28 de octubre de 2011
Tu mundo en mi camino... cap 4
Capítulo 4: "DOLOR"
BPOV.:
Lo seguí en medio de un pasillo abarrotado de chicos y chicas
extasiados por el final de las clases. Totalmente ajenos al peligro latente que
había entre ellos. Aunque… Bueno todos ellos convivieron con “ellos” por más de dos años sin ningún
problema. Pero Damon era diferente. Él sí era peligroso. Su sola presencia te
lo advertía ¿Por qué todos estos estúpidos adolescentes no lo notaban? ¿Acaso
su belleza eclipsaba su pobre raciocinio?
Por fin llegamos al aparcamiento.
Pude ver o más bien sentir, como varias miradas se clavaban sobre
mí, sobre él.
El hecho de que yo fuera detrás de él desde la salida del salón
hasta casi llegar a su auto ya era de por sí para motivo de chisme. En
definitiva este no dejaba de ser un pueblo pequeño y cualquier cosa contaba
como tal. Además estaba el detalle de que habíamos llegado tarde y juntos
después del almuerzo, cosa que yo debería de estar circulando como lo usual.
Había estado tan perdida en mis pensamientos que no había notado
que él se había detenido. Frené justo a tiempo antes de chocarme de lleno con
él
Estábamos junto a mi camioneta.
-¿Qué…?
-¿Sabes dónde podríamos hablar tranquilos de todo esto sin que
nadie se cruce o escuche?
Yo lo pensé unos momentos. Buscando y descartando en mi mente el
lugar ideal. Que resultó no ser otro que… Ese. Aquél en donde tanto se marcaba su
recuerdo ¡Bah! ¿Qué importaba? En todos lados tenía recuerdos de él. Asentí.
-Bien. Te sigo.
Dicho esto pasó por mi lado como si nada, yendo hacia su coche,
que no era otro que un Mustang negro, creo que del 69 o algo así. Los esfuerzos
de Jake porque aprendiera de autos y
algo de mecánica simple estaban dando sus frutos, pensé divertida ¿Por qué a
todos los vampiros se les daban por gustarles los autos rápidos? Bufé. El
sonido de un claxton a mi derecha me sacó de mi ensoñación. Era él.
Dios. Mi mala suerte era extremista.
Cuando por la pena y el dolor agobiante y quería morir con un
anhelo y un fervor más importante que todo lo conocido… Me vi obligada a vivir.
Y ahora, justo cuando voy encausando mi vida, cuando me obligo y
exijo a mí misma alejan mi sopor y vivir lo más plenamente que pudiera…
El viene a matarme.
¿Por qué la vida era tan injusta conmigo?
Ese pensamiento me trajo el recuerdo de una vieja conversación.
-¿Eso no parece
demasiado justo?
-¿Es que
nadie te lo ha dicho? La vida no es justa.
-Creo
haber oído eso antes.
Mierda.
Otro bocinazo.
Resignadamente le ordené a mi cuerpo moverse a su destino. Subí a
la camioneta y le di marcha con cuidado excesivo al igual que siempre.
Irónico ¿No?
Lentamente me abrí paso hacia la ruta que quedaba en dirección a
mi casa. Al verde y espeso bosque, mientras que mi único pensamiento iba
dirigido a las dos personas más importantes de mi vida en ese momento. Yo no
quería ser la causa de sufrimiento de Charlie, ni mucho menos de Jake. Pasé de
largo la desviación habitual que generalmente usaba para ir a mi casa y me
adentré más y más en el camino ahora sinuoso. Vi como el auto de detrás me
hacía señas y juegos de luces.
¡JA!
Encima quería que me apure. Rayos ¡Ya iba obedientemente según sus
dictados justo hacia mi propia horca! ¿Qué más le daba entonces que fuera a mi
propio ritmo? Arg. Continué como si nada, como si no hubiera visto nada y seguí
a mis escasos 50Km/h. Doblé a la izquierda y seguí por como 300 mts antes de
detener mi Chevy a un lado. Respiré profundo y bajé.
-¿Acaso podría tardar más esa chatarra?- preguntó exasperado.
-Quizás- contesté con coraje. No era valiente pero estaba enojada-
¿Si de todas formas él iba a matarme que más te dan unos cuantos minutos más?
-Y ahí vamos de nuevo- bufó-. Mira mocosa ya te dije que no vine
hasta aquí para matarte, aunque pareces buscártelo por lo que veo. No me
tientes niñata- dijo él con el rostro serio.
Cuadré la mandíbula.
Si él no venía hasta aquí con el fin de matarme ¿Qué rayos quería
de mí? Fruncí el ceño.
-Vamos- dijo él caminando más internamente entre los frondosos
árboles.
Le seguí a mi paso claro. Tropecé solo cinco estúpidas veces con
las muy estúpidas y estorbosas raíces que se empeñaban en atravesarse en mi
camino, justo para cuando él se giró con una sonrisita idiota en su cara, yo me
zafaba de la última de ellas.
-¿Qué?- pregunté molesta por cómo me miraba, entra divertido y
extrañado.
-Nada. Bueno, en realidad sí ¿Cómo le haces para tropezar con cada
cosa que hay en el piso alrededor de ti? No lo entiendo- dijo todo sonriente.
-JA-JA-JA… Idiota- murmuré adelantándolo. Más sin embargo al pasar
por su lado, mi cuerpo se envaró y cada vello que me cubría se erizó. Mi
corazón palpitó desaforado y mi respiración se hizo pesada ¿Qué mierda me
pasaba?
Él lo notó y se rió con una carcajada que me hizo vibrar.
Me giré.
-Si no vienes a matarme, no tienes algo que ver con Victoria o con
Laurent, no sé qué es lo que quieres conmigo- dije plantándome en el lugar y
fulminándolo con la mirada. Él me miró y más serio ahora, se acercó con pasos
sigilosos hasta quedar a menos de unos metros de mí.
-Quiero saber exactamente qué sabes tú ¿Quiénes son los Cullen?
¿Qué eres de ellos?
Mi triste remendado corazón se detuvo. Literalmente se detuvo.
Jadeé en busca de un aire que se negaba terminantemente a entrar
en mis necesitados pulmones. Los bordes del agujero en mi pecho se expandieron,
nublándome los sentidos por unos momentos. Mi cuerpo vibró ante la ola
destructiva de dolor que me barrió entera.
Como siempre que sucedía aquello, mi brazo se enroscó en mi torso
en un vano acto reflejo de querer mantenerme unida.
El dolor, los recuerdos, era demasiado. Llevé estúpidamente mi
otro brazo para abrazarme sin notar que mis rodillas, al no ser capaces de
soportar la intensidad del dolor, se habían vencido, terminando por estar
hincadas en la fría y húmeda tierra del bosque.
-pero que rayos…- escuché como a lo lejos-. Hey, mocosa… ¡Rayos
habla!... ¿Qué mierdas le ocurre?- decía alguien a quien no podía identificar
en medio de aquella niebla densa que se había formado en mi mente.
U tacto frí sobre mi mano me trajo cruda y rudamnete a la
realidad.
Jadeé y boqueé hasta que mis pobres pulmones se llenaron de aire
fresco y mi garganta dejó d quemar por la falta de oxígeno.
Ahí lo noté.
Estaba perdida, desorientada.
Me encontré a mí misma de rodillas y apretándome fuertemente con
los brazos, casi rayano en lo doloroso y mirando además fijamente la mano fría
que me había tocado en la mí con la ligereza de un aleteo de mariposa y, a la
vez, con el peso de una gran losa de cemento. Su mano.
Mi cuerpo reaccionó sin siquiera proponérmelo.
Di un salto hacia atrás mientras mis ojos se abrían y el miedo me
inundaba.
Él bufó. Y a los pocos segundos se paró con una mueca de hastío en
sus facciones. Al parecer había estado de cuclillas a mi lado hasta ahora.
-¿Y ahora qué?
-Yo…
-Hugg… No me importan tus traumas, solo quiero saber quie…
-No lo digas!- grité mirándolo con lo que supuse era una tremenda
cara de rabia y terror a la vez- No los nombres… Por favor… Yo, no puedo… Lo
siento pero… Mátame si quieres, pero no, no me obligues a hablar de ellos… No
puedo… No puedo nombrarlos… No puedo recordar… ¡Por favor!- imploré porque ya
mi escasa dignidad me importaba muy poco. Si iba a morir sólo quería hacerlo si
el dolor de su recuerdo.
No me di cuenta de que lloraba hasta que sentí el frío viento
golpear mis húmedas mejillas.
-Mira niña- dijo de manera cansina-. Necesito información. No puedo
estar perdiendo el tiempo con tus estupideces, así que hazte a la idea de que
por las buenas o por las malas, pero me darás lo que necesito. Tú eliges.
-No puedo… Por favor, no me hagas recordarlos, no puedo… No puedo
nombrarlos recordarlos.
-Siiii, eso ya lo has dicho mocosa. Pero aquí el tema es… o lo
haces.. O me encargaré de hacer de tu vida un infierno- sentí como se rió,
seguramente de como me veía. Patética e ilusa humana-… Más de lo que por lo que
veo ya lo es- agregó con una voz dura como un témpano.
¿Cuánto grado de dolor mental puede soportar una persona antes de
colapsar?
No lo sabía. Pero reo que estaba a punto de averiguarlo.
DPOV.:
¡¿Y ahora qué?! Pensé más frustrado de lo que creo nunca me había
llegado a sentir. Frustrado y enojado. Jamás había pensado que esta chiquilla
me causaría tantos, TANTOS problemas.
La maldita mocosa se desmayó.
¡Arrg! ¡Quería gritar de
pura rabia!
¡Yo nunca analizaba las situaciones o las consecuencias de estas!
¡El idiota encargado de toda esa mierda era Stefan! Entones ¿Qué se suponía que
debiera de hacer ahora con esto?
¡Bah!
No lo pensé mucho más.
Tomé aquel cuerpo inerte entre mis brazos y me lo llevé cargada
hasta mi auto.
Mierda. Tenía que esconder la maldita camioneta cirquera esa.
Coloqué el cuerpo en el asiento trasero de mi Mustang con un
cuidado que hasta a mí me sorprendió pero que obviamente no me limité a
razonar.
Me fui hasta aquella montaña de chatarra y la moví más adentro
hacia la espesura de los árboles. Oculta a la simple vista humana.
El viaje no era largo pero así y todo lo hice con precaución.
“¿Y desde
cuándo tanta preocupación en vano Damon?”
Llegué a casa.
Esta no era una de las varias “herencias” Salvatore y por ende, no
era tan extravagante como la de Mistic Falls.
La “casa”, o “chalet”, o como quieran decirle, contaba con dos
simples pisos, un desván y un sótano. Los ambientes eran amplios y frescos pero
oscuros. Quizás fuera porque todas las paredes estaban pintadas con tonos
oscuros y apagados.
Ni bien entré con ella aun cargada la deposité en el salón, en uno
de los amplios y cómodos sillones de cuero negro que allí había.
No era mucho el mobiliario que tenía esta casa y no es como si yo
le diera importancia a ese tipo de cosas. Lo único que había hecho previamente
antes de decidir que vendría aquí había sido llamar a un servicio para que
ambientara a mi gusto aquella que sería mi habitación. Nada más. Todo lo
restante en aquella casa estaba tal cual como en el momento en el que había
comprado la propiedad hacía ya unos diez años al menos.
Al entrar, uno se hallaba con un amplio hall de paredes borgoñas
que llevaban al final del corredor a unas lujosas escaleras de madera de roble
que se mantenía en perfecto estado. En la entrada a la derecha estaba el salón
donde la había dejado. Como dije, no tenía mucho mobiliario. Apenas un juego de
cómodos sillones, un plasma, unas cuantas estanterías con algunos libros que me
había traído por gusto o información y mi típica y adorada mesita donde
descansaba un exquisito whisky añejo y otras cuantas bebidas más.
A la izquierda sin embargo, llevaba directamente hacia una amplia
cocina que sólo contenía lo básico y que al parecer, debido a sus paredes ocres
era la más… Luminosa y… ¿Acogedora? Sí, podríamos decirle así. Arriba estaba lo
primordial. Mi habitación. La única remodelada a mi entero gusto. Paredes
negras, detalles en plata y blanco, como las fotos abstractas en blanco y negro
con marco plateado que colocó quien sea que la haya ambientado. Y por último el
cubrecama y las cortinas de raso rojo. Mmm… esas dos me encantaban. Hacían de
aquel simple lugar algo prohibido. Algo casi sexual a la vista.
Sin embargo las demás habitaciones estaban tal cual como cuando
compré la casa. Con paredes pintadas de un color extraño semejante al terracota
y unas camas viejas de hierro, algunas de una plaza y otras de dos. Creo que
también habían unas cuantas porquerías tiradas en desuso, aquellas típicas
cosas que uno deja abandonadas cuando se muda ya sea porque nunca te gustaron o
porque no tendrás espacio.
Fue a la cocina en una volada para buscar algo… lo que sea que
hiciera o le ayudase a que la mocosa
despertara más rápido.
¿Qué serviría para despertar a una humana de un desmayo?
Algo en todo lo anteriormente ocurrido llamaba mi atención. Bueno,
debo de admitir que varias en realidad, pero la principal era sin ninguna duda
la reacción de la chica a la charla del bosque. No lo entiendo ¿Qué demonios le
pasó para que se comportara así?
El sólo hecho de nombrar a los Cullen desató en ella una reacción
verdaderamente desmedida, casi rayano en lo paranoico.
El dolor. La distorsión de dolor que reflejaba y emanaba de ella
era extrema, pero- y volvía a lo mismo de antes- ¿Por qué?
Un leve y tenue gemido llamó mi atención.
-NO… Ed… Edward… ¡NO!... Por favor… ¡EDWARD TE AMO, LLÉVAME,
MÁTAME PERO…POR FAVOR!... POR FAVOR… por favor no me dejes… Te amo… Te amo…
Isabella.
Sus gritos y revueltos eran atroces. Y su pesadilla era clara y
vívida al parecer.
¿Acaso ese tal Edward no era uno de los Cullen?
Etiquetas:
Tu mundo en mi camino
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario