elegido. Tampoco logró escuchar o tan siquiera notar los gritos sorprendidos y algo asustados de sus vasallos para que no siguiera po el gran temor de lo que a él le pudiera llegar a pasar ya que al parecer ellos fueron los que no pudieron pasar.

La misma barrera que él había logrado sin quererlo ni tan siquiera desearlo, pasar era la que en aquellos momentos se erguía firme ante ellos sin dejarles dar ni un maldito paso más.

No.

Su único pensamiento estaba directamente en quitar las molestias y... ¿y qué? -se preguntó a sí mismo con una voz que resonó dentro de su priopia mente como si viniera de un eco muy lejano.

No importaba.

Los rostros pálidos y sudorosos de aquellas inmundicias fueron un completo deleite para su rojiza y anhelante visión.

Él podía oler el pánico consciente y creciente ahora.

El pavor profundo que todos esos seres asquerosos e inferiores emanaban desde lo más hondo de su ser. Lo cual lo hizo reír.

Y rió.

Rió de manera oscura y completamente siniestra. Risa que evidenció su demencia y regocijo mientras que sus muy próximas y prontas a ser víctimas temblaban a cada segundo más y más mientras sus propios seguidores solo podían quedarse allí y, observar.

Observar. Maldita parva de inútiles descerebrados que no fueron capaces de notar la horrorosa verdad que tenían debajo y enfrente de sus propias narices.

Tras levitar el inconsciente cuerpo escuálido de Potter hacia fuera y ordenarle a Greyback que simplemente tomara al maldito mocoso y lo llevara a la casa de vigilancia apenas a unos cuantos metros de allí, le ordenó a Snape que fuera y revisara su estado antes de que estuviera lo suficientemente bien como para aparacerlo en la mansión.

¿Por qué lo hizo? No lo sabía... y tampoco quería ahondar demasiado en averiguarlo ni analizarlo. No iba a perder el tiempo con preguntas estúpidas. Lo quiso y ahora lo tiene. Punto. De todas formas poco ahora importaba. No cuando tenía ante sí a unos cuantos jóvenes e inmundos muggles para desollar, para jugar; aunque su humor no fuera exactamente el apropiado según parecía ya que al ver el alcance del daño infligido sumado a los recuerdos de las sensaciones que la conexión le había dejado, su rabia, su odio en su mayor potencial comenzaron a cegarle.

Los cruciatus que salieron de su varita fueron algunos de los más poderosos que hubo hecho nunca, y sin embargo, no los extendió demasiado. No quería perderlos. No quería que se refugiaran en caer débilmente en la locura tan pronto. No les daría el placer de la inconsciencia o la irrealidad de lo que les pasara. No quería que no pudieran sentir el verdadero y más puro terror de lo que les haría... Eso, y el hecho de que había caído en la cuenta de que, en medio de su propia rabia había cometido un enorme descuido, fue lo que le hicieron formar un maravilloso, rápido y bastante emocionantemente sádico plan.

No sabía si las barreras estaban hechas para detectar el solo hacer magia dentro de la casa o si había también alguna específicamente para detectar imperdonables pero él supo enseguida de que debía de darse prisa en completar su obra si es que quería disfrutar de llegar a ver el final de la misma ya que no tenía idea de cuanto tiempo le tomaría llegar al estúpido Dumbledore con su muy maldita orden de los pájaros esos.

Un rápido y muy potente 'Imperius' a los estúpidos amigos del ballenato, y todos quedarían destruidos. Por ellos mismos. Justicia divina podría llegar a decirse.

Todos violarían a la bola de grasa esa causándole el mayor daño posible y los que no estuvieran en ello estarían ocupados violándose entre sí. Sintiendo el mismo dolor. La misma humillación y mortificación que ellos impusieron.

Su castigo fue su propia depravación.

Esa noche TODOS ellos debían de sentir en carne propia lo que habían querido hacer. Lo que habían hecho.

Fue, ridículamente gratificante el poder escuchar y presenciar el primer grito/alarido que habían arrancado los jóvenes a aquella morsa amorfa que claramente era un desperdicio humano.

Era una lástima que se viera obligado a actuar con tanta prisa peo eso definitivamente no le quitaba el mérito a su obra.

Rápidamente colocó varias capas de antiguas y poderosas protecciones oscuras que, si bien sabía que no detendrían a Dumbledore y su maldita tropa por mucho, al menos estaba completamente seguro de que los retrasaría lo suficiente como para que él pudiera disfrutar del triste y decadente espectáculo un poco más. Había una en particular que sería sumamente efectiva porque solo se vería terminada con los primeros rayos de luz de sol real que le tocasen y que estaba seguro los mantendría frenéticos y confusos durante tiempo más que suficiente.

Gritos y súplicas aún se escuchaban unos veinte minutos después mientras el seor oscuro se dedicaba a vagar por la casa, buscando, observando. Y fue justo entonces también cuando los característicos 'Pops' de las apariciones comenzaron a sonar y rellenar el lugar.

Aburrido y desganado como para querer perder su preciado tiempo peleando con el maldito viejo; 'Una vez más', Voldemort estuvo a punto de aparecerse cuando, sin saber bien porqué, él giró sobre sus talones y miró hacia la escalera y hacia el primer piso. Antes de darse cuenta él se encontraba ya frente a una puerta cargada de cerrojos en la planta superior con la varita en alto sin saber que hacer de ahí en más.

Él ciertamente no era persona de seguir instintos y cosas absurdas sin fundamentos.

Pero aparentemente lo sería por esa vez...

El lugar frente al cual estaba destilaba un aura completamente oscura. Demasiado odio. Demasiado miedo. Dolor. Tristeza.

Soledad.

Desamparo.

Resignación.

Sin siquiera detenerse a pensar porqué estaba haciendo algo tan impropio de él, Voldemort se vio levantar la varita sintiendo como sus labios apenas se movían para convocar todas las pertenencias que allí pudiera haber de aquel maldito mocoso terco. Cosas como las que se hallaban en aquel viejo y medio destartalado baúl que se veía muy discordante en aquel lugar a los pies de la cama. Quién sabía, quizás terminara por haber algo importante allí.

Lo achicó hasta que fue capaz de meterlo en uno de sus varios bolsillos y... no, no se giró. Aún quedaba... algo. Una pequeña pero persistente vibración mágica venía aún de esa habitación. No el baúl. No... allí.

Extrañado él comenzó a mover su varita y cantar un pequeño hechizo de detección mágica.

Allí estaba.

El piso.

Rápidamente las pequeñas tablas ya sueltas volaron dejando al descubierto lo que suponía era el pequeño tesoro escondido del estúpido Griffindor.

'Interesante' -se dijo.

Tomando todo sin más tapujos, él lo acomodó dentro de su capa y se dispuso a partir... Finalmente. Girándose hacia la salida fue, una vez más detenido. Esta vez, la causa fue un estridente ulular.

El ave.

Una maldita ave que bien podría tajear y...

No.

La decisión impensable dejó sus labios antes de que fuera capaz de detenerse a así mismo.

—Ve con tu amo. Que nadie te vea ni siga. Si alguien lo hace o nota, puedes darte por muerta —murmuró al final por simple despecho de no retractarse pero sí imponerse. No importaba una mierda si el destinatario era una simple 'ave'.

La hermosa ave nívea ululó con un sonido que se asemejaba mucho a la indignación y luego se acercó cautamente hasta llegar a tocar la punta de la varita con su pico para enseguida picarse un ala medio extendida.

El significado fue absurdamente obvio.

No lo admitiría nunca. Jamás. Pero con ese simple gesto aquella maldita ave de pacotilla le hizo sentir minúsculamente avergonzado de su propia estupidez.

Maldito Potter y maldito animalejo extraño.

Un mísero hechizo de invisibilidad y la blanca figura regordeta desaparecía sin emitir ni un solo sonido en medio de los gritos hermosos que aún ambientaban la noche.

Para el momento en el que por fin llegó a la planta baja el grotesco espectáculo que lo recibió le hizo reír de nuevo y recuperar en parte un poco de buen humor.

Nada como una hermosa tortura para alegrarle el día.

La cosa amorfa ahora no era más que una endeble figura llorosa y masa sanguinolenta. Totalmente rendido a merced de su propio séquito de fracasados con complejo de matones.

Todos llorando pero todos y cada uno incapaces de dejar de actuar.

'Hermoso' -pensó.

—Tú, ven aquí —ordenó a la ballena en el piso viendo como hacía muecas de dolor ante el más mínimo movimiento y quejándose demasiado sonoramente a cada segundo—. El resto de ustedes seguirá sometiéndose unos a otros hasta que ya no sirvan más y, una hora antes del amanecer, todos ustedes se matarán a golpes entre sí. Todos tienen que morir o matarse en el intento. Disfruten de la noche. Disfruten de su muerte —dijo antes de lanzar una de sus características carcajadas macabras siendo secundado por más y más gemidos y alaridos.

Apenas tocando a la asquerosidad que estaba a un paso de él, él alzó su vara al cielo antes de desaparecerlos con su risa aún sonando en el aire.

Lo último que se escuchó en aquel lugar fueron los gritos y lamentos de esas, inmundicias junto con los gritos de la maldita Orden al ver una vez más su orgulloso emblema convocado sobre la obsoleta casa de Privet Drive. Brillando con orgullo refulgente en aquella insana oscuridad.

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