28 de octubre de 2011
El problema de mi sexóloga... cap 11
**NOTA IMPORTANTE: ESTA HISTORIA TENDRÁ UN ALTO CONTENIDO SEXUAL, ASÍ QUE SI ERES MENOR O
NO TE GUSTA LO FUERTE ¡¡NO LEAS!! (Sólo apto para gente con mentalidad
abierta).*
--------------------------Este
fic tendrá MENNAGE hetero- bi y homosexual.---------------------------------
BPOV.:
¡Carajo!
¡Mierda! ¡Joder! ¡Puta madre!
¡¿Qué
carajos me pasó?!- me pregunté totalmente desorientada.
¡Oh!,
exclamé al recordar.
-Hola
preciosa- dijo una voz ronca desde mi izquierda.
-Hola-
contesté un tanto dudosa girándome para verlo.
-¿Qué
pasa?- preguntó mirando fijo mi ara.
-Oh, no
nada.
-Bella- dijo en tono de clara advertencia.
-Ok- me acomodé mejor en el asiento trasero
donde nos encontrábamos ambos tendidos-, bueno, estaba pensando, más bien
recordando cada detalle del mejor orgasmo de mi vida- dije un poco abochornada.
Sí, todavía tengo algo de pena, a veces.
-Mmm… ¿Con que el mejor eh?
-No infles tu ego aún ¿eh? Sino no cabremos en
el auto.
-Humm- bufó, gruñó.
-Vamos yendo que mañana tengo consulta bien
temprano- dije como excusa.
Necesitaba pensar.
-De acuerdo, vamos… pero antes…
-¿Antes qu…?
No pude terminar ya que se limitó a tomarme el
rostro y devorarme –literalmente- una vez más la boca. Sus besos eran
apasionados, feroces, necesitados. Su lengua se enroscaba con la mía nublándome
los sentidos ante todo lo racional… Una vez más.
Lo que comenzó como un beso post sexo y de
despedida del momento, se convirtió velozmente en uno “pre sexo” que despertó
toda nuestra calentura. Al parecer los dos nos encendíamos tan fácil y rápido
como un simple papel ¡Al fin! ¡Al fin alguien a mi par!, pensé de lo más
contenta ante este descubrimiento y sin poder evitarlo.
Aparentemente después de mi SÚPER-MEGA-ORGASMO,
como que me desvanecí porque no recuerdo cuando él me tomó y me metió en el
asiento trasero del auto sobre su regazo. En fin. Esta posición ahora me venía
a la mar de bien. Me giré para sentarme a horcajadas sobre él ¡Mierda! ¡Ya
estaba duro como el mármol! Mmm- me relamí.
Por fin soltamos nuestras bocas para respirar,
pero él la dirigió sin demora directamente a mi cuello y bajando mientras que
con una mano me abría –nuevamente- la blusa. Cuando tomó mi pecho izquierdo en
su boca pude sentir a mis músculos vaginales contraerse en respuesta.
Anticipando con anhelo lo que estaba por llegar. Las contracciones eran
fuertes, con todavía algún rescoldo del orgasmo anterior. Maravilloso.
-Mmm… Deliciosa- dijo con voz ronca- menos mal
que no te volví a poner la pequeña braguita.
-Mmm- dije o murmuré mejor dicho, ante sus
besos en el cuello- ¿Será acaso porque ya planeabas esto?
-Jajajaja… No, mal pensada. Supuse que
necesitarías un ligero descanso, pero como aun estabas empapada preferí
quitártela a que estuvieras incómoda y húmeda todo el camino de regreso. No
fuera cosa de que te paspes- dijo divertido. Yo no pude más que reír ante su
ocurrencia.
-Oh, que caballero- dije lamiendo el lóbulo de
su oreja derecha- Ahora “caballero” esta dama necesita ser cogida con fuerza
otra vez ¿Estará usted a la altura de las circunstancias?
-Oh, no- rió- ¿Me acabas de retar? Prepárate
nena, porque te voy a dar una follada que no sólo te hará desmayar esta vez,
sino que será la mejor puta cogida de tu vida.
Y cumplió. Vaya si cumplió.
Me estimuló durante mucho rato sin tocar las
partes más necesitadas de mí, lo que terminó dejándome híper sensible al más
ligero de sus toques. No sé cuánto me tuvo así, pero sí que para cuando yo
estaba ya al borde del llanto por tanta frustración comenzó a rozar mi pezón
demasiado sensible para mi propio bien y a introducir un dedo en mi interior a
la vez ¡Y yo ya estaba como loca! Gruñía, gemía y gritaba por una liberación
que él se encargaba de retrasar y que mantenía ahí para mí. Saltaba como si
estuviera poseída sobre su regazo pero él no decía nada. No me permitía tocarlo
y yo “necesitaba” tocarlo, necesitaba sentir un hermoso, caliente e hinchado
pene real entre mis dedos. Entre mis piernas. Finalmente después de no sé
cuánto tiempo de exquisita pero agónica tortura, él se dignó a introducirse en
mí de una fuerte y segura estocada que lo hizo clavarse hasta lo más hondo de
mis entrañas.
-Aaaahhhh- grité al sentirlo.
Mis paredes estaban tan sensibles que apenas un
soplo bastaría para terminarme. Me concentré en disfrutar un poquito más. Su
verga dura como roca se clavaba en mi interior con absoluta precisión ¡Mierda!
¡Este tipo sí que sabe coger!, pensé en un momento escaso de lógica.
Con sus manos colocadas debajo de mis axilas me
inclinó un poco hacia atrás, por en medio de los asientos delanteros, logrando
dos cosas a la vez. La primera llegar con su mágica boca a mis muy necesitdos
pechos y la segunda, cambiar el ángulo de sus embestidas logrando así rozar en
cada una de ellas mi punto G. Era la putísima gloria… Y lo de aguantar se me
fue a la mismísima mierda.
-Ja… Jake… Me… Me vengo… ¡Yaaaa!- grité entre
medio de unas seis estocadas.
Mi clímax fue tan poderoso que mi cuerpo quedó
como gelatina entre sus manos. Aun así, en medio de esa nebulosa de placer
puro, pude sentir que mis contracciones eran tan fuertes que exprimía a su
miembro de manera casi dolorosa. En respuesta, antes de que mi clímax cesara
por completo su verga se hinchó y endureció aún más descargándose en mí de
manera salvaje, logrando así alargar un poco más el mío a la vez.
-Aaarrggg- gruñó como bestia- ¡Beeellaaa!-
gritó.
No supe nada más.
Mi cerebro se desconectó ate tanto placer
recibido y me rendí. Me dejé llevar en un sueño necesitado y reparador sin
poder oponerme.
JPOV.:
¡Dios! No podía moverme. No podía hablar. No
podía pensar.
Estos orgasmos fueron una gloria. De los
mejores que había compartido en mi vida. Y eso sólo me terminaba de confirmar
lo que yo quería o necesitaba negar. Ella era para mí.
Suspiré.
Sí, por ahora sólo podía decir que era para mí,
porque todavía no sabía cómo hablarle y mucho menos cómo hacer para que
conociera a Ed. Pero ya encontraría la manera.
Me sorprendí a mí mismo con la entrega total de
mi cuerpo. Y ella… ¡Dios! Ella era una puta diosa del placer. Que me jodan si
iba a dejar que ella saliera de mi vida.
Me quede quito por unos minutos mientras
continuaba con ella aferrada a mis brazos, viendo su cara, su expresión de paz,
su expresión de claro placer saciado. Era la expresión de una mujer satisfecha,
y yo estaba feliz por ello.
Después de no sé cuánto tiempo, noté que mis
músculos, aunque un poco doloridos y cansados comenzaban a responder. Con
extremo cuidado de no despertarla la pasé a mi regazo al asiento, acomodándola
para que estuviera más cómoda.
Tomé los lados de su blusa y comencé a abrochar
los botones tapándola. En la ronda anterior ella ni se dio cuenta de cuando le
puse de vuelta la blusa y le quité del todo las bragas. El corpiño simplemente
lo dejé sobre uno de los asientos delanteros para que ella lo guarde o se lo
pusiera después.
Ahora procedí a hacer lo mismo sólo que con
manos más temblorosas. Abroché su camisa y bajé su falda, ella ni se mosqueó.
Salí del asiento trasero con cuidado y procedí
a subir y a acomodarme los boxers y pantalones. Mierda, los pantalones estaban
muy arrugados.
Antes que nada me quité el condón, limpiando lo
que podía de semen y lo tiré sin cuidado por entre los árboles. Lo siento por
la naturaleza pero no iba a cargar con dos forros llenos todo el viaje. Me fui
a un árbol a mear y luego terminé de acomodarme la ropa. Levanté mi camisa de
la tierra donde la había tirado ¡Joder, estaba muy sucia!; La sacudí como pude
y noté que no quedó taaaaaaan mal, y por suerte tenía el saco limpio para
taparla.
La miré desde fuera. Aún estaba dormida y muy
hermosa. Con el cabello suelto y enmarañado. Por cierto ¿Dónde cayeron los
palitos esos?
Busqué delante del coche y sólo logré encontrar
uno… mmm… Bueno creo que tendré que comprarle otros, no importa.
Una vez que ya estaba todo vestido y
medianamente presentable fui donde ella y la tomé para pasarla al asiento del
acompañante delantero. Murmuró algunos sonidos pero no se despertó ni nada. Le
coloqué el cinturón y cerré la puerta despacio. Di la vuelta para ir al asiento
del conductor y antes de arrancar decidí reclinar un poco más su asiento para
que descansara un poco más cómoda.
Las diez de la noche eran cuando llegué a la
puerta de mi lugar de trabajo. Voltee a despertar a mi particular Bella
durmiente con desgana de dejar su compañía, pero aun así sabiendo que era
necesario. La llamé.
-¿Bella? Hey Bella… - le susurré acariciando
con mi mano sus cabellos y sonriendo ante su desorden, y al porqué de este-…
Bella, despierta- dije un poco más alto.
La observé batir sus pestañas un poco.
-Bella, despierta preciosa, es tarde- y ante la
palabra “tarde” abrió los ojos de golpe.
-¿Qué?... Oh… ¿Dónde?- vaya que estaba
confundida, pensé.
Se sentó mejor y comenzó a mirar alrededor.
Luego de unos cuantos segundos miró hacia su regazo y se ruborizó fuertemente.
-Me quedé dormida- dijo apenada- Disculpa yo…
-Bella no tienes nada por lo que disculparte-
le tomé la cara para que me viera- gracias por una velada encantadora y…
excitante- susurré y ella se ruborizó aún más.
-Yo… gracias a ti.
Esta mujer era absolutamente fascinante. Había
dejado de lado el ser una mujer sensual y decidida, una tigresa, para
convertirse en una tierna y apenada, y muy vergonzosa ovejita.
-Es tarde, y según me dijiste tienes consulta
temprano, por eso preferí dejarte dormir durante el viaje ¿Quieres que te siga
hasta tu casa para ver que llegues bien?- pregunté. Yo quería hacerlo, pero no
quería imponerme así de entrada.
-No, está bien, vivo cerca.
-De acuerdo- contesté un tanto renuente.
-Bien, entonces… ¿hablamos?
Sentí que quiso agregar algo más, pero a último
momento lo dejó así ¿Qué sería?
-Seguro. Llámame si tienes alguna otra novedad-
dije y me sorprendió ver una clara mirada de tristeza en ella.
-¿Pasa algo?
-¿Eh? No, no, nada, todo está bien... Hablamos
luego entonces.
La vi poner la mano en la perilla de la puerta
con la clara intención de bajarse pero la detuve a tiempo. La tomé de un brazo
y la atraje a mí para besarla. Unos diez minutos después la solté a
regañadientes, mi pequeño “jaky” ya quería otra ronda de atención, por lo que
me separé antes de que se convirtiera en urgencia.
-Te ibas a ir sin darme mi beso de buenas
noches- susurré contra ella.
-Mmm… pensé que ya no habría más- dijo
quedamente.
Yo me separé rápidamente muy sorprendido por lo
que había dicho.
-Escucha, no sé qué dije o hice para que
pensaras eso pero creo que debo de aclararte que yo NO soy de conquista de una
noche.
-Oh, no importa, está bien ¿Ok? Hablaremos…
Luego- dijo con una muy notable falsa sonrisa. Eso me enojó.
-Mira- no sabía cómo demonios empezar, pero sí
sabía que tenía que explicarle algunas cosas-… Bella, lo digo en serio, yo… Tú
no eres de una noche- ok eso era cierto- es sólo que, bueno, estoy algo
“complicado” ahora y…
-Dijiste que no tenías novia- dijo muy seria.
Carajo, la estaba cagando.
-¡Y no la tengo! Pero…
-¿Eres casado? No vi tu anillo- preguntó
interrumpiéndome acusadoramente.
-¡No! Es sólo que… Ufff… Es complicado, yo…
-¿Sabes qué? No quiero saberlo ¿Ok? Pasé una
buena noche y te agradezco por ella. Hablaremos sobre el caso en cuanto tenga
novedades. Buenas noches- dijo de un tirón claramente molesta.
¡AAaarrggg!- gruñí una vez ya solo en el auto.
Sí, solo.
Ella tras soltar todo aquello, se limitó a
abrir la puerta y a bajar como una bala del auto. Y yo me quedé ahí. Mirando
como idiota la puerta cerrada. Reaccioné cuando sentí detrás de mí un coche
arrancar y acelerar con fuerza. Carajo, la había cagado. Me sentí mal, derrotado.
Así, de repente muy cansado y sí, por qué no
decirlo, bastante triste me fui a casa.
Sólo para llegar y sentir peor al ver a Edward
tranquilamente dormido mientras a mí me caía a tropel toda la culpa de haberlo
traicionado. Sí, porque a pesar de que yo quería a Bella para nuestro futuro, a
la vez estaba ahora seguro de haberlo arruinado. , por lo que esto se convertía
en un simple encuentro casual aún a pesar de que yo no lo sintiera así.
Gruñí otra vez mientras me cambiaba en el baño
para no despertarlo y darme una rápida ducha. Estaba muy confundido ¿Cómo era
posible que en apenas unos cuantos encuentros me hubiera sentido tan a gusto
con ella? ¿Cómo es que llegué hasta a olvidarme de Ed? El estar con Bella había
sido tan natural y placentero… Tan extraño ¡Dios! ¡Si ya hasta la extrañaba! Su
ausencia, su ausencia dolía. Su rechazo dolía. Su enojo para conmigo dolía.
Me recargué contra el lavabo y me miré en el
espejo.
¿Y qué haría con Ed? ¿Se lo digo? ¿Cómo se lo
explico? ¿Y si…?
Sí. Yo no podía darme por vencido tan pronto.
Edward mismo me lo había hecho prometer…”Si
encuentras a alguien así, no la dejes ir…”
No lo haría.
Tenía que llamarla y pedirle disculpas, tenía
que conseguir que me escuchara… Y tendría que decirle la verdad sobre todo, la
verdad sobre lo “complicada” que era en realidad mi situación.
Sí, debería hacerlo. No podía hacer que se
interesase en él para luego terminar lastimándola de alguna manera al saber el
fin. Su “fin” no era malo. Era dejar que dos hombres la amaran y compartieran todo
con, para y por ella, pero si era justo, sabía que ella como tantas otras
personas no lo verían así.
No me preocupaba por Ed en este sentido ya que
estaba 100% seguro de que Bella lo atraparía de la misma forma que lo hizo
conmigo. Ella se lo ganaría… Sí quería, claro.
Una vez que terminé todas mis reflexiones, aun
mirando a mí mismo a través del espejo, salí del baño y fui hacia la cama. Me
tumbé a su lado recostándome contra él y pasando un brazo posesivamente sobre
su cintura.
Contento por mis elecciones me sumí en un sueño
tranquilo y muy, muy necesitado hasta que sonó el despertador anunciándome el
comienzo de un nuevo día.
Un nuevo comienzo.
Una nueva esperanza.
BPOV.:
No iba a pensar en ello.
No iba a pensar en él.
No iba a pensar en nada de lo de ayer.
¡Mierda! ¡Lo hago!
¡Mierda, mierda, mierda!
¡Joder! ¿Quién me mandó a meterme así con mi
abogado de “mi” caso a tan sólo un par de días de conocerlo y sabiendo tan
poco, o sea nada de él?
Por culpa de lo de ayer me había quedado pensando
hasta bien tarde, por ende, dormí poco, ergo, estoy cansada, irritada y enojada
¡Y apenas son las doce!
Me enfoqué en relajarme durante la media hora
que tenía para comer. No comí nada y no me relajé ni u ápice.
¡OH CARAJO!
¡Hoy tendría al sexy sr. Cullen aguardando su
respuesta!
Sí. Con tan sólo recordar aquello me tensé aún
más.
Apenas recordé cada consulta, es más, hasta
creo que dos o tres pacientes mencionaron que me notaron distraída. No contesté
¿Qué iba a decirles?
Eran las 17:45 y mi última paciente no llegaba.
Dejé de esperar pero aun así a las seis se
asomó Jane avisando que se no tenía ninguna noticia y que ya se iba, me
preguntó si me esperaba pero le dije que me quedaría revisando algunas cosas.
Obviamente era mentira. Se fue.
Estaba haciendo tiempo. Pensando. Aún no sabía
qué hacer, pero…
Evalué rápidamente los pros y los contras.
En contra, que él tenía ya pareja y que era un
paciente. A favor, ufff, a favor que nadie lo sabría- a excepción de nosotros-,
que era increíblemente hermoso, que era el actual objeto de mis fantasías y que
obviamente quería cogérmelo como una bestia
¡Dios! Si de tan sólo pensarlo se me mojaban
las bragas.
Noté que había alguien golpeando la puerta.
Automáticamente giré la cabeza para ver la hora
en el reloj de pared. 18:25 ¡Mierda!
Había perdido la oportunidad de huir en
silencio. Sí, como la cobarde que aparentemente era.
Me infunde a mí misma un poco de dignidad y
confianza con algunas cuantas respiraciones y luego me encaminé, decidida a no
dejar ver lo afectada que en realidad estaba, hacia la puerta. Abrí de un tirón
y… No había nadie. Fruncí el ceño ¿Nadie? Asomé la cabeza y… Nada.
Pero entonces, justo cuando iba a cerrar noté
un extraño brillo que provenía del piso. Despacio, y sin querer ver en realidad,
bajé la vista hasta el gran ramo de rosas marchitas que estaban a mis pies.
Lágrimas de derrota y miedo surgían y se
derramaban en silencio por mis ojos sin parar. No supe cuánto tiempo estuve ahí
así pero supuse que fue poco ¡Carajo! ¿Por qué ahora?
-¿Bella? ¡¿Bella?! ¿Estás bien?- escuché frente
a mí.
¿Eh? ¿Si estaba bien? ¿Por qué alguien que
estaría llorando con –seguramente- cara de pánico estaría bien? ¿Y quién carajo
era él que le hablaba?
Lentamente levanté la cabeza y vi un par de
ojos asustados.
Un par de ojos que ella habría reconocido en
cualquier parte, lugar y condición.
Edward.
Mi cuerpo reaccionó por inercia lanzándome
hacia él, hacia sus brazos y buscando en él al menos un consuelo momentáneo a
esta angustia y soledad.
Él simplemente me recibió y abrazó en
respuesta, estrechándome con fuerza y envolviéndome en su calor ¡Dios! ¡Sería
tan, pero tan fácil acostumbrarme a esto! Tenía que reconocer que extrañaba el
sentir el abrazo de alguien… un simple abrazo de afecto y amor, no uno abrasador
previo o post sexo.
Yo anhelaba ese abrazo que te dan los
familiares, amigos o parejas que sólo hacen para demostrarte que te quieren. Y
extrañamente, este abrazo tenía mucho de ello.
Perdida como estaba en todos estos raros
pensamientos, no me percaté de que él, muy hábilmente, me había llevado al
sillón de mi consultorio y que sin soltarme se sentó junto a mí.
Noté vagamente el segundero del reloj pasar y
pasar, sonar y sonar, una y otra vez, pero nosotros continuábamos igual.
Hasta que luego de un rato, que pareció eterno,
di un profundo suspiro y hablé.
-Gracias- susurré.
-de nada.
-Lamento que hayas tenido que presenciar todo
esto… yo…
-Bella, no importa- dijo y me alegró escuchar
mi nombre en sus labios-, es más, hasta me alegro de haber estado y haber
ayudado a calmarte ¿Puedo preguntar qué sucedió para que te pusieras así?- yo
hice una mueca- No importa, no hay problema.
-Disculpa ¿Me das un minuto?- le pregunté a
sabiendas de que tenía algo que hacer por más que quisiera quedarse eternamente
así, no podía.
-Claro- dijo él soltándola.
Tan pronto como lo hizo, extrañé su calor.
Me levanté y me envolví en mi persistente furia
para combatir al miedo. Fui hasta la puerta de entrada y noté que el ramo aún
estaba tirado dentro en el piso a un lado de esta y un poco desarmado ya.
Seguramente por los pisotones.
Rápidamente busqué con la mirada en la sala y
vi una revista. Y tomé con ella el tallo del ramo. Lo llevé con cuidado a mi
escritorio y le hice seña con el dedo a Edward para que esperara un minuto más.
Miré por encima del ramo para ver si traía algo más y vi que dentro, casi en el
centro, había como siempre un pequeño sobre. Busqué en mi bolso un pañuelo
descartable y con cuidado lo toé. Con el mismo procedimiento lo abrí y saqué la
tarjeta de dentro.
La leí.
Busqué en mi celular el número que buscaba y
marqué para llamar. Al tercer timbrazo, atendió.
-¡Hola Bella! Me alegra que llamaras, yo iba a…
-A llegado otro ramo- le corté paseándome por
detrás del escritorio tratando de descargar un poco de la frustración y enojo
que llevaba dentro.
-¿Cuando?- preguntó él con voz muy seria ahora.
-Recién. Lo dejó frente a la puerta de mi
consultorio ¡Hasta tocó el timbre!- grité.
-¿Estás bien? ¿Alcanzaste a ver algo?- preguntó
agitado, se notaba que estaba caminando mientras hablaba.
-Sí y no. Salí lo más pronto que pude pero ya
no había nadie. Tomé el ramo con una revista y luego la tarjeta con un pañuelo
descartable- suspiré antes de decir lo próximo-… Traía otra nota.
-Mierda ¿Qué decía?
-Decía… Decía- me tembló la voz, por lo que
respiré hondo antes de seguir.
-Tranquila pequeña, respira hondo, cálmate y
luego dime.
Lo hice.
-Decía… “Ya
estoy cerca cariño, nos veremos pronto”-
susurré y una lágrima se escapó de mi ojo derecho, la limpié casi con bronca.
-De acuerdo. No lo toques con tus manos, ponlo
junto con la tarjeta en una bolsa. Llama a Withlock y dile con detalle todo lo
sucedido, seguramente te pedirá el ramo y demás para mandarlo a analizar ¿Estás
sola? ¿Quieres que vaya por ti?
-No, no estoy sola- no quise aclarar nada más-.
Y no hace falta, gracias. Llamaré al detective y te avisará si encuentra algo
¿De acuerdo?
-De acuerdo- contestó él de mala gana-. Pero
mañana te llamaré. Tenemos que hablar. Yo tengo que hablar ¿Está bien?- bufé
exasperada.
-Sí, sí, está bien, mañana hablamos, adiós.
-Adiós… -no le di tiempo a continuar.
Corté y me giré hacia Edward para ver que él me
miraba con los ojos raros. No le di importancia y pasé a excusarme una vez más.
-Disculpa pero debo de hacer una nueva llamada.
Es… importante.
-Adelante. No hay problema- dijo mirándome con
ceño.
Llamé a Withlock y le dije todo lo ocurrido, él
dijo lo mismo que Jacob, que ponga todo con cuidado en una bolsa y que mañana
temprano pasara a dejárselo. Contesté que sí a todo lo que me pidió y colgué
soltando un gran suspiro tembloroso mientras me sostenía del escritorio y
cerraba los ojos para calmarme otra vez.
-Todo está bien- dijo una voz suave delante de
mí. Esa voz que para mí en ese momento resultaba extraña debería haberme asustado,
en cambio me provocó una tranquilidad absoluta de que de verdad todo estaría
bien-. Yo estoy aquí- continuó mientras me atraía hacia él, yo me dejé hacer-
¿podrías decirme qué ocurre?
-Es complicado.
-Creo que seré capaz de entenderlo- dijo con
una media sonrisa.
-Bien ¿Resumido? Hace más de seis meses que
recibo estos ramos muertos y tarjetas con frases tétricas de alguien a quién no
conozco, o al menos que no recuerdo. Hasta ahora siempre había sido sólo eso,
pero hace unas semanas me llegó un sobre con no sólo una tarjeta más, sino con
fotografías mías tomadas de cerca que yo ni noté. Me asusté así que decidí
buscar un abogado que me diga que debería de hacer, conseguí un detective y fui
a la policía a hacer una declaración. Fui cuando todo esto comenzó pero no me
tomaron en cuenta. Ahora sí. Y eso es todo.
-Vaya- fue todo lo que dijo.
Yo me aparté Estaba incómoda y enojada ahora.
-Sí, estoy jodida, por lo que será mejor que no
intentes nada cercano conmigo. Lo de las “clases” puedes olvidarlo. No voy a
exponerte a un loco que ni siquiera yo sé de qué podría ser capaz.
Aparentemente él sabe todo de mí y...- me calló
con un dedo en los labios. Y yo quise morderlo.
-Dime ¿Rechazas las “Clases” por miedo o
simplemente como excusa porque en verdad no quieres?
-¿Excusa? ¿Y qué importa eso? Aunque quisiera
ya te dije que no te expondría y…
-¿O sea que sí quisieras?
Suspiré. Vaya que era obstinado.
-Sí… ¡NO! ¿No lo entiendes? No voy a…
No me dejó terminar ya que me acalló de la
forma más efectiva en que se puede acallar a una mujer. Con un beso.
Un beso abrasador, demandante, posesivo.
Parecía como si me estuviera marcando. Yo en un
segundo no recordé nada más. No recordé el porqué de mi enojo, de mi miedo, de
mi negativa. NADA. Sólo me entregué.
¿Por qué es tan fácil hacer callar a una mujer
así? No es justo.
EPOV.:
Decir que estaba cabreado era decir poco.
Estaba furioso.
¿Quién mierda se atrevería a causarle tanto
miedo a una joven tan hermosa como ella? ¿Por qué? ¿Qué clase de pervertido
hijo de puta podría obsesionarse tan jodidamente con ella?
Obviamente no era la forma en que tenía
planeada convencerla para que aceptara mi insólita propuesta, pero al notar que
ella de verdad se negaba sólo por miedo me hizo avanzar.
Y ya no había vuelta atrás.
Ella era mía.
Sería
mía.
Sería nuestra.
Y ella tendría que aceptarlo porque ni ahora ni
nunca haría una maldita cosa capaz de
separarme de ella. Sentí una necesidad compulsiva de marcarla como mía.
De protegerla. De amarla. De hacer y darle todo lo que ella necesitase de mí.
Quería borrar su dolor, sus miedos, la soledad
y preocupación que emanaba de ella. Quería borrar todo lo malo que le hubiera
pasado en la vida y cuidarla de todo lo que le podría llegar a pasar.
La besé con ferocidad y demanda impaciente de
su respuesta. La obtuve, pero aun así no me conformé, quería más. Esta vez lo
quería todo.
La besé, la besé y la besé.
Besos lentos, fuertes, profundos,. De labios,
de lengua, húmedos, castos. Todo. Traté de darle todo. Le di pasión, amor,
lujuria, deseo, ternura, comprensión, anhelo.
En cuanto nos separamos a recobrar el aliento
estuve totalmente reacio a dejar su piel, por lo que seguí dándole besos por su
barbilla, su cuello, su escote. Con manos casi temblorosas le abrí los botones
de su blusa, exponiendo su nívea carne para mí. Gemí de satisfacción al no
sentir su negativa. Le quité la camisa por los hombros mientras acariciaba sus
brazos y mi boca vagaba aun por su tentador escote, besando y succionando la
clavícula derecha para luego ir bajando cada vez más.
-Si… Sillón- dijo ella entrecortadamente entre
medio de suspiros y gemidos.
-De acuerdo- contesté.
La tomé del hermoso y firme culo levantándola y
haciendo que enterrase su vagina encima de mi miembro al rodear mi cintura con sus
esbeltas piernas.
Como pude caminé a tientas hacia el sillón sin
dejar de besarla ni por un momento.
Una vez que llegamos sanos y calientes a
nuestro destino, la recosté en él y la seguí con mi cuerpo poniéndome encima
pero aguantando mi peso con mis brazos.
-Mmm… eres tan suave… tan dulce… Eres adictiva-
gemí, ronroneé.
-Más… Por favor… más…- rogó ella mientras movía
ligera y sugestivamente las caderas contra mi muslo.
-Sí gatita. Yo te daré más. Mucho más. Te lo
daré todo.
Tan rápido como pude me quité la camisa y los
pantalones. A Bella le arrugué la casta y profesional falda a la cintura,
arrugándola toda en el proceso, pero ni se quejó así que, es más me atrevería a
decir que ni lo notó. Hundí mi cara en sus pechos y me conformé con bajar
ligeramente las copas de su sostén de encaje para poder llevar rápidamente uno
de sus dulces pezones a mi boca. Mmm… no me había equivocado. Era dulce. Un
manjar. Exploré con mis manos cada curva de su cuerpo dejando para el último
aquel monte en el que quería rendir honores.
Despacio, muy despacio, metí un dedo dentro de
su tanga negra también de encaje… y luego otro.
Con cuidado para no tocar su pequeño botón
hinchado, separé con mis dedos sus labios e introduje fácilmente en su interior
gracias a la gran cantidad de humedad que tenía. Ella gimió en mi boca,
devorándome.
Luego, en un acto rápido me quitó ágilmente los
boxers junto con los pantalones y tomó mi más que duro miembro en sus muy
delicadas manos.
-Más… ¡Ahora!- dijo dándome un apretón.
Yo rugí en respuesta. Sí, rugí. Rugí como un
puto animal salvaje. Estaba tan salvaje que apenas si me reconocí. Rompí su
tanga con las manos porque no quería perder el valioso tiempo quitándosela.
Agarré un condón que previamente había sacado del bolsillo de mi pantalón a toda
velocidad y me lo puse como un rayo, trueno o lo que fuera más rápido que todo
eso.
De un fuerte y firme empujón me hundí en lo más
hondo de ella. Ambos gemimos ante la oleada de placer.
-¡Sí! ¡Más, más!- gritó ella delirante de
placer, presa del frenesí.
Yo gruñí del pacer y la monté. La monté como un
animal. Le di fuerte y duro, rápido y profundo. Le di hasta que ya no pude más.
Casi me dejaba ir, cuando sentí sus paredes temblar de anticipación alrededor
de mí, y yo me encontré rogando a todos los santos y demonios que me ayudaran a
aguantar un poco más, sólo un poco más. Comencé a moverme con mayor frenesí aún
y creí ver el cielo cuando todo su cuerpo se convulsionó y comenzó a ordeñarme
de forma casi rayana e lo doloroso al llegar a su clímax. Gritando y gimiendo
como loca ella se retorcía debajo de mí.
En medio de ese exquisito y exhaustivo ordeñe me vine en uno de los
orgasmos más potentes de mi vida para luego caer rendido a un lado suyo
tratando afanosamente de recuperar el aliento.
¡Carajo!
Si acaso tenía alguna duda, era seguro que esto
la habría disipado.
¡FUE TODA UNA JODIDA GLORIA DE PLACER!
Etiquetas:
El Problema de mi Sexóloga
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario