28 de octubre de 2011
El prob... Cap2
**NOTA IMPORTANTE: ESTA HISTORIA TENDRÁ UN ALTO CONTENIDO SEXUAL, ASÍ QUE SI ERES MENOR O
NO TE GUSTA LO FUERTE ¡¡NO LEAS!! (Sólo apto para gente con mentalidad
abierta).*
--------------------------Este
fic tendrá MENNAGE hetero- bi y homosexual.---------------------------------
*E. POV.:
-Bueno me voy. Nos vemos en la noche
¿Vale?
-Ajá- ronroneó aun disfrutando de su sueño.
Sonreí.
No estaba muy seguro de estar haciendo lo
correcto, pero sabía lo que quería y haría e intentaría lo que fuera para
conseguirlo. Caminé hacia la puerta de entrada, tomé mi saco y las llaves del
auto y salí.
Había conseguido el número y la dirección de la
cartilla de mi cobertura médica. Iba a probar suerte y si no me convencía
ninguno vería a ver si iba a alguno particular. Volviendo al tema, en la
cartilla había tres opciones, dos hombres y una mujer. Decidí probar suerte
primero con la mujer ya que, reconozcámoslo, la mayoría de las veces eran de
mente más abierta y como el “problema” en cuestión estaba directamente
relacionado con su género…
Decidido. Subí a mi coche y me encaminé hacia
la dirección que había anotado ayer por la tarde. Podría haber pedido un turno
por teléfono pero… quería ver si me sentía cómodo en aquel lugar y de paso ver
si podía echarle un vistazo a la doctora, sólo para ver si inspiraba confianza,
claro.
Tuve suerte con lo primero, así no con lo
segundo. Ni bien entré al edificio anuncié al conserje que iría a pedir un
turno con la doctora del piso dieciséis- seguro la conocía porque accedió deprisa.
Una vez que llegué al departamento que usaba de consultorio pude observar una
gran cantidad de diplomas colgados en las paredes, tanto de la carrera como de
diversos cursos relacionados. Todos ellos estaban inteligentemente intercalados
con distintos tipos de pinturas abstractas, muy poco típicas y llamativas por
cierto. Me acerqué al escritorio y vi a una chica bastante linda marcar por
teléfono para luego colgar en cuanto me vio.
-Buenos días ¿Tiene cita?- preguntó sonriente.
-Buen día. No, no tengo- ella frunció el ceño-
La verdad vine en persona para saber si podía conseguir algún turno para el día
de hoy- me vio raro por lo que me apuré a agregar-. Sucede que trabajo durante
todo el día y me cuesta organizar cosas a largo plazo.- bien eso no era
mentira.
La chica asintió en señal de comprensión.
-Lo entiendo pero… mmm… lo lamento pero la
doctora tiene hoy bastante lleno todo. Lo más próximo que tengo es para dentro
de unas dos semanas- dijo mirando fijamente la pantalla del ordenador.
-Eh ¿No pueden ser al menos quince minutos en
algún hueco entre citas? ¿Cómo un sobre turno o algo así?- dije casi imploré
bastante decepcionado de no salirme con la mía. Sí era un caprichoso ¿Y qué?
-Lo lamento pero la doctora no hace ese tipo de
cosas. No le gusta presionar y apurar a sus pacientes con su tiempo.
Mmm… interesante. Sí, definitivamente quería
una cita con “esta” doctora.
-Por favor, de verdad lo necesito con urgencia-
dije mostrándole mi característica sonrisa de lado que tantas veces me habían
dicho que podría obrar milagros.
Al parecer era cierto.
-Eeeeehhhh… De… De acuerdo, pero por favor no
le diga nada de esto a la doctora- me dijo un tanto apenada.
-No, te aseguro que no diré nada.
-Bien- observó la pantalla y dijo- ¿Podría ser
el último turno? ¿A las 18:30? La doctora
suele irse sobre las 7 así que no tendrá su hora completa como suele
hacer con las primeras veces pero…
-No hay problema- la interrumpí- en todo caso
le diré que fui yo quien solicitó un turno corto por falta de tiempo o algo así-
volví a sonreír.
-De acuerdo. Estese aquí un poco antes a la
doctora no le gusta esperar. Y antes de irse debe llenar esta ficha con sus
datos por favor.
-Seguro.
Tomé la ficha que me tendía y la birome y me
encaminé a uno de los sillones que había a un lado. Recargué un tobillo sobre
la rodilla para poder escribir sobre algo firme y comencé a rellenar todo lo
que pedía.
Nombre; Apellido; Edad; Número de teléfono;
Enfermedades sexuales; ¿Cuáles?; Tratamiento; Si tenía pareja; métodos
anticonceptivos; y motivo de la consulta.
Contesté todo menos lo último, eso quería
hablarlo personalmente.
Me levanté al mismo tiempo que veía entrar a
una señora de mediana edad por la puerta.
No sé por qué pero no me gustó nada pensar que
ella era la doctora en cuestión.
-¿Ya está la ficha señor?
-Sí, aquí está.
-Bien, señor… Cullen- dijo mirando mi apellido
en la ficha ya que no me lo había preguntado antes- No ha rellanado lo último.
-No. Es que preferiría hablarlo personalmente
con la doctora.
-De acuerdo- dijo, aunque no parecía muy
convencida-. Entonces nos vemos en la próxima consulta- yo enarqué una ceja
porque no entendí- Sí, yo me retiro siempre a las 6 así que no lo veré hasta la
próxima.
-Ah- fue todo lo que pude decir-, bien, adiós
entonces.
-Adiós.
Caminé a paso lento hacia la puerta y no pude
evitar sonreír cuando escuché:
-Oh… Buen día señora Darcy, tome asiento por
favor, la doctora aun no llega.
Aliviado- no pregunten por qué- subí al
elevador y sumergí profundamente en mis pensamientos ¿Estaré haciendo bien? ¿Y
en que podrá ayudarme realmente? No es como si fuera maga ¿No? ¿Entenderá la
situación? ¿Cómo se lo explico?
Estaba tan metido en mis cosas que apenas noté
que el elevador había abierto ya sus puertas. Me encaminé distraído hacia ellas
para salir cuando choqué de frente con una mujer.
Fue sólo un golpe, pero mandó directamente una
descarga de corriente eléctrica a cada nervio de mi cuerpo. Fue… extraño. De
todas formas no tuve ni tiempo de reacción ya que ella me pasó de largo
entrando al ascensor con la cabeza prácticamente metida dentro de su bolsa en
clara búsqueda de algo murmurando un fugaz:
-Lo siento.
-No es nada- contesté automáticamente, aunque
dudo que lo escuchara ya que en ese momento las puertas estaban a mitad de
cerrarse.
De vuelta en mi coche puse en mi reproductor
algo de música clásica. Mi favorita era “Claro de luna” de Debussy, pero en
esta ocasión sonaba la versión de Beethoven.
Conduje hacia mi oficina y cuando al fin llegué
me sumergí como siempre en los diversos problemas laborales.
Debía de terminar de ojear y firmar varios
contratos, revisar proyectos y planos, armar grupos de obras y otro millón y
medio de cosas más. Pasé toda la mañana enfrascado en todo eso pero,
extrañamente, me sentía inquieto. Algo bastante poco usual en mí.
Al mediodía decidí parar unos minutos.
Había pedido a Ángela, mi secretaria, si podía
traerme un sándwich de lomo de “Il bone Piacere”, uno de mis almuerzos
favoritos cuando no podía salir. Lo comí con ganas ya que no había desayunado
nada más que un triste y solitario café y descanse quince minutos.
Decidí mandarle un mensaje para ver como se
había levantado.
-Hola amor ¿Cómo
estás? ¿Lograste levantarte a tiempo?
-Hola. Bien y no. me
dormí y tuve que correr ¿Y tú?
-Lleno de trabajo. No
sé porque insistes en ver películas hasta tan tarde los días de semana.
-Sí, ya mamá ¿Vienes
tarde a casa?
-Sí, yo calculo que
sobre las ocho.
-Uy ¿Tan tarde?
-Sí, como te dije
estoy hasta arriba de papeles.
-De acuerdo. Igual te
espero para cenar, llevo comida.
-Muy bien, nos vemos
luego. TK.
-Yo también. Nos
vemos.
Luego de ese breve intercambio de mensajes me
sentí un poco culpable. No me gustaba mentirle, es más nunca lo hacía, pero
esta vez… esta vez tiene que ser así, lo presiento.
El tiempo el resto de la tarde pasó
literalmente volando y cuando me quise dar cuenta ya eran las 6 de la tarde.
¡Mierda!- dije antes de tomar mis cosas apurado
y salir volando de allí.
Tomé mi saco y el maletín del perchero al lado
de la puerta y corrí al elevador. No había nadie.
Todo el mundo ya se habría retirado a las 5 que
era el horario del final de la jornada.
Una vez que llegué al estacionamiento corrí al
auto para luego manejar como un loco hasta el edificio de la consulta. El
conserje me dio paso en cuanto le dije mi apellido ya que Jane, la chica que me
atendió hoy al parecer, le había avisado de mi llegada.
¡Carajo! Recordé muy bien su advertencia sobre
no llegar tarde. Y además no era una muy buena primera impresión. Nunca me
gusto la impuntualidad y yo no solía ser una de esas personas.
Para mi mala suerte eran dieciséis pisos y el
elevador recién llegaba al catorce, faltaba bajar y subir otra vez.
¡Arg! Estaba ansioso y no sabía por qué.
Bueno, al parecer mi suerte no me abandonó del
todo. Llegué a las 6: 26, sobre la hora pero a tiempo. Toqué el timbre y el
sonido de chicharra en la puerta me advirtió que empujara para pasar. Antes
siquiera de que pudiera cerrarla escuché una voz sumamente sensual, una ronca
de cansancio pero feliz de alivio, tan atrayente como una sirena.
Me encaminé hacia el interior de la habitación
de dónde provenía aquella voz y me quedé totalmente estático en el marco de
esta.
No era para nada lo que hubiera esperado, ni lo
que había llegado a imaginar en una doctora de esa área.
No era la típica vieja exageradamente
maquillada y medio regordeta con unos feos y gruesos lentes. No.
Esta era una ninfa.
Era una de esas pocas mujeres que de haber
llevado una toga de estilo romano hubiera logrado eclipsar a más de una diosa
griega.
-Adelante, tome asiento en el diván por favor.
En un minuto estaré con usted- dijo sin levantar todavía la vista de los
papeles que estaba revisando y en los que de vez en cuando anotaba algo.
Como en un trance me dirigí obedientemente al
sillón señalado y me senté medio tieso en él.
Luego de un minuto exacto ella se levantó y se
encaminó a la silla que se encontraba enfrente de mí y tomó asiento. Todavía no
me había visto y lo sé porque yo por el contrario no podía despegar la mirada
de ella.
-Bien- tomo un papel que supuse era mi ficha-
Señor Cullen ¿Verdad?
-Sí- contesté automáticamente.
-De acuerdo.
Levantó la cabeza y me miró fijo… y como un
acto reflejo yo sólo pude contener la respiración.
Nos habremos mirado unos treinta segundos- que
para mí parecieron horas- antes de que ella bajara la vista y sacudiera su
cabeza como para despejarse de algo. Luego volvió a mirar la hoja en sus manos
que noté que se movía casi imperceptiblemente. Casi. Y la vi fruncir el ceño.
-Ejem- tosió- Bien ¿Es su primera vez?-
Directa. Ah, no cierto.
-Sí es mi primera consulta.
-Veamos, ¿Aquí no pone el motivo de la misma?
-Bueno, es que en realidad yo preferiría
hablarlo directamente.
-Muy bien. Platíqueme de lo que le ocurre- dijo
mientras volvía a mirarme y de paso se cruzaba de piernas.
¡Santa mierda! ¿Cómo se supone que le iba a
hablar si no podía despegar la mirada de esas largas, esbeltas y magníficas
piernas? Estaba mudo.
-¿Señor Cullen?- ¿Qué rayos me pasaba?
-¿Señor Cullen?-dijo un poco más fuerte.
-¿Sí?- respondí al fin despegando la vista. Ella
al parecer ni lo notó.
-¿Podría hablarme de su problema?
-Eh… Sí, verá… Bueno, yo estoy en pareja desde
hace ya bastante pero…
Hice una pausa incómoda ¿Y desde cuándo a mí me
cuesta hablar? ¿Por qué justo ahora?
-Lo lamento, no sé qué me pasa…- me excusé.
-No se haga usted problema. ¿Por qué no respira
hondo y comienza desde el principio?- vaya. Amable.
-De acuerdo- dije después de respirar hondo dos
veces-. Como dije estoy hace bastante en pareja. Se llama Jacob- sorpresa, sí
supongo que siempre va a sorprender, pensé para mí- y bien, estoy muy bien con él, pero… siento
que me falta algo.
-¿Duda de su sexualidad?- preguntó.
-No, verá, estoy seguro de ser bisexual. He
estado con mujeres antes de él, de hecho él es mi primer pareja hombre y sólo
he estado con él desde entonces.
-Bien ¿Entonces el problema radica en que usted
se siente incompleto?
Eso me descolocó.
¿Yo me sentía así? La respuesta era obvia. Sí,
me sentía condenadamente incompleto ¿Pero por qué?
-Sí. Aunque debo de reconocer que de eso me
acabo de dar cuenta y no logro ubicar el por qué- confesé sinceramente.
-Es probable que se deba al hecho de que su
cuerpo de alguna forma extraña el estar con una mujer, eso es algo normal.
-¿De verdad?- pregunté asombrado.
Me agradó que me lo confirmara como algo lógico
porque lo cierto era que en algún punto sí lo extrañaba. La sensación… sí, lo
extrañaba.
-Sí, de verdad- hizo una pausa- ¿Hay algo más?
-Este… Bueno, sí. Yo, he estado pensando y…
Bueno tanto mi pareja como yo somos bisexuales y no homosexuales definidos,
pero nos hemos mantenido fieles a nosotros, durante todo este tiempo yo… verá,
yo quería saber cómo sería si decidiéramos integrar a una mujer a nuestras
vidas.
Vi que primero se asombró y luego se recompuso
endureciendo la mirada.
-Señor Cullen, creo que esa es una pregunta que
debería de hacerle a su pareja no a mí.
-¿Pero cómo se lo planteó?- vale, lo sé.
Parecía un niñito idiota hasta yo lo noté.
Ella se limitó a mirarme como evaluando mis
facultades mentales, que debo reconocer que ese momento estaban brillando por
su ausencia, meditó su respuesta y dijo muy seria:
-Bueno, primero que nada debería de ir y
decirle a su pareja como se ha estado sintiendo de manera que no lo hiera.
Luego podría escuchar que es lo que opina él de todo esto y ver juntos la mejor
solución.
-Sí pero… Lo que pasa es que todo esto surgió
de que yo quiero tener hijos y… al margen de si una mujer pudiera vivir con
nosotros como pareja o una temporada, ninguna querría una vida así para
siempre. A lo que voy es ¿Sería mejor un alquiler de vientre? ¿La adopción? O
buscar…
-Mire señor- le interrumpió- creo
definitivamente que este no es un tema para hablarlo conmigo. Y estoy aquí para
ayudar a arreglar las disfunciones sexuales de una persona o pareja, no para
aconsejar sobre cómo deberían de tener a un bebé.
-Lo lamento- dije medio asombrado del tono
glacial con el que me hablaba.
-Mi único consejo “extra” profesional es
que hable con su pareja y le plantee
todo lo que está pensando y sintiendo. Mientras él no sepa todo esto no podrán
hacer nada al respecto para llegar a un acuerdo.
-Sí, claro- susurré.
-Muy bien- dijo.
Se paró dirigiéndose al escritorio para tomar
unos cuantos papeles y ponerlos dentro de una bolsa. Tomó su cartera y metió
dentro algunos efectos personales que estaban allí arriba y fue hacia la
puerta. Cuando llegó allí se giró y dijo:
-¿Señor?- una más que clara invitación a
retirarme.
-Sí, claro. Lo lamento. Buenas noches.
Salí de la oficina y del departamento. Caminé
por el pasillo hasta el ascensor y para cuando legaba ella ya estaba al lado
mío esperándolo a mi lado. Bajamos en un silencio sepulcral e incómodo. Salimos
juntos y seguimos juntos- vaya ironía, no nos podíamos alejar- hasta el
estacionamiento, cada uno a su coche.
Al fin- pensé.
Ella fue la primera en llegar al suyo. Ni bien
entró arrancó pero antes de avanzar vi que tiró algo por la ventanilla de su
auto.
Observé todo disimuladamente desde dentro de mi
volvo. Por fin salió con un chirrido de ruedas hacia la salida y la perdí de
vista.
Solté un suspiro.
No podía creer la forma en que me comporté
delante de ella. De verdad que tenía razones de sobra para pensar que era un
verdadero idiota. No podía creer que mi trato con las mujeres se hubiera
deteriorado tanto. Aunque bien sabía que no era así. Sin ir más lejos hoy
estuve lo más simpático con Jane, su secretaria.
Era ella. Ella me ponía idiota. La cantidad de
idioteces que decía… ¡No podía parar! ¡Tuve una verborrea crónica de
estupideces!
Medio sonreí en la soledad de mi coche antes de
arrancarlo y encararme hacia la salida.
Antes de salir no pude evitar echar un vistazo
hacia el lugar donde había estado su auto. En el piso tirado había un gran ramo
de rosas rojas de aparentemente unas dos docenas. Sí era un gran ramo. Lo
extraño fue que al mirar mejor noté que todas las flores estaban marchitas.
Qué raro- pensé.
Luego me fui. Tenía mucho para
pensar.
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El Problema de mi Sexóloga
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