12 de febrero de 2012

Una historia cantada... Capítulo 4


 “Everything I need”


Disclaimer: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría. Cada capítulo basado en un tema del grupo The Veronicas



Emmett me miró, sorprendido al perecer del hecho que me mostrara tan solícita con él después de todo lo ocurrido tan solo unas cuantas horas antes. Y luego pasó.
Su aroma envolvió suavemente mis sentidos tras sus pasos.
Siempre había olido tan bien. Algo fresco, como una suave mezcla de pino y mar, junto con algo picante que no sabría muy bien como identificar, ¿Quizás algo similar al musk? O el sándalo mejor. Y no era perfume. Era él, lo sabía porque había tenido el privilegio de olerlo después de bañarse y… Dios…
Ok esa era una imagen, un recuerdo, que no me convenía tener justamente ahora.
Las manos me sudaban y mi cuerpo se estremecía ante su cercanía, el saber el por qué nos encontrábamos así NO lo hacía nada mejor.
Podía ver en su mirada la confusión y la comprensión, el hecho de que todo lo que conocía y había creado a su alrededor se estuviera desmoronando ante sus propios ojos, por sus propias manos… Y sin siquiera saber como poder evitarlo.
No digo que fuera algo taaan grande lo nuestro –obviamente para mí sí, más no para el resto-, pero habíamos estado como novios oficiales por ya más de un año y… Bah…. ¿Qué sé yo? Lo único que sabía a ciencia cierta es que nuestra relación siempre ‘pareció’ importante para él, al menos eso me demostraba a mí –pensé tristemente mientras me encaminaba hacia el living para sentarme en uno de los sillones simples, necesitaba mi espacio.
Comencé a observarlo, a realmente observarlo.
Y la temida charla comenzó.
 Heme aquí… Cuatro meses después.
Quisiera decir que todo fue de flores y colores después. Pero no mentiré. No lo fue.
La charla no resultó en nada buena.
Al principio comenzó a disculparse y a ‘intentar’ defenderse, mientras que yo solo me limitaba a escucharlo, mirándolo, tratando de seguir tan seria tal y como desde el momento en el que atravesó aquella puerta… hasta que él no lo aguantó más, ya no encontraba palabras para decir o desdecir. Suplicaba y explicaba, y luego volvía a enojarse y a comenzar a gritar al ver la falta de respuesta de mi parte.
Fue un completo caos la verdad.
Él gritaba cosas como “Te amo” y “Te necesito” para luego salir diciendo “¿Eres idiota?” o “¡Ella no fue nada!” alternativamente.
No fue algo para nada agradable de ver, u oír.
No supe como, pero en uno de sus momentos de enfado en el que yo ya estaba comenzando a asustarme, apareció Edward por la puerta de la cocina y al escuchar como me gritaba se abalanzó sobre él sin mediar palabras.
No pelearon. Edward tan solo se limitó a empujarlo fuertemente, lo suficiente para alejarlo de mí unos cuantos pasos. Edward se colocó a mi lado y yo me apreté a él hasta que reuní el coraje para hablarle lo más fuerte y claro que me diera la voz en aquellos momentos.
―Lo nuestro terminó Emmett; y, te guste o no, lo asumas o no, fue en gran parte tu culpa. Resulta evidente que lo que sea que hayas tenido con Rosalie no ha concluido aún. Hay algo entre ustedes que tú mismo te niegas a ver. Sin embargo –suspiré-, sin embargo para mí todo esto es simplemente demasiado así que, por favor, por favor Emmett… Vete ―me encontré diciéndole sintiendo como mi alma se quebraba en dos.
Él se quedó estático en su lugar.
Tan solo el recuerdo ya me ponía melancólica y triste.
Con el tiempo llegué a comprender, lo que nunca quise ver… Que jamás hubiera funcionado.
Él fue todo lo que en algún momento necesitaba; el sol, el aire, él lo era TODO. Quizás ése fue mi principal error, él lo era todo, y yo para él fui tan solo algo más. Le di demasiado. Él fue demasiado.
Mi primer amor. Mi primer amor adolescente.
Me cegué tanto en él que poco a poco me fui perdiendo a mí misma, tan solo transformándome en una triste sombra.
Me costó asumir la comprensión de todo esto, pero… No me quedó de otra.
¡Hey! También tuve mis días de bronca y enojo absoluto. Y es que, a ver…
Él era el mayor, el consentido de Carslile, y como tal, siempre fue el que obtuvo más privilegios, siempre tuvo todo lo que quiso. Todo. Quiso ser capitán del equipo de fútbol de la escuela; lo fue. Quiso ser presidente de la clase; lo fue. Quiso que lo aceptaran en Yale para el próximo año, ¿Qué creen? Lo aceptaron. Quiso el auto a los dieciséis, se lo compraron. Su ‘bebé’ como él estúpidamente solía llamarle.
Puede que llegue a sonar envidiosa o hasta resentida, no lo estoy.
Más bien, en algún punto, hasta me dio pena ¿Por qué? Pues porque él tuvo siempre todo lo que quiso – a mí inclusive- y no lo supo aprovechar.
A raíz de lo sucedido, Rosalie, al parecer se enteró de cosas que dijo de ella así que ya no le volvió a hablar. Sus padres quedaron tan decepcionados -sobre todo Carslile- que, por lo que supe todo quedó bastante tenso entre ellos. Su ‘bebé’ quedó un tiempo laaargo tirado en el garaje de la casa hasta que él, por fin, pudo juntar el dinero suficiente dando a cambio unas excelentes notas y privándose de las antiguas asiduas fiestas. Mientras tanto, se vio obligado a venir al instituto en el auto de Alice, ya que Edward se había negado en redondo a llevarlo, y en cambio pasaba a buscare a mí ya que también andaba sin coche desde que la maldita chatarra decidió morir aquel día definitivamente.
Hubo un momento en el que Alice, en un evidente momento de ‘culpa’, me buscó en un receso  y se sinceró diciéndome que ella sabía hacía apenas unos días y que le había dicho a Emmett que no siguiera con aquello y bla, bla, bla… No me molesté ni en contestarle. Tan solo me limité a dame media vuelta y me fui de allí.
De pronto el instituto que hasta aquel entonces tanto había amado, se volvió un verdadero infierno, siempre tratando de evitar a alguien.
Y a quienes se preguntan ¿Y Rose qué? Pues bien, mi única respuesta es que la muy perra sigue siendo igual o más perra y jodida que antes. Pr lo que logré enterarme, no le había gustado nada escuchar lo que Emmet había dicho de ella, ni mucho menos que volviera a intentar ligar y reconciliarse conmigo. Allá ella. Bastante y suficiente tenía yo con mi miseria como para venir a preocuparme por quien me la causó. Una sola vez intentó hablarme, pero luego de tirarle la bandeja completa y repleta de comida en la cabeza, ya no lo hizo –obviamente-. Aquel día fue surrealista… Allí estaba ella, tan preciosa y engreída como siempre en su precioso y bien cuidado uniforme de porrista, cuando yo, la rata de biblioteca, me giré y le aventé todo en la cabeza, bañándola con salsa y refresco desde las raíces hasta las plantas de los pies, tan solo susurrando un ligero; “esfúmate”, al pasar por su lado, mirando por primera vez en muchos días directamente hacia Emmett… con puro odio.
Ahora solía sentarme fuera si el día lo permitía. La gran mayoría de las veces comía con Edward -quien siempre me hacía compañía- ya que a causa de todo aquello, nuestro viejo grupo se desintegró. A lo sumo muy de vez en cuando me sentaba con Alice y Jasper; también me sentaba a veces con Ben y Ángela quienes en verdad eran muy dulces conmigo, pero sino tan solo me dedicaba a sentarme sobre el fresco pasto, pensando.
De repente, el mes pasó… Y el curso al fin terminó; las vacaciones llegaron, y Emmett desapareció al fin de mi vista, de mi vida.
Mi vida era patética. Tan solo una sucesión de días repetitivos sin ningún tipo de estímulo o anhelo. Me asombró, y asustó, el darme cuenta de que mis motivaciones de pronto se habían ‘bloqueado’ al no estar con él.
Digan lo que quieran, pero una chica tiende a engancharse demasiado en esta edad, y los hombres son aún unos bebés. Ok, eso sonó a pura perra resentido… Bueno, lo acepto, quizás lo esté un poco ¡Creo que tengo derecho! ¿O no?
Mientras todo esto tenía lugar dentro de mi cabeza, yo iba –aprovechando que era sábado y que mi padre no estaba- limpiando habitación tras habitación ¡Joder! ¿Cuánta mugre podían juntar dos personas tranquilas que no estaban casi nunca? –pensé irritada viendo con furia los dos canastos repletos de ropa para lavar. Suspiré. Al parecer demasiada.
Lo único digamos ‘rescatable’ en este tiempo, había sido mi amistad con Ed, Áng y Ben. Sí, cada vez me juntaba más con ellos. A su lado todo era tranquilo, confiable… Seguro… Y yo necesitaba mucho de eso, al menos por un tiempo.
Hace un par de días Charlie intentó tener una de las ‘charlas’, no resultó demasiado bien, para él… Pero sí rescaté el hecho de que quería verme activa, más… Como la vieja yo.
Así que tras reflexionar, decidí no ser más ninguna de las dos. Ni la vieja ni la actual… Sería una nueva Isabella. Alguien a quien respetar, a quien querer y valorar. Ya no más la tonta.
Ángela me ayudó con la ropa, ya que últimamente andaba un poco ‘desarreglada’, sí bueno. De seguro que ella diría andrajosa o algo peor, pero que más da.
Me alegró muchísimo que fuera ella. Respetó mis gustos, tan solo ayudando a acentuarlos de las maneras correctas. Aún recuerdo como fue el lunes –pensé sonriendo mientras tomaba el trapeador y la cubeta con agua al mejor estilo cenicienta.
Lunes, comienzo de la semana. Comienzo de un nuevo año de clases.
Di mis últimos toques justo cuando el timbre sonaba. Me asomé por la puerta del baño y grité bien fuerte un simple “¡Pase!”, para luego terminar e ir a mi habitación a tomar mis cosas.
― ¡Hey! ¿Cómo dejas abierto? ¿Bella? ―le escuché preguntar bufando.
― ¡Aquí! ¡Ya bajo!― respondí de nuevo a los gritos.
Comprendan, estaba emocionada como hacía mucho no estaba.
Me sentía feliz; como si el hecho de cambiar el exterior hubiera quitado una especie de capa, un peso que me cubría como una gruesa manta. Me sentía más libre.
Tomé mi nuevo bolso y salí corriendo por las escaleras. Lo cual quizás no haya sido tan buena idea ya que a tres escalones antes del piso me terminé enredando con mis propios pies. Mientras caía me iba preparando mentalmente para el futuro y de seguro nada suave golpe… Que nunca llegó.
―A salvo… ¿Por qué corres si sabes qué…? ―Edward quedó mudo de pronto al verme.
―Gracias ―me enderecé retirándome de sus brazos, los cuales me habían atajado― ¿Edward? ¿Estás bien?
― ¿Eh?... Sí, sí, perfecto… Este… Bonita ropa.
― ¿Verdad que sí? Decidí que era hora de cambiar un poco, Angie me ayudó ¡Me gusta! ―dije dando una vuelta sobre mí misma― ¿Te gusta?.... ¿Ed? ―pregunté de nuevo al ver que no había respuesta.
― ¿Mmmm?
― ¿Holaaaaa? Te pregunté si te gustaba.
―Oh, sí, claro. Te ves bien ―dijo con la voz un tanto más ronca que lo habitual. Lo miré extrañada.
O sea, no tenía nada raro, tan solo unos leggins azul oscuro y una remera ancha de hombros caídos de color gris perla con una estampa de una mariposa en negro. Lo demás eran solo unas sandalias de ballet plateadas y unas pulseras y aros del mismo color. El cabello lo llevaba recogido en una cola alta y tirante y una leve, muy leve, capa de maquillaje, solo algo de glooss y sombras.
Me sentí bien al ver como todos miraban asombrados mi repentino cambio. Al menos lo notaron, y eso ya era algo.
Así pasó la semana; chicas que no lo podían creer y me miraban casi con envidia, y chicos… que, arrg, que ni valían la pena. Fue un cambio sumamente agradable. Un soplo de aire fresco en esa rutina vacía que llevaba. Lo único…
Lo único que opacaba mi alegría era que Edward había estado un tanto raro conmigo. Algo distante.
.
.
Pasaron algunas semanas y en el instituto todo iba genial… Mi amistad con Ed, no.
De un día para el otro todo cambió. Él simplemente se fue distanciando. Ya no me hablaba a menos que fuera necesario, ya no se sentaba conmigo ¡ni con nadie! Él… tan solo desaparecía en la hora del almuerzo.
Hasta que lo encaré… Y todo se fue condenadamente a la mismísima mierda.
*Flashback*
―Mañana no pases por mí ―dije tomando el picaporte de la puerta del auto para salir directo a la lluvia y correr hacia mi casa. Quería llorar como hacía tiempo no me pasaba.
― ¿No irás? ―preguntó con pura frustración en su voz cuando aún no terminaba de abrir.
―Sí, sí iré… Pero de ahora en más Ben pasará por mí con Ángela. Adiós ―dije saliendo a la corrida hacia mi puerta, mi escondite.
Ni bien abrí, algo, o más bien alguien, me empujó dentro.
― ¿Pero qué rayos te pasa? ―me preguntó claramente enojado ¿Enojado? ¿Él?
― ¿A mí? ¡¿Qué rayos te pasa a ti?! ―exploté y él se encogió sin contestar―. Hace unas semanas que me rehúyes como la peste. Ya no me hablas, no bromeas como antes; en el auto casi no hablamos ¡No lo soporto! ―grité histérica revoleando mi bolso quien sabe donde―. Fuiste mi mejor amigo en mi peor momento ¿Y ahora? ¡Ahora es casi como si mi sola presencia te fastidiara! Pues bien, si de alguna manera te molesto es mejor dejarlo ahí ¿No crees?
― ¡No! ¡No lo entiendes!
― ¿Qué mierdas tenía que entender? ¡¿Y cómo carajo quiere que lo haga si no me habla?! Si es por algo que…
 No hablé más…
Edward descolocó todo mi mundo cuando me tomó con fuerza la cara y estampó sus labios sobre los míos.
¡Oh por Dios, oh por Dios! Pensaba una y otra vez sintiendo como tras los iniciales segundos de sorpresa mis labios comenzaban a responder en respuesta.
Su sabor era intoxicante y adictivo… y su calor, su calor podría derretir hasta a un maldito iceberg en dos segundos.
Mi mente giró y giró, tratando de hallarle sentido a esta situación. Mas lo de pensar se veía claramente afectado y sobrepasado por la cantidad de sensaciones que mi cuerpo captaba y recibía a tropel ¡Joder que bien besaba! Un momento ¿Yo pensé eso? ¡Oh, no! ¡No, no, no! ¡Mal, esto está muy mal!
Ok, mi mente definitivamente lo sabía y decía… pero mi cuerpo, él sencillamente no reaccionaba.
Finalmente, el beso terminó, y la poca paz que había invadido mi pequeño mundo se desmoronó nuevamente sobre mí.
*Fin del Flashback*
Habían pasado ya seis meses desde que corté con Emmett.
5 desde que me resigné a seguir.
4 desde que los sentimientos más intensos me dieron una tregua.
3 desde que me harté de mi propia y triste patética vida.
2 desde que me propuse cambiar al comenzar un nuevo año.
1… desde que encaré a Edward y quedé nuevamente a la deriva.
Exacto.
Lo del beso con Edward pasó hace ya un mes.
No nos declaramos amor eterno ni nada de eso. La verdad es que fue algo entre divertido y caótico.
Dejamos de besarnos, abrimos los ojos, y yo dije “¡Mierda!” –más bien lo grité- y él como que se asustó y se esfumó murmurando un ligero “¡Lo siento!”
Seee, ¿Genial no? Toda una escena de película… Repito MI VIDA APESTA.
Obviamente pensé en ello por muuucho tiempo, toda la noche para ser precisos. Veía los pros y los contras casi de manera matemática, hasta que… en cierto momento, mi cerebro se dignó a hacerse a un lado, dejándome simplemente sentir ¿Y, qué mierdas? ¡Vaya que sentí!
Descubrí cosas que me había negado a ver, como el hecho de que me gustaba cuando me abrazaba o tocaba el pelo, o cuando mi corazón latía tanto y tan rápido al sentir su profunda mirada sobre mí, o el significativo hecho de sentir pánico de no volverlo a ver cuando se fue. Cosas que estaban dentro de mí, pero que nunca no me había permitido sentir.
Pensarán… “Ok, entonces hablaron y…?
Y nada. No hablamos en toooda la semana o bien nos evitamos como lepra y sarna juntas. Como si el otro fuera un contenedor de desechos o algo muy similar. Todo volvía a estar mal.
Como lo conozco, sabía que él debía de estar pensando como siempre de la manera más sufrida, tal y como “Es mi culpa, no tengo perdón, me debe de odiar y bla, bla, bla…”. La triste verdad es que era una cobarde de primera que no sabía como decirle que él… Que él me gustaba. MUCHO.
¡Entiendan! ¡Tengo diecisiete! O sea, los pensamientos volubles están a la orden del día, sentimientos confusos y encontrados reinaban a toda hora ¡Y las putas hormonas que nublaban a todo lo medianamente racional!
Basta decir con que fui una… Cobarde… Al menos hasta hace dos semanas atrás, justo en el momento en el que vi a Tanya queriendo besarlo en el comedor del instituto mientras un silencio sepulcral invadía aquel lugar.
No me pregunten que carajos me pasó, tan solo recuerdo que corrí hacia ellos y lo empujé mientras todo el lugar quedaba de pronto estático y borroso.
Y ya, sin importarme absolutamente nada más, me giré… Y lo besé.
Dos semanas desde que mi mundo colapsó.
13 días desde que puedo decir firmemente que… Soy la novia de Edward Anthony Cullen.




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