28 de octubre de 2011
El problema de mi sexóloga... cap 8
**NOTA IMPORTANTE: ESTA HISTORIA TENDRÁ UN ALTO CONTENIDO SEXUAL, ASÍ QUE SI ERES MENOR O
NO TE GUSTA LO FUERTE ¡¡NO LEAS!! (Sólo apto para gente con mentalidad
abierta).*
--------------------------Este
fic tendrá MENNAGE hetero- bi y homosexual.---------------------------------
B.POV.:
Desconcentrada.
Así estaba, desconcertada.
Llegó a su consultorio con quince
minutos de sobra por lo rápido que había manejado. Quien la viera entonces de
seguro hubiera pensado que estaba huyendo… Y lo estaba, pero de lo que no
estaba muy segura era de qué ¿De él? ¿De ella? La reacción que tuvo la asustó.
¿Desde cuándo ella rechazaba a un hombre? La respuesta era de lo más sencilla…
NUNCA. Hasta hoy.
Ella por su problema nunca medía las
consecuencias. Una vez que la excitación la embargaba su fin o meta o como
quieran decirle era siempre simple y resumido a una sola, llegar a la meta,
nada más. Pero hoy algo fue diferente, no sabría decir exactamente qué, pero…
Había algo.
La forma salvaje en que le habló, tan demandante,
tan condenadamente sexual, tan contrario y chocante a la forma civilizada en
que vestía. Era primitiva- pensó- como un lobo. Como el lobo alfa de la manada
reclamando su derecho de hembra, sí, así lo había sentido. Con el pequeño y
casi insignificante detalle de que yo no era nadie. Aun así… Aun así lo único
que tenía claro era que me había excitado hasta la médula y que no sabía cómo
la lógica había logrado colarse en ella en ese momento. Lógica y sentido común.
Sin duda era un claro avance para ella
pero me preguntaba ¿Por qué justamente ahora? ¿Por qué justamente con él? Y por
otra parte ¿Cómo actuarían ahora? ¿Le enviaría el caso a uno de sus colegas?
¿La llamaría? ¿La evitaría?
-¿Doctora Swan?
-Sí Jane.
-Los Maclilions están aquí para su cita.
-Que pasen por favor- dije al teléfono
que nos intercomunicaba.
Los Maclilions- suspiré-. Ellos eran una
muy agradable pareja de más de veinte años de matrimonio que tras haber vuelto
a vivir solos, ya que los hijos al fin habían despegado todos del nido, querían
reencontrarse como pareja ¿Afortunados no? Luego de su cita me tocó el caso de
la señorita Tanya Denali. Era un caso complicado ya que ella no sólo se había
vuelta adicta al sexo, sino que además lo era a las drogas, por lo que estaba
en plena desintoxicación de ambas. Me había contado tantas cosas que hasta yo
me sorprendí de algunas de ellas. Pobre, pensaba cada vez que la veía, era una
joven tan hermosa y con tanto futuro con sus apenas veintidós años, y ya está
tan… complicada.
La cita de las cinco era muy fácil. Una
pareja joven que no había llegado al sexo por esperar y guardar ese momento
para la noche de bodas tras el matrimonio. Sí, raro en esta época, pero ellos
estaban enamorados y decididos. Lo cual no quitaba que quisieran explorarse en
los previos y otros juegos. Eran divertidos, ingeniosos y abiertos a nuevas y
variadas ideas, por lo que me era muy fácil llevarme con ellos.
Ya sólo me quedaba la cita de las seis y
estaba bastante nerviosa debo reconocer. No sabía cómo decirle aquello, porque
lo más seguro era que me pidiera una explicación y yo no tenía ninguna para
darle, al menos no una válida para él que le pudiera decir a la cara sin
ponerme en total y absurda evidencia. Lo único que podría decirle es que le
convendría más tratar y hablar con alguien de su mismo sexo y con su mismo…
Punto de vista- sonaba lógico ¿No?.
-Dra. El sr. Cullen acaba de llegar- me
avisó Jane.
Respiró.
-Bien, hazlo pasar y entra por favor un
segundo para que te dé las fichas que ya terminé de actualizar.
-Muy bien ya voy.
La puerta se abrió y la primera en
entrar fue Jane seguida bien de cerca por el
“sr-estoy-metido-en-tus-putas-fantasías-y-te-mojo-las-bragas-con-sólo-mirarte”
-Buenas tardes.
-Buenas tardes, tome asiento por favor.
En unos minutos estaré con usted.
Se encaminó hacia el mismo sillón de la
vez anterior, ojo, no es como si tuviera muchas opciones, pero el verlo allí
tal cual hacía estragos en mi empobrecida mente, y… ¡CARAJO! Se veía
endiabladamente sexy.
-¿Sí Bella?
-Disculpa. Aquí tienes- dije tendiéndole
una pila de papeles- todas estas ya están actualizadas. Mañana te daré las que
van para derivación y las que son para dar de baja ¿De acuerdo?
-Muy bien, mañana a primera hora me
pondré a acomodar todas estas ¿algo más?
-Sí. Revisa que queden asentadas las
fechas en que los pacientes faltan como hoy la señora Pritz.
-Pero ella avisó- rebatió ella.
-Sí, pero lo hizo muy sobre la hora por
lo que para mí es lo mismo como si no lo hubiera hecho. Necesito que pongas un
cartel avisando que a la tercera cancelación y/o falta se dará de baja o se
derivará el caso sin consentimiento previo del paciente en cuestión. Fíjate que
quede bien claro por favor. Además anota al señor Newton como paciente
quincenal desde ahora.
-¿Castigo por el accidente?- preguntó
elevando una ceja y conteniendo una sonrisa.
-Hiuj… Fue muy desagradable y lo peor es
que seguía hablando y hablando ¡Diablos, si hasta tuve que gritarle para que
fuera a limpiarse!- ambas reímos- Y no, no es un castigo- dije luego tras un
suspiro- La verdad es que no estoy muy
segura de que el hecho de que sea mujer le ayude demasiado y he estado pensando
en la derivación al Dr. Laurent. De acuerdo, creo que eso es todo por hoy.
-Bien, hasta mañana Bella- siempre que
estábamos al final de la jornada nos tratábamos informalmente.
-Hasta mañana y dale mis saludos a Alec.
Ella rió.
-Ok, le diré. Siempre me pregunta por
ti… Quiere verte- dijo tras dudar unos segundos guiñándome un ojo. Yo me
ruboricé.
-Sí, bueno, ya sabes. Hablaremos- se rió
y yo suspiré.
El diálogo no había durado más de dos
minutos, pero al ver la cara del señor Cullen supuse que la espera lo molesto,
por mínima que fuera.
-Lamento la demora. Quería dejar todo
listo para mañana antes de que ella se fuera.
-No hay problema- dijo cortante.
¿Con que enojado eh?
Muy bien. Me levanté y encaminé a la
silla que se ubicaba frente al sillón. Comenzaría a tratar el tema de su
derivación directamente, y como estaba enojado seguramente aceptaría más
rápido.
Me senté y lo miré de frente.
Una ola, que digo ola, un tsunami me
azotó el cuerpo por completo al ver su mirada fija en mi pecho ¡Rayos!
Decidí cruzarme de piernas y apoyar los
codos en las rodillas para tapar un poco el escote y que así enfocase su vista
en algún lugar que no me provocara tanto… Calor ¿Desde cuándo yo era recatada?
Me pregunté luego de hacer aquello.
¡JA! Desde que este pedazo de hombre es
TU-PA-CIEN-TE.
El movimiento obviamente lo distrajo lo
suficiente como para mirarme a los ojos. Bien.
-Sr. Cullen. Primero que nada quisiera comentarle
acerca de lo que he decidido referente a su caso.
-¿Cómo dice?- preguntó asombrado.
-Sí, verá, creo que lo más conveniente
para usted será la derivación con un colega amigo. Él podrá orientarlo mejor
sobre la seducción de una mujer, como darle placer , entre otras cosas. Si
gusta puedo darle…
-¿Por qué?
-¿Perdón? Le acabo de explicar que es lo
que creo más conveniente para usted y quizás su pareja se sienta más cómoda si
le dice y hasta decida acompañarlo- agregué.
-Usted dijo “comentarme”, ¿Eso quiere
decir que ya decidió mi derivación o que lo consulta conmigo?
-Bueno.
Lo cierto es que esperé a consultarle por… Cortesía, pero de todas formas al
final es mi decisión, y reitero lo que he dicho, creo que sería lo mejor para
usted.
-No-
dijo rotundo.
Se
levantó y comenzó a pasearse de manera nerviosa.
-Mire- dijo aun sin detenerse- yo no
quiero una derivación, es más, me atrevería a decir que sería en vano que lo
haga porque no iría. Quiero que sea usted quien me guie en esto- dijo
firmemente-. Como le he dicho, yo no sólo busco el darle placer a una mujer,
sino que además quiero amarla. Quiero… Confianza. Y yo puedo saber sobre
seducción, pero no hay forma en que sepa cómo trabaja la psiquis femenina... Y
ahí es donde entraría usted. Usted es la más apta para esto “porque es mujer”- me explicó logrando
dejarme muda.
Se me acercó y mi corazón bailó
desenfrenado en mi pecho. Se arrodilló delante de mí y tomó mis manos. Al
instante recibí una descarga como cuando uno toca alguna cosa y le da
electricidad, arg, quise retirar las manos de inmediato ¡Y lo hubiera hecho! Si
no fuera porque él sólo atinó a sostenerme más fuerte. Sentí la adrenalina
correr por mi sangre. La excitación estaba comenzando y yo tenía que frenarla…
pero no sabía cómo. Dos veces en un día era demasiado autocontrol para mí. Y
por sobre todo con estos dos proyectos de dioses, me dije.
-Dra. Necesito que no me derive. Para
empezar porque no acudiría y segundo porque no serviría de nada el cambio y de
eso es de algo que estoy completamente seguro. Necesito que usted entienda lo
que busco que lo entienda… y lo acepte- dijo con un extraño matiz en la voz y
un brillo distinto en los ojos.
Esos ojos parecían felinos ahora. Como
cuando uno le ve los ojos a un gato en medio de la oscuridad. Brillantes,
misteriosos, peligrosos… Hipnóticos. Parecía un león, una pantera… Un puma. Sí,
un puma, lento y sigiloso, ágil, majestuoso y peligroso, por sobre todo
peligroso. Letal. Ya había olvidado lo que había dicho así que sólo me limité a
asentir.
Rápidamente me soltó y se volvió a
sentar.
Fue ahí cuando recién pude despejar un
poco mi muy obnubilada mente. Rayos, había aceptado.
Forcé a mi cerebro a activarse y a
concentrarse, y aunque este no estaba muy por la labor, de a poco lo hizo.
-De acuerdo. Entonces… ¿Ha pensado en
alguna forma de abordar a una chica? ¿Lo ha hecho alguna vez?- él sonrió.
-Aunque no lo crea, sí, lo he hecho.
Sólo fue una vez en realidad y no me fue muy bien, era muy chico. En las demás
oportunidades sin embargo fui yo el abordado, por lo que como verá tengo
demasiada poca experiencia en lo que es la conquista.
-Disculpe que me meta pero… ¿No sería
mejor acaso, más fácil, el esperar a que lo aborden a usted?- él negó.
-No. Lo que quiero, queremos, es a
alguien que sepa lo que quiere pero que a la vez se respete ante todo, no que
se regale. Ahora es muy fácil encontrar a alguien que se regale. Sin embargo lo
contrario es difícil de encontrar. Alguien que se resista y que valga la pena.
Además de que a mi pareja no le gusta lo fácil. Dígame dra… ¿Usted cómo es?
-¿Disculpe? Esa pregunta está totalmente
fuera de lugar- die tratando de sonar autoritaria y no demostrar el temblor
interior que me causo esa simple y traicionera pregunta.
-No lo creo, usted me pregunta también.
-Sí. Pero le recuerdo que ese es mi
trabajo y que debo de hacerlo porque “usted” es mi “paciente” y debo de
conocerlo- asintió serio otra vez- Bien, empezaremos por lo básico ¿Cómo se
presentaría usted?
-Mmm… No lo sé.
-Imagínese un panorama, un ambiente
conocido pero impersonal y en él una chica que le guste, una situación.
Visualícelo y luego dígame.
-Bien. Una chica. En… No sé... Arrgg-
gruñó frustrado.
Esto será difícil, pensé.
-A ver. Venga aquí- él se paró y caminó
hasta quedar frente a mi mientras que yo respiraba hondo cuando volví a ver ese
brillo particular en su mirada. Carajo-. Bien, ahora imagine que estamos e un
bar. Yo estoy en la barra bebiendo una copa y es entonces cuando usted se
acerca ¿Qué diría?
-¿Puedo acompañarte?
-Bien. Suena seguro y confiado, eso de
seguro agradará- dije tratando de que su intensa mirada no me afectara y de
pasar por alto el tuteo-. Sigamos. Yo acepto ¿Qué sigue?
-¿Cómo te llamas?
-Ponme el nombre que prefieras.
El arrugó el entrecejo y me miró
molesto, ni idea del por qué.
-Prefiero tu nombre- dijo.
-De acuerdo. “Hola me llamo Bella”.
-Mmm- ronroneó ¡Carajo! ¡El muy puto
ronroneó mi jodido nombre! Esto se estaba poniendo muy peligroso para mí-… Muy
apropiado… Te describe a la perfección… Bella- continuó ajeno a las puteadas
que le estaba dando en mi cerebro.
Decidí interrumpirlo antes de que
llegara a mojar mis bragas con tan sólo el hecho de escucharlo hablar con esa
ronca y sexy voz. Ok, ok, mojar aún más mis bragas sería más… ¿Correcto? Sí
claro, como si hubiera algo de correcto en empapar tus putas bragas con la voz
de uno de tus pacientes.
-Recuerde que usted no tendrá un piropo
a mano con cualquier nombre.
-Lo sé- se limitó a decirme muy serio.
-Bien, todavía no se ha presentado- él
hizo un adorable mohín.
-Me interrumpiste- dijo olvidándose
convenientemente del “tú” otra vez.
-De acuerdo. “Siga”.
-… Mi nombre es Edward ¿Te apetecería
otra copa?
-Bien… Lo ha hecho muy bien… Puede
sentarse- le dije al ver que no se movía de enfrente mío.Me incomodaba su
cercanía, su calor.
-Aún no había terminado- declaró.
-Era sólo la presentación, ya llegaremos
a la seducción- dije como restándole importancia ya que ahora mismo quería
comenzar a hablar sobre qué cosas quería él reflejar al presentarse a una
mujer.
-Aun así…
-¿Cómo?
-Nada- dijo él bajando la mirada y
tensando levemente la quijada.
-Bien… Ya que…
No pude continuar.
De pronto me encontré aplastada contra
su pecho y con sus labios a tan sólo milímetros, peligrosos milímetros de los
míos.
-Creo que ya estamos en la seducción…
Bella… ¿O no es ese acaso el aroma de tu excitación por mí?- dijo ronroneante
como buen seductor nato que era.
Me negué a avergonzarme y me concentré
en mi furia para no dar paso en falso con él. Sería tan, pero TAN fácil caer.
-Sr. Cullen. Suélteme.- siseé.
-Claro… Pero primero…
Y lo hizo. Y yo no pude negarme. No tuve
ni fuerzas ni ganas para alejarlo. Era adictivo. Y yo no podía contenerme más.
Él me besó con pasión contenida y cuando
yo me rendí a él lo besé con furia, con lujuria, con frustración, con necesidad,
con toda la excitación que había tratado de contener desde mi “reunión” con mi
lobo personal.
En medio de ese desaforado beso quise
mirarlo. Quise grabarme su imagen devorándome, quise tatuarme su expresión de
pasión. Lentamente levanté mis pesados parpados y lo miré.
Me quedé… Embelesada, fascinada,
estupefacta ante tan hermosa visión.
Él tenía sus bellas gemas esmeraldas
clavadas en mí. Me miraba sin dejar de besarme. Era excitante en todo el amplio
sentido de la palabra. Verlo. Ver su cara llena de placer como un claro eco del
mío propio. Ver la pasión contenida en sus crispadas facciones. Saber que esto
era una acción velada- por no decir prohibida-. Saber que esto era tan solo una
leve demostración de lo que en verdad podría hacer con este hombre, del calor
que él podría llegar a desatar en nosotros. Me desarmaba.
Me desarmaba, me excitaba, me preparaba,
me hacía anhelar todo de él.
No sé cuánto tiempo pasamos viendo
comernos la boca. Pudieron ser segundos, minutos u horas, no lo sé. Sólo sé que
en un momento sentí las manos de él bajar hacia mi trasero para comenzar a
sobarlo, como sopesándolo y luego las llevó a mi cabeza para tomarme casi con
furia salvaje, logrando hundir y fundir mi cara aún más en la de él. Este acto
tan posesivo y , lujurioso y rayano en lo primitivo me obligó a cerrar los ojos
con un gemido mientras le veía hacer a él lo mismo con la única diferencia de
que lo de él fue un gruñido en toda regla.
De un momento a otro le sentí hacerme
retroceder, hasta que con el revés de mis rodillas logré tocar lo que
identifiqué como el borde del sillón en el que él había estado previamente
sentado. Con las rodillas algo temblorosas me senté sin despegarme aun de sus
muy preciosos y adictivos labios, y me fui recostando hasta que él quedó parcialmente
sobre mí. Sin perder el tiempo, sus manos comenzaron suavemente a acariciar mi
cuerpo. El contraste de sus suaves manos a la casi rudeza de sus besos era
sublime. Comenzó a recorrer mi cadera, mis muslos, mi rodilla. Alternaba
diferentes presiones que me volvían loca.
Siguió su curso subiendo hacia mi
cintura, mi estómago, la base de mis muy necesitados pechos, sus lados. No pude
evitar gemir de frustración cuando siguió hasta el cuello sin tocar esos puntos
de mi sensible y anhelante anatomía.
-¿Quieres que te toque cierto?
¡Carajo! ¡No otra vez! Voy a terminar
acabando tan sólo escuchándolo hablarme así. Dominante. Esa palabra voló por mi
mente antes de escucharlo seguir hablando.
-Dime lo que quieres Bella. Dímelo-
exigió mientras mordía ligeramente el punto más sensible del lóbulo de mi
oreja-… Porque si no lo haces asumiré que esto ya está bien para ti- amenazó.
¡DIOS! ¡NO PUEDE ESTAR HABLANDO EN
SERIO! ¡NO PUEDO QUEDARME ASÍ POR SEGUNDA PUTA VEZ!
Gruñí. Gruñí, gemí y bufé todo en uno.
-Toca… Tócame- dije entrecortadamente.
-Lo hago Bella- gruñí otra vez.
-Tócame los pechos- dije sintiendo como
al instante los comenzó a amasar con suavidad. Pero yo estaba ya delirante de
placer y necesidad y quería MÁS.
-¿Así?- preguntó casi con sorna. Sabía muy
bien lo que me estaba haciendo. El muy maldito.
-Más… Más fuerte… ¡SÍ!- grité de
satisfacción cuando lo hizo.
Los amasó, sobó, acarició pero aun así
no les tocó en ningún momento la parte más sensible de ellos. Era una tortura.
Mis pezones estaban duros como piedras y ya en un punto era hasta doloroso. Sí,
mierda, dolían.
En un momento en el que los acariciaba
con delicadeza me concentré en el beso devastadoramente demandante que me dio y
luego lo solté con un grito cuando sentí como apretó entre ambos dedos ambos
pezones a la vez. Los giró, los pellizcó, los apretó.
En cuanto dejé sus labios comenzó a
besar mi mandíbula hacia mi cuello. Encontré de vuelta ese punto sensible y
electrizante debajo de mi oreja y lo dejó húmedo de tanto apretarlo. Tuve la leve
impresión de que dejaría el cuello marcado por sus potentes succiones pero no
me importó una mierda. A esta atura no me importaba nada más que quitarme esa
excitación frustrada que llevaba dentro.
En medio de este caluroso delirio ambos
reparamos casi al mismo tiempo en el estridente ruido de un celular. SU
celular. Imposible no escucharlo en medio de aquel gran silencio.
¡NOOOOO! ¡POR FAVOR! ¡NO, NO, NO OTRA
VEZ!
Quise llorar de la angustia.
No sólo por la frustración sino por la
escena repetida que tendría que afrontar después. Por un segundo quise
retenerlo para evitar que atienda, pero… ¿Con que fin?
Dio la sensación de que ambos caímos en
la cuenta de lo mismo en el mismo momento y al mismo tiempo. Hoy no pasaría
nada. No DEBÍA de volver a pasar nada. Al menos eso era muy claro de mi parte…
Creo.
Mientras su respiración golpeaba mi cara
tratando de recuperar algo del aliento que habíamos perdido, yo “intentaba”
hacer algo parecido- aunque el termino para mí sería boquear desesperada por
aire y así dicho no sonaba tan bonito.
El celular paró y a los pocos segundos
comenzó a sonar otra vez, como asegurándose de cumplir su cometido.
Resignado, él se levantó pesadamente sin
mirarme. Atendió.
-Hola… Sí… Pasa que corrí a agarrar el
teléfono porque no lo tenía muy a mano… Ajá… Sí… En una hora a más tardar
estaré por allí- eso me sorprendió ¿Para qué mierda quería una hora?
Rápidamente me recriminé que de seguro tendría que hacer algún tipo de recado
antes de ir a su casa. Sí, de seguro era eso-… No hoy no… De acuerdo… Yo igual-
y colgó.
Durante toda la conversación me había
dado la espalda, pero de todas formas se le notaba la tensión que llevaba. Era
su pareja… Jacob… Aguarden ¿Jacob? ¿Jacob? NO. No puede ser él. No, él dijo que
era él quien debía de buscar a la “pareja”, novia o como se quiera llamarlo.
Suspiré sonoramente. No, el tal Jacob no haría nada como lo que mi “abogadito”
hizo conmigo hoy ¿No? ¿Cómo lo había descrito al señor Cullen antes?
¿Dominante? Sí, dominante. Entonces lo más seguro es que su pareja fuera
pasiva- volví a suspirar con una nota de alivio y pesar. No quise indagar el
porqué de cada una.
-Este… Yo…
-No hace falta decir nada- dije un tanto
cortante, logrando parar así su absurdo balbuceo- . Todo lo que pasó NO debió
de haber ocurrido, eso es ya algo obvio, por lo que esto me da una razón más
para llevar a cabo su derivación. Por favor señor Cullen- se me hacía muy raro
llamarlo así luego del tremendo encuentro que acabábamos de tener-. Considero
seriamente que es lo mejor para ambos.
-¿Ambos?
-Sí. Yo ahora estaría en una situación
de lo más incómoda con usted y…
-Entiendo- me interrumpió-. En ese caso
le pido disculpas y que dé de baja mi ficha directamente- dijo muy serio.
-Pero…
-No. No iré a otro doctor.
Me encogí de hombros.
Al fin y al cabo eso era de su entera
decisión.
-De acuerdo- dije alejándome a propósito
de él y su electrizante presencia yendo hacia mi escritorio.
Sentí su irada fija en mi espalda
durante todo el trayecto. Quemaba.
-¿Dra.?- Escuché susurrar tras de mi espalda
mientras que sus manos giraban mi cuerpo como muñeca de trapo.
¿Cuándo demonios se había acercado?
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El Problema de mi Sexóloga
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