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2 de octubre de 2013

EL INFIERNO TRAS SU MIRADA... CAPÍTULO 16

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DISCLAIMER
Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.


AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

***

CAPÍTULO 16

***

3 de julio de 2013

El infierno tras su mirada... capítulo 15

2 comentarios:
EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

***

CAPÍTULO 15

***

Habían pasado cinco días. Había dudado dos docenas de veces. Se había decidido unas diez y había comenzado unas cinco.

Nunca pudo llegar hasta el final.

No, al parecer era todavía demasiado cobarde como para ello. No cuando, su mente traicionera, le había proporcionado una pequeña y mísera pero quizás posible oportunidad... Y hacía tanto que no tenía una...

El fin.

El final.

No. Todo era demasiado definitivo.

Demasiado extremo.

Ella no salió del cuarto. Siendo sincera, apenas si podía moverse con cierta libertad. Parecía que todas y cada una de las dolencias cargadas a lo largo de los años se habían finalmente puesto al día con ella.

Un joven cuerpo casi raquítico de apenas catorce tristes años que parecía ya demasiado gastado, demasiado viejo. Un alma podrida y hastiada. Asqueada. Y, sin embargo, muy en el fondo, casi extinta se diría, aún quedaba una mísera y muy ligera ilusión. Una esperanza. Un deseo inequívoco de algo más, algo mejor.

.

Ella fue eficiente. Esmerada.

Las dos veces que su 'amo' había regresado a revisarla, ella le había atendido y saciado... por el momento. Su mandíbula había quedado dolorida después de eso por los fuertes embites que había soportado casi al punto del ahogo y su cabeza latía donde el hombre casi le había arrancado los cabellos con el fin de guiar el ritmo de su placer; pero eso era lo de menos.

Un plan. Un ligero y muy volátil plan se había ido creando en el fondo de su mente en esos días casi 'ociosos'.

Quizás. Quizás tuviera una oportunidad. Una casi inexistente oportunidad de VIVIR.

Ella vio a Jasper, su 'libertad' de movimientos y acciones y, si ella pudiera llegar a eso... si ella fuera... tal vez un día... 'escapar'.

Nunca sabría cuan difícil sería realmente mantenerse centrada en esa meta. Costaría demasiada mente, cuerpo y sangre para siquiera permitirse soñarlo y terror de tan solo pensarlo, mucho menos para llegar a idear de hacer algo al respecto.

La tragedia de vivir una vida no vivida.

La ironía de ser tan solo un ente destinado a ser.

La utopía existencial de la sangre, aliento y alma.

.

Finalmente, dos días después, ella fue llamada. La realidad se asentaba y, quisiera o no, la reclamaba.

Caminar con el dolor aun latente en sus partes más usadas y lastimadas era doloroso, pero ciertamente no podía negar que, como casi todo en su corta y triste vida, había tenido peores. Siempre tenía algo peor.

Peor golpeada. Peor cogida. Peor curada. Peor. Peor en tantos sentidos que dolía pensar en ello.

Se sentía perdida.

La verdad era, que Isabella no sabía porqué vivía. No sabía porqué se molestaba en seguir existiendo, insistiendo en vivir contra todo pronóstico y situación. El porque sobrevivía día tras día era un misterio tortuoso para ella.

Y con cada pensamiento, un paso más la llevaba hasta donde el juego comenzaba...

.

Casi no sentía los dedos de los pies al verse obligada a caminar descalza sobre aquel impresionante y reluciente mármol. Irónico que sí pudiera sentir sus pequeños pezones ya duros por el frío de su cuerpo, rozando contra la también fría pero delicada tela.

Sabía que no se hallaba plenamente curada y que, si su nuevo dueño se había finalmente hartado de sus pequeños intentos de satisfacción y decidía cogerla, como su hermano habría hecho ya hacía tiempo, el dolor del desgarro de las viejas heridas sería infernal pero ¿qué opción tenía? Opción no era una palabra que tuviera cabida en su vida. O al menos no sin que implicara alguna fatal consecuencia con la misma. Opciones en su vida eran como un cruel juego de ruleta rusa a la cual siempre la habían arrojado por mera diversión a su costa.

Esto era cumplir y sufrir. No cumplir y sufrir.

Nada más. Nunca hubo o habría nada más.

.

Cubierta tan solo con una bata de translúcido color marfil que le llegaba apenas por debajo de las huesudas y marcadas rodillas, ella caminaba sin mirar nada.

Derecha, izquierda. Derecha, izquierda.

Un paso a la vez. Avanza. Adelante.

Temblaba.

El no saber que esperar era siempre la peor parte de todas.

No sabía porque el hombre había enviado a aquella despanpanante rubia -que llegó a reconocer como la hermana de Jasper-, a prepararla como si fuera una especie de virgen, cuando ni tan siquiera Jane -quien realmente sí lo había sido-, hubo recibido tal trato.

Jane. La pobre niña que nunca volvió a ver desde que las separaron después de llegar y ella fuera a cumplir. La pobre niña de la cual lo único que llegó a saber fue que ya se había ido y que, aún vivía. no supo cuando la regresaron. Mucho menos en que estado. No cuando. No cómo. Nadie parecía entender que 'VIVA' no significaba lo mismo para todos y, una parte de ella, esa parte que aún la obligaba a sobrevivir, le decía que la pequeña no habría de haber enfrentado nada bien su nuevo papel en la vida... y sin embargo no podía hacerse cargo de pensar entonces en tales cosas cuando su propio infierno la tambaleaba como una hoja seca a merced de un temporal.

Ella fue depilada, bañada, perfumada, peinada e, incluso, levemente maquillada.

No se reconocía.

No diría que era bella o agraciada, estaba demasiado delgada y huesuda como para llamarse algo cercano a ello pero... estaba tan diferente de como se había visto siempre. Casi parecería una chica normal si no fuera por el revelador hecho de que el solo vestir esa bata la clasificaba claramente como la puta que ciertamente era -ya fuera por gusto o no, eso era un hecho innegable en cualquier punto o aspecto-, ya que al vestirla estaba permitiendo que cada centímetro de su piel fuera revelada sin que ni siquiera le causase la menor reacción de pudor.

Su cabello no estaba en ofensivas coletas, sino suelto, dejando caer sus rulos naturales cayendo en suave cascada. Estaba un poco más ligeramente brillante, y suave al tacto. Ya no opaco y aplastado como le era habitual.

Su cuerpo agradecía el ya no tener que vestir de nuevo esos horribles trajes de niña o colegiala groseramente infantiles y grotescos. Vidas que nunca había podido vivir y que se había visto obligada a representar.

El poco maquillaje que la rubia le había puesto era lo suficiente y justo como para que parezca mucho más viva y saludable pero que aún así luciera completamente natural. Nada de labios rojos y pestañas postizas. Nada de manchones de rubor y gruesos delineados que la hicieran parecer absurdamente mayor. Como si fuera una joven que aparentaba ser una niña y no la niña que aparentaba apenas llegar a ser una joven.

Y ahora esa misma rubia le acompañaba por los cálidos pasillos de fríos y relucientes pisos.

Aún temblaba.

La puerta se encontraba ahora ante ella como si fuera una boca oscura dispuesta a tragarla. Y lo haría, ella estaba segura de ello. Pero, antes de que el miedo lógico la engullera, ésta se abrió, revelando entonces las serenas facciones del rubio que la había estado ayudando a curarse y que, extrañamente, le rechazó e incluso alejó cuando ella intentó diligentemente darle placer como único medio para brindarle su agradecimiento. Sinceramente ella pensó que al menos le debía eso por ser tan cuidadoso y amable.

—Adelante...

Ambos jóvenes pasaron y escucharon la puerta cerrar tras de sí.

—Por fin.

Y el gong que nadie tocó igualmente resonó.

El juego comenzaba... y su cordura escapaba...

14 de junio de 2013

el infierno tras su mirada... Capítulo 14

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EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

***

CAPÍTULO 14

***

Juguetes. Ellos eran meros juguetes. ELLA sería un mero juguete.

¿Qué clase de existencia era esa?

Veía esa mirada que intentaba ser indiferente pero que, extrañamente ella podía leer más allá, encontrándose entonces con un trasfondo de lástima, y comprensión.

De reconocimiento.

Le dieron náuseas.

Realidad.

La odiaba.

Odiaba su vida. Su patética existencia.

Odiaba el dolor. La humillación y el hastío que venía tras él cada mísera vez.

Se odiaba ella.

Patética. Inútil. Débil.

Realidad.

Necesitaba escapar. Necesitaba rescatar lo poco que le quedaba de mente racional en la actualidad antes de dejarse sucumbir a la fatalidad.

Huir.

Pero no podía. Lo sabía. Lo odiaba. Dolía.

Drogarse. Sí, ella ciertamente necesitaría mucha 'azúcar mágica' para poder hacer frente a soportar este nuevo estilo de existencia aún más decadente que su utilidad anterior si cabe.

Esperaba... no, ella estaba segura de que alguno de los que allí residía tendría alguna fuente donde conseguir. Rogaba dentro de sí para que fuera una buena fuente y no de esas que encima les vendía todo diluido con cosas que no provocaban efecto alguno. No iba a siquiera considerar la posibilidad de que no existiera tal fuente o ayuda. No podía limitarse a creer que no obtendría ese breve pase de libertad ni que los que vivían allí con la misma 'condena' que ella soportaran todo así... sin esa pequeña ayuda... y sin perder su mente en el camino. Aunque, pensándolo bien, no era tan mala alternativa considerando todos los hechos. Perderse.. Estar fuera de su mente y de la miserable realidad que cubriría sus días sin ser consciente de nada más que de las formas fantasmagóricas creadas por aquel hermoso alucinógeno. El LCD hacía maravillas con su mente cuando lo conseguía. Todo tan brillante. Todo tan dinámico. Sí, de seguro estar un poco loco no sería tan malo... pero, en esos momentos, en esos momentos en que la magnitud de su posición actual la abrazaba, ella sabía que necesitaba un escape... pronto. huir de ella misma. De su propia cárcel hecha piel.

Y así fue como en menos de un segundo ella se hallaba de pronto de lado, tirada en aquella gran y mullida cama que alguien ya se había encargado de limpiar. Liberando su mente de ese cuerpo que la encadenaba a una tierra insana. Flotando. Volando hacia la oscuridad tan familiar mientras se sentía empequeñecer y encorvarse. Sola. Allí estaba sola. y lo amaba y odiaba por partes iguales. Sola. Su única certeza.

.

En algún momento después de haberse dejado perder en las profundidades más oscuras de su mente , debió de haberse quedado dormida ya que de pronto se encontró abriendo sus ojos a un espacio tenuemente iluminado que le costó reconocer hasta que la comprensión y realización se instaló en su cerebro por entre la bruma del sueño. Despachando la relajación habitual del descanso y tensando su cuerpo tal y como cada minuto en el que se hallaba despierta. Esperando...

En guardia. Constantemente.

Fue solo unos treinta minutos después cuando escuchó su puerta abrirse.
Ella no se había movido.
No tenía idea de si se le permitía siquiera. No sabía que clase de juegos extraños le gustaría jugar a su nuevo 'dueño', pero segura como el infierno en el cual vivía que ella no quería averiguarlo por el lado equivocado. No estaba segura de poder resistir un castigo en las condiciones en las que se hallaba.

Los pasos se detuvieron justo frente a su cara y ella podía ver claramente los muslos cubiertos por pantalones oscuros. Muslos evidentemente masculinos.

Olvidó por completo el hecho de haber estado esperando permiso para poder ir a hacer sus necesidades básicas. Su necesidad prioritaria era subsistir, siempre... aunque ni siquiera se molestaba ya en preguntarse adecuadamente 'porqué'.

Ella no se movió, y el hombre -quien quiera que fuera porque ella no se había atrevido a mirar aún-, no se dignó a hablar.

Vagamente se preguntó si este esperaba que se moviera y le diera una mamada o algo porque, si se guiaba por su cercanía, sus muslos e ingle estaba realmente cerca de su rostro. Si eso era un indicativo.

Sin pensar demasiado, lentamente comenzó a moverse, acercando su mano hacia la bragueta que podía ya notar lo suficientemente abultada, bajando el cierre en el proceso en medio de un completo e instigador silencio.

Al ver que sus avances no eran detenidos pero tampoco alentados ella se movió con cautela y cuidado hasta bajar su cara contra el eje semi erecto que había logrado desenfundar previamente.

Bloqueó su mente a todo. Al dolor. Al asco. Al hastío. A la rutina... a ella misma.

Besó, lamió, chupó y mamó la polla que se iba endureciendo cada vez más dentro de su tibia boca y utilizó todos los movimientos que conocía y que había tenido que aprender para satisfacer a tantos diversos clientes y sus variados gustos. Intentando sentir que actos le provocaban mejores reacciones. Intentando con todas sus pocas fuerzas no estropearlo ya que temía al hecho de conocer de lo que el hombre sería capaz.

Mecánico.

No había gusto o sabor en ello.

No había nada más que un hecho.

Acción y reacción.

Ningún sentimiento. Ningún placer.

Solo una simple, rápida y efectiva ejecución.

Finalmente, después de lo que pareció un momento indefinido en el tiempo, Isabella pudo degustar el sabor acre y amargo del semen en su boca y garganta. tratando desesperadamente de aguantar el acto reflejo de las náuseas cuando sentía cada chorro ir directamente hacia su campanilla mientras el glande aún masajeaba su lengua. Tragando de manera frenética una y otra vez para no dejar escapar nada aunque la eyaculación del hombre pareciera simplemente no tener fin.

Tragó duro.

Los ojos le lagrimeaban.

La garganta estaba adolorida y se le cerraba.

la boca y la lengua las sentía entumecer.

Y ella lo único que podía rogar era que todo ello no hubiera sido por nada.

Pasaron unos cuantos segundos más en los que ninguno se movió. Uno por miedo y el otro por simple comodidad.

El pene aflojándose drásticamente tras la tempestiva liberación.

Ella nunca levantó la cabeza. Ella sabía mejor que eso.

El chasquido del remover de tela y luego el sonido de un encendedor ser encendido fue la pauta para que, en silencio, ella se apartara un poco y comenzara a ordenar el miembro en sus costosos calzoncillos y luego el pantalón que debía valer más que todo lo que ella nuca había tenido.

Esperó.

Y esperó...

Los nervios comenzaban a traicionarla.

El silencio siempre era lo peor. Nunca sabías si solo iban a tirarte los billetes antes de irse o si de pronto vendría un golpe que nunca viste venir.

Pero nada de eso llegó.

—Mmm... Bien. Bastante bien. Me has dado una grata sorpresa Isabella, pensé que no estarías tan dispuesta y hasta había estado pensando en algunas formas creativas para doblegarte. Ahora creo que no serán necesarias ¿verdad?

—No, señor.

—Puedes decirme amo. Señor solo pueden decirme mis mascotas más preciadas y, aunque no dudo de que pronto te convertirás en una de ellas por ahora no tienes ese privilegio.

El silencio espeso expresaba que se esperaba una respuesta. Una respuesta adecuada.

—Entiendo, amo.

—Muy bien. En verdad muy bien. Fue lamentable pensar que no podría jugar contigo por el mal cuidado que te proveyó mi querido hermano Cayo, pero aún así veo que en algo te ha enseñado bien. Complacer a pesar del propio dolor es algo que tengo muy en cuenta Isabella, espero lo entiendas.

Ella solo asintió porque él enseguida continuó mientras intercalaba con las palabras el cigarrillo entre sus dedos.

—Por ahora me has complacido pero espero que te recuperes pronto para que pueda estrenarte como es debido. Quizás incluso puedas conocer a mis otros juguetes. Eso lo veremos luego. Puedo decir que algunos de ellos están bastante ansiosos e intrigados por conocerte. No es habitual que Jasper o yo mismo nos preocupemos tanto por una... novata en nuestra preciada y cerrada familia.

—Gracias... amo.

—Bien. Pronto no vacilarás en decirlo como algo natural. Mientras tanto te daré un par de días para que sanes como es debido ya que no me gusta perder el tiempo con recaídas innecesarias. Jasper vendrá a hacerte las curaciones y cambios correspondientes y yo pasaré de vez en cuando para revisarte. Una vez que estés curada pasarás a tu habitación junto con los otros. Espero obediencia absoluta Isabella, espero sepas eso. Cayo puede parecerte la bondad en persona si me haces enojar con alguna estupidez ¿queda claro?

—Sí, se... Sí, amo.

—Bien. Comerás lo que se te dé y tomarás tus medicamentos. Esta es una prueba Isabella. Si quieres matarte realmente encontrarás algún elemento con el que hacerlo. No me importa. Lo único que será es una molestia para ir a tirar el cuerpo y una pérdida de tiempo por mi parte al tener que encontrar un juguete nuevo. En cambio, si vives, puedo asegurarte que tendrás no solo un techo, comida y abrigo, sino que además tendrás un trato relativamente justo al igual que todos los otros. Yo SÍ me preocupo por mis juguetes. Daños en medio de mis sesiones puede haber seguro, pero luego serán tratados y nunca abuso de un juguete en recuperación. Estos son los hechos. Ahora es tu decisión. No creas que porque estás en este infierno en el que vivimos todos no la tienes. Siempre hay una. La única diferencia es que suele ser más drástica y difícil que la del resto de la considerada sociedad normal.

Silencio de nuevo.

La respiración de la joven se había quedado completamente enganchada a mitad de la conversación. Las palabras taladrando sus oídos y más tarde su cerebro con la cruda realización.

—Te dejo ahora. Mañana vendrá Jasper a hacer la primer revisión —dijo el hombre antes de simplemente dar un paso atrás, girar y retirarse por donde había venido como si no hubiera estado hablando respecto de la vida de una persona.

No. No persona. Juguete. Los juguetes no tenían vida realmente más que la que uno le daba.

Ahora era momento de decidir pero... ¿realmente tenía una elección al respecto?

3 de junio de 2013

EL INFIERNO TRAS SU MIRADA... CAPÍTULO 13

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EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

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CAPÍTULO 13

***

Mientras que Jasper se encontraba sumido en su triste reflexión no notó como Isabella abría sus ojos y lo miraba con sus grandes y aún demasiado extrañamente expresivos ojos cafés.

No notó su miedo. Su incertidumbre.

No notó como ella aprovechó su lejanía para estudiarlo.

Sin embargo la magia finalmente se rompió cuando tras unos cuantos minutos de mirarlo fijamente casi sin siquiera pestañear, él finalmente sintió el peso de esa mirada. El miedo creció.

Tras unos minutos en los que él la calmó, ella pudo -por fin- enterarse entonces de lo que le había sucedido.

No le extrañó. Ni en lo más mínimo. Después de todo ella había sido plenamente consciente de que ese día Cayo había sido particularmente cruel en esa ocasión. Y, el dolor, no, el dolor que había experimentado tampoco había sido como el habitual a sus encuentros. En un momento lo había comparado con aquel que sufrió cuando un Cayo verdaderamente molesto la había forzado a entretener a un grupo realmente sádico de amigos hacía ya unos años.

Una experiencia que su 'jefe' tuvo a bien no repetir después de ver lo mal que realmente había quedado.

Sí. El dolor de aquella última sesión con su jefe pudo haber llegado a rivalizar con aquella aunque no entendía muy bien porqué ya que era tristemente sabido que ella ya estaba acostumbrada aquellas cosas y que tenía bastante resistencia ya a todos esos caprichos.

Decidió no pensar demasiado al respecto. No quería recordar y perderse más de lo absolutamente necesario.

Ella no sabía que no debía ponerse nada dentro como los tampones en situaciones así ya que podrían causarle una seria y progresiva infección. Supo entonces que realmente tuvo una extraña 'suerte' de no haberse agarrado nada de eso hasta entonces, ya que, si era completamente honesta consigo misma -algo que odiaba-, todas estas situaciones eran mucho más habituales de lo que realmente le gustaría pensar... o experimentar para el caso. No, sin dudas no era nada atípico en su vida. Ni poco frecuente si iba al caso.

Se preocupó por Jane. La pequeña niña rubia que a pesar de ya haber visto tanto en su corta e insalubre vida, aún tenía que vivir en carne propia los aspectos más bajos y lujuriosos de la misma. Le preocupó que siguiera viva pero, una vez más el joven rubio frente a ella la tranquilizó.

No lo suavizó. No hacía falta... y sin dudas era mucho mejor la verdad cruda, cruel y dura. Siempre era lo mejor.

—Está viva. Ahora descansa.

Viva.

¿Realmente aquello era lo mejor? ¿y para quién? ¿En verdad podría considerarse lo mejor para la niña? ¿Para qué? ¿Para qué lograr subsistir a este tipo de cosas una y otra y otra vez? ¿O para ella? ¿Para que en su mísera consciencia no cargara además con la carga del peso de la muerte de la pequeña de cabellos de oro que traicioneramente había llegado a apreciar justo en esos momentos en los que ella sentía que no podía con un gramo más?

Egoísmo.

Sí, egoísmo. Una ley de las tantas no escrita en esta vida de mierda en la que estaba hundida... y perdida.

La gran mayoría ni siquiera se lo toma a mal o como algo personal. No. El egoísmo es solo un modo de vivir... de sobrevivir. el modo normal de subsistir.

Ya ha quedado claro que solo eso se podía hacer allí.

Hombres como Cayo no solo llevan el egoísmo a ciertos extremos a los que no todo ser humano llega, sino que además, lo acompañan con la avaricia, la ambición insana del poder y todo lo que lleva hasta ese punto en el que se deja que sus sentimientos se distorsionen y su humanidad se pierda irremediablemente sin retorno.

En cambio... hombres como el tal Carslile...

No sabría si decir que eran mejor o peor. Uno solo podía sentirlos. eran, extraños. Tenían mucho pero a la vez les era todo casi, indiferente. Eran hombres perdidos. No tenían límites. No los conocían. No querían conocerlos.

Ella ya había sufrido a manos de algunos de ellos. generalmente amigos 'privados' de Cayo. Amigos a los que les debía 'favores'. amigos a los cuales ella y algunas de sus compañeras de penas debían pagar. Con su carne. Con su dolor. Con su sangre. Con sus lágrimas y sus miedos. Con su cordura... y las grietas de su propia sanidad.

Tanto dolor.

Tanta crueldad.

Tanta miseria y desperdicio humano visto, olido, presenciado y vivido en tan corto tiempo que irónicamente parecía eterno.

Tanto mal en tantos niveles diferentes a los que siquiera podría comenzar a enumerar y a los que hacía parecer como si lo que muchos denominaban o predicaban como el infierno no fuera más que un parque para niños. Niños inocentes. Niños vedados.

Tanta decadencia.

Y, en contra punto, de pronto aparecía alguien. Gente como este joven, con sus miradas perdidas y comprensivas y palabras cálidas aunque fueran distantes. Gente que le haría recordar que, en alguna parte de este mundo podrido y jodido había algo muy diferente a su vida. Algo que le recordaba aquellas breves memorias de cuando una vez se le permitió ser feliz en su niñez.

Esos pequeños recuerdos que tanto se esforzaba por mantener a pesar de no querer recordar casi nunca, como si fueran un preciado tesoro.

Era algo que no sabía si agradecer o maldecir.

Los recuerdos podían llegar a ser muy engañosos. Peligrosos. Creaban expectativas de falsas esperanzas.

Creaban ilusiones.

—¿Quieres que te hable de como es aquí?

Realidad.

16 de abril de 2013

el infierno tras su mirada... capítulo 12

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EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

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CAPÍTULO 12

***


Jasper se quedó haciendo vigilia por el resto de la noche. Obvio como siempre los gritos de súplica y los llantos de dolor que resonaban como ecos lejanos en el medio del silencio nocturno, eso no era ajeno para él y, aunque pareciera cruel y frío, él ya sabía como bloquearlo. Nada más. Nada menos.

El día llegó e Isabella despertó. Jasper tuvo a bien el calmarla tanto como pudo cuando ella casi salta de la cama al verlo allí con toda su desorientación evidente encima. Él solo se limitó a hablarle con su voz sedante y explicarle así lo que sucedió.

Ella solo lo miró.

Jane no regresó.

Una vez que Jasper le informó a su amo que la joven se hallaba despierta y bien, Carslile finalmente se retiró a dormir a su alcoba. Salió del cuarto en donde se había encargado de descargar sus frustraciones y excesos si siquiera detenerse a vestirse o mirar atrás. No le importaba. No quería ver con nuevos y frescos ojos el nivel de su enojo en aquel cuerpo que sabía se hallaba tirado en aquella gran cama, completamente desmadejado e inerte.

Jasper, diligente, lo siguió en silencio y le acomodó el cuarto antes de retirarse y dejar a su amo descansar.

Por lo menos hacía ya rato que no había gritos ni llantos.

Silencio.

Hermoso y nefasto silencio.

Jasper sabía mejor. Él sabía que era ahora su responsabilidad arreglar cualquier tipo de desorden que hubiese en el cuarto, por lo que llamó a una de las chicas para que ayudase a la niña y a uno de los chicos para que le ayudase a acomodar el cuarto.

―Parece que el señor estuvo 'motivado' anoche ¿Qué sucedió?

―Cierto... Oímos mucho ruido...

Jasper negó.

La niña no presentaba buen aspecto para nada. Pero estaba viva.

―Trajo dos nuevas. Ésta era la virgen y era su juguete de fin de es la otra la que le importa ―volvió a negar mientras quitaba las mantas y las arrojaba indiferente hacia un cesto para la ropa―. Él estrenó a esta pero...

― ¿Pero? ―preguntó la joven. La curiosidad por lo nuevo no era algo extraño aquí teniendo en cuenta que nadie, ningún juguete tenía contacto con el exterior a menos que fuera en compañía de su amo. Y así y todo ese era un raro 'privilegio'.

―Pero la chica casi muere desangrada anoche ―dijo revelando en su voz su evidente molestia con todo este asunto.

Era más que molestia realmente. Estaba verdaderamente enojado.

Él había visto de primera mano las heridas. La... brutalidad con que fueron hechas... No tenía palabras. Cada vez que veía algo así no podía evitar pensar en su hermana. No podía evitarlo. Y le frustraba tanto como le molestaba. No quería hacerlo. Prefería el dolor de la insensibilidad.

―Fue... ¿Fue él? ―susurró el chico. Completamente consciente de lo verdaderamente cruel que podía ser su amo si se le retaba a ello.

El chico era aún demasiado joven. Casi se diría nuevo en todo esto. El menor de todos ellos en edad y quizás en su pobre ingenuidad. Lamentablemente para él.

―No. Ella no es nueva.

Silencio.

Eso lo resumía todo.

Una simple frase.

Una jodida oración.

Cuatro míseras palabras.

Quince letras condenatorias.

A eso se resumía todo. En eso se evaluaba allí el estado de una vida.

En silencio la habitación fue acomodada. Ya nadie quería saber más. Nadie necesitaba saber más. No hacía falta. Sus mentes era demasiado imaginativas y demasiado informadas en lo referente a ese mundo en el que todos se hallaban condenados de una manera o de otra.

Una vez que la tarea fue cumplida y todo quedó tal y como debiera, dejaron a la niña -ahora limpia-, de nuevo en el centro de la cama ya completamente armada e higienizada, fresca, una vez más.

Jane ni siquiera se despertó. Ella fue levantada, aseada y vestida con otro tipo de vestiduras ligeras -que eran evidentemente ideadas para el fácil acceso-, y ella ni lo notó. No estaba desmayada como podría creerse y esperarse, no. Su mente solo se negaba a regresar al mundo de su fatídica consciencia . Se negaba a enfrentar por propia voluntad aquella realidad que, irónicamente, era su peor pesadilla.

Aún así, de un modo casi onírico, pudo sentir el ligero toque de manos delicadas sobre su maltratada y sensible piel. Toques suaves como una pluma.

Se dejó hacer.

¿Qué más le quedaba?

Disfrutó secretamente y en privado de aquella extraña caricia. Extraña en más de un sentido porque nunca en su vida nadie la había tratado con tal cuidado.

Nadie.

Esto era desconocido... y agradable. Y por eso solo era más y más extraño.

Bueno... nadie excepto quizás Isa. Isa, quién era la única que mecía sus cabellos y quien a veces apretaba su hombro en señal de apoyo. Que la mirada con dureza cuando, por estar aburrida o por querer ayudar, se arriesgaba a aventurarse más allá de las puertas permitidas; y que la miraba dulce cuando le decía que si alguna vez se iba ella la sacaría. Sí, Isa era buena. Era. porque allí, en el medio de la escoria; respirando, tragando y nadando en ella... la bondad se iba. La bondad moría.

La escoria mataba la esencia del alma de los desafortunados.

Sí, Isa había sido buena... pero este tacto. Este tacto era tan, relajante.

Los chicos partieron sin demoras hacia su cuarto tras terminar. A nadie le gustaba la idea de cruzarse por error con su amo cuando se encontraba tan inestable y nervioso.

Eran errores que todos habían cometido y que muy prontamente aprendieron a evitar.

A nadie le gustaban las consecuencias de sus errores. Todos trataban de o tentar el castigo. La originalidad de su amo para los castigos era conocida, temida y respetada. Sobre todo por aquellos que la habían vivido en carne propia.

Jasper no tuvo esa suerte.

Él no podía irse sin terminar de organizar todo.

Y en el todo se incluía el revisar a la niña. Una niña que al parecer tenía gran poder sobre su amo... y sobre él porque, aunque no quisiera de ninguna manera sentirse así, sucedía. El ver a esa niña tan débil pero, extrañamente firme; tan hastiada y a la vez casi, esperanzada -de una manera muy críptica-, le provocaba cosas que sabía nunca debía permitirse sentir. No por alguien así. No por un juguete de su señor. Eran la muerte.

Él no podía darse el lujo de 'encariñarse' o sentirse 'protector' con alguien que estaba claramente bajo los deseos y designios de su amo. No podía perder otra vez. No quería sentir porque, la última vez que sintió... fue demasiado alto, un precio demasiado malditamente alto. Demasiado...

Aún sentía el dolor recorrer su cuerpo al recordar a su pequeña Alice.

Él la amó, de eso estaba absolutamente seguro, pero aún así no pudo salvarla. No de ella misma.

Su amor lo cegó, y para cuando se dio cuenta de lo sucedido, ya era demasiado tarde.

Cuando ella se enteró de que él y su hermana habían salvado a Carslile se sintió traicionada. Tanto, que sin decir nada, aprovechó su posición para convencerlo de dejarla salir un poco cuando el amo no estaba.

Craso error.

La pequeña e hiperactiva Alice supo muy bien donde buscar.

En cuestión de minutos se había tragado un frasco entero de pastillas para la depresión y medio tarro de pastillas para el dolor muscular.

Como si nada, ella lo buscó para hacer el amor una vez más... y luego terminar muriendo en sus brazos mientras le suspiraba entre lágrimas el porqué lo había hecho y preguntando finalmente que porqué ellos habían salvado a ese monstruo.

Ella no entendió.

Nunca lo haría.

El joven rubio nunca lloró tanto como entonces. Nunca sufrió tanto ni entonces ni ahora, por eso... por eso es que esto le causaba miedo, casi pánico. El sentir algo, lo que fuera por esa niña frágil y fuerte. Algo, cualquier cosa.

Él no podía sentir nada por nadie más que por su hermana. Así era y así tendría que seguir siendo.

Él tenía que asegurarse de ello.

Y lo haría.

¿¿¿ OPINIONES ???

14 de marzo de 2013

El infierno tras su mirada capítulo 11

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EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

***

CAPÍTULO 11

***


Tras tres horas de sueño Carslile despertó sintiéndose agradablemente renovado.

Inmediatamente se colocó su suave bata de seda italiana y fue hacia donde estaba su agotada, presa. Porque era muy simple; en su visión enferma y retorcida, eso era todo lo que ella era, una nueva presa con la que jugar. Una presa marcada; por él. Era suya. Él fue su primero. En todo. Y eso, eso era algo sublime.

Había muchas culturas tanto antiguas como actuales, paganas o no, donde la pureza la inocencia del cuerpo; la virginidad de una niña, era sagrada. Vanagloriada en sacramentos.

Y él la había tomado de ella.

Su felicidad alcanzó cotas muy altas cuanto sintió a su cuerpo embestir y quebrar aquella fina barrera. Él podía sentir en su boca los primeros jugos femeninos, aún podía sentir en sus manos los estremecimientos de la carne pura... Podía sentir en su miembro el dulce desgarro de la fina capa que la marcaba como su posesión.

Entró en la oscura estancia con sigilo, avanzando hasta que notó el subir y bajar del plexo de la pequeña, aun acurrucada en el medio de la mullida y suave cama, enredada con gusto entre las delicadas sábanas. La observó con la poca luz lunar que se entrecolaba por entre las persianas de los grandes ventanales. La observó en silencio, tal y como un felino cuando acecha a su presa, disfrutando y dilatando el momento de la caza. Saboreando la adrenalina.

Finalmente su excitación le hizo consciente de que debía poseerla de nuevo.

Y así lo hizo.

Tan solo prendió la tenue luz de la lámpara en la mesa de noche y disfruto de notar el sobresalto natural de alguien que está acostumbrada a dormir en guardia. El olor del miedo comenzaba a llegarle en oleadas a su hambrientas fosas nasales. Aspiró aun más.

Tentación.

Locura.

Deseo.

Perversión.

Obsesión.

Excitación.

Su boca marcó aquella blanca carne con fuertes y profundas succiones.

Sus dientes perforaron la tierna carne como si fuera un mero manjar a degustar.

Sus manos apresaron, apretaron, pellizcaron, golpearon y lastimaron su propiedad.

Su miembro.

Su miembro creció y latió con cada grito. Marcó y mancilló lo más profundo de su interior de todas las formas que pudo imaginar.

Perforó. Lastimó. Desgarró. Marcó.

Su semen bañó su cuerpecito por dentro y por fuera. Escurriéndose sin prisas y sin pausas por entre los pliegues de -hasta ese entonces-, infantil carne.

Cálido, pegajoso. Blanco, espeso.

Asqueroso. Repugnante.

La bilis en la boca de la niña amenazaba continuamente con salir de su boca. Y continuamente obligándose a que eso no ocurriera porque sabía, ella solo sabía, que eso sería más allá de algo fatal.

Jane nunca supo cuanto tiempo pasó hasta que él pareció finalmente hartarse. o lo supo. No le importaba. No quería saberlo. No quería recordar.

Su mirada antes vidriosa y llena de vida que, aunque triste era suya, ahora yacía opaca y distante. Perdida. Perdida mirando la nada. Una nada en la que ella se hundía. Un pozo negro absolutamente necesario para poder afrontar el hecho de seguir respirando.

Tan, tan perdida que llegó al punto de ni siquiera notar los acelerados golpes en la puerta, No notó a su captor, a su propio Lucifer, dejar el lecho para atender... ni mucho menos notó el matiz de urgencia en las apresuradas palabras murmuradas o el tenor de las crecientes maldiciones.

Su razón la abandonó.

Y ella fue. Tan solo fue.

.

_ ¿No sabes hace cuánto que está así? _ preguntó el hombre mientras iba a paso acelerado hacia su alcoba en busca de lo imprescindible que pudiera necesitar teniendo en cuenta lo que el joven ante él le decía.

_No, amo. Después de que usted me diera sus órdenes tardé al menos una hora en dejar lista a la visita del cuarto negro una media hora más en llegar al cuarto de paso, así que es de suponer que puede haber varias horas de margen para especular.

El hombre juró.

No podía ser. No podía suceder.

Ella era SU premio.

SUYA y de nadie más.

Rápidamente tomó sus cosas y corrieron ambos por el pasillo hacia las escaleras.

Había veces en que Carslile se excedía un poco en sus gustos, por lo que siempre tenía a mano varias cosas médicas que, quizás no fueran aptas o convencionales, pero seguro como el infierno que le eran muy útiles.

Ni hablar de llamar a una ambulancia. Y tampoco podía tirar su cuerpo en algún lugar de tránsito porque, maldita sea ¡él quería hacerla suya!

Terminaron ambos bajando a los saltos y entraron de golpe al cuarto.

Un cuarto en el que reinaba el olor a sangre.

Jasper podía sentir la urgencia, la tensión, el casi terror de su amo para con esta joven... y supo con pesar que no se había equivocado en sus previas valoraciones.

Esta niña tenía algo.

Él no la había revisado. No tenía los conocimientos suficientes como para hacer algo de importancia, más sí sabía lo básico y, al ver que eso en verdad era más allá de lo que él podía manejar, corrió sin demora por su amo con el creciente miedo de interrumpir su sagrada hora de juego con un juguete nuevo. Pero debía hacer algo... Y así lo hizo.

Supo en cuanto vio de donde provenía la sangre que la niña no había sido la causante así que supuso que efectivamente era producto residual de quien la hubo tenido hasta entonces porque, se notaba a leguas que no era nueva en el negocio. Vagamente pero sin la generalizada emoción que sucitaría el pensamiento, se preguntó cuan pequeña fue al entrar en este negocio. Conocía a su hermano y sus perversiones eran altas, casi como las de él, pero muy diferentes en sus sentidos. Si es que algo como eso tenía sentido.

_Jasper ve abajo y tráeme dos bolsas de Orh+ ¿Rápido! ¡Mierda!

Resultó que aquello que Isabella se había estado curando tras la visita a su jefe había sido un desgarro vaginal/anal que, por la brutalidad del hecho y sumado a los juegos de los hombres de su noche fue suficiente como para unirlos y dejar un inmenso corte en lugar de dos. Un largo y doloroso desgarro que abarcaba la totalidad del perineo. El agua fría ayudó a coagular la sangre lo suficiente como para que comenzara a cicatrizar una vez más. La coca de la noche anterior le quitó el dolor y la sensibilidad, pero el hecho de atender más y más clientes, y en particular ese par de amigos que manejaron a golpes su cuerpo ya maltrecho, terminaron abriendo poco a poco. El tampón que uso para evitar mancharse en su sueño y el de la mañana que usó junto a una toalla femenina para evitar más preguntas y golpes lo hizo invisible, aun para su ignorancia en el tema.

Ahora, después de tanto, todo ello rebalsó y el resultado fue una perdida abismal de sangre.

Y ése era el problema. La sangre. No la herida. La herida podía coserse, pegarse o darle tiempo tal y como si fuera una episiotomía tras un parto. La perdida masiva de sangre sin dudas era mucho peor. El comienzo de otras cosas.

Con el pulso infinitamente más bajo de lo considerado normal, y la más que obvia desnutrición, más que probable anemia y la reciente curación fueron necesarias tres bolsas de sangre para restituir en parte el color a su piel y una tibieza un poco más natural a su hasta entonces helado cuerpo.
Carslile la cosió, revisó y curó esa junto a otras tantas pequeñas heridas.

Isabella.

Verla allí, tan pequeña e indefensa. Tan dócil e inocente en apariencia.

Era más que una tentación para él. Mirar su cuerpo desnudo. Oler su sangre.

Pero no era el momento. No podía hacerle nada ahora. Y de todas formas toda esa visión sería muchísimo más disfrutable cuando fuera hecha por su mano y causa. Lo sabía.

Maldijo a su hermano por descuidar y menospreciar a su juguete. Estúpido Cayo.

La curación no había tomado mucho pero, el enojo por saber que le tomaría aun más tiempo de espera para disfrutar en condiciones óptimas ese juvenil cuerpo casi rayano en lo infantil. Ese cuerpo de ninfa que lo llamaba a reclamar... lo ofuscó... Y se desquitó.

La pequeña Jane no solo no supo nada de lo sucedido, sino que además sufrió en su carne toda la furia, la frustración, el deseo y la tentación, la gula por un cuerpo que aun yacía desvanecido un piso más abajo.

Hubo gritos. Hubo lágrimas.

Hubo de todo. Pero él no paró. No iba a hacerlo por algo tan insignificante como el dolor de esta presa. No cuando la rabia por no poder tener a su juguete corría aun con fuerza por sus venas.

Casi parecía como si buscara causarle el mismo tipo de daño.

No lo hizo. Pero no por eso dolió menos... Y él se regocijó en ese dolor.

Dolor por dolor.

Sangre por sangre.

Ése era el mundo en el que Carslile se había criado.

¿Cómo o porqué habría de esperarse entonces algo más de él?

5 de enero de 2013

el infierno tras su mirada... cap 10

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EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

***

CAPÍTULO 10

***


Habían pasado ya más de tres horas cuando un ligero golpe en la habitación la sobresaltó de su duerme vela -no quería estar completamente dormida por estar alerta para cuando la pequeña Jane regresara. Porque en algún momento debía de volver ¿verdad?

Cautelosamente -sabiendo por la manera confiada de tocar en aquel lugar que no se trataba de ella-, abrió la puerta y vio lo que fuera que le aguardara al otro lado.

Un joven de aspecto pulcro y ya algo mayor que ella le esperaba pacientemente mientras ella lo miraba. Acomodando lo que parecía ser una enorme bandeja entre sus manos.

― ¿Me permite pasar señorita?

La voz del joven transmitía inmediatamente una extraña sensación de calma. Una calma semejante a la de una persona que le habla a un animal asustado, acorralado.

"Buena analogía" –pensó Isabella al tiempo que, casi por inercia, se hacía a un lado y le permitía el paso.

Su edad no la engañaba. Tampoco su aspecto. Su mirada, la manera de moverse, de estudiarla. Ella sabía. Simplemente había algo dentro de ella que él la estudiaba tanto o más que ella a él, cosa que demostraba a su vez que -a pesar de sus muy estudiados y controlados movimientos-, él venía de su mundo. No que solo había estado, sino que se había criado en él, lo había visto, lo había sentido, respirado e incluso probado, estaba segura de ello; él era así, como ella y como tantos otros pobres infelices.

―Buenas tardes. Mi nombre es Jasper. El amo me ha pedido que le traiga comida y líquidos hoy y mañana y que viera y le preguntara si hay algo que necesite.

No entendía. En verdad que no lo hacía. ¿Acaso estaba soñando? ¿Qué era esta farsa de tratarla como una señorita y ofrecerle cosas con toda la elegancia y el respeto cuando ella no era más que una puta -en el sentido más literal de la palabra- y una prisionera?

― ¿Y si te pido un poco de coca para olvidar donde estoy y lo que soy? ¿O si te pido que me mates sin remordimientos o que, en su defecto, me des algo para hacer yo misma el trabajo, lo harías?

Tuvo que hacerlo. Tuvo que probar.

Jasper no vaciló. No se conmocionó por aquellas duras y crudas palabras salidas de la boca de una pequeña que no debiera ni siquiera conocer el sentimiento. Podía sentir el dolor y la tristeza impregnadas a fondo tras cada una de ellas y, si fuera alguien un poco más débil, sin dudas le habría afectado lo suficiente. Quizás hasta hubiera cedido a alguno de sus pedidos. Pero no lo era. No había sobrevivido a toda esa mierda siendo un estúpido mocoso débil y mucho menos teniendo compasión de otros cuando nadie, absolutamente nadie la había tenido para con él y su hermana. Allí uno no se podía dar ese tipo de lujos porque, era algo simple, la regla de la vida que la sociedad podrida y profana intentaba tapar. Era la ley de la naturaleza que regía en lo más hondo del sistema de cada uno en el momento de mayor adversidad.. Era la supervivencia del más apto. La supervivencia del más fuerte. Del más inteligente. Del más capaz. Tal y como en la jungla subsistían los animales, así era allí para ellos también. Ellos eran los pequeños desperdicios animales de la putrefacta sociedad. Lo que nadie quería ver. Sí, sin lugar a dudas allí también regía esa regla y era así porque, en aquel purgatorio, aquel infierno era su selva de cristales y cemento, la yuxtaposición de realidades abstractas... allí, donde vivía el animal más peligroso de todos. El humano.

Jasper respiró.

―Por como me miras y lo que dices sé que entiendes que yo sé TODO lo que pasa aquí y que de seguro te cuestionas si estoy en tu misma condición o si te podría llegar a ayudar. La respuesta a ambas es no. No estoy aquí retenido como tú y NO, no te puedo ayudar de ninguna forma porque con ello podría perder esta endeble libertad ganada. Espero entiendas porqué no querría verme obligado a informar nada que pudiera traerte verdaderas... consecuencias.

Claro. Conciso.

Los límites se habían dicho.

Extrañamente Isabella sabía que por él no haría nada. No se sentía con el derecho de arruinar a conciencia la libertad de nadie a este infierno de submundo y, este chico... este chico le daba algo de paz. Algo de tranquilidad. Una falsa pantalla de apoyo.

―Entiendo. No te meteré en problemas si puedo evitarlo pero, creo que entenderás si te digo que no creo que aguante mucho más de esto -suspiró. Un suspiro cargado de un augurio de muerte inminente e incierta― ¿Puedo saber donde estoy? Espera ¿Quiero saber donde estoy?

El joven de indómitos y leoninos cabellos rubios dejó por fin la bandeja que aun cargaba en sus esbeltas y finas manos, comenzando a acercarse lentamente a ella hasta quedar mirándose fijamente frente a frente.

―Estás en el infierno. Lo sabes. El mundo que conoces es el infierno en la tierra, lo sé; pero, debes creerme cuando te digo que hay mucho más que esto allí afuera y que, aunque suene peligroso... aun puedes tener esperanza.

Esperanza. La peor blasfemia que se le podía decir a alguien en su situación.

La reacción de la joven fue la esperada. Una mezcla de sorpresa y traición. Una mezcla absurda de indeseado anhelo y completa amargura.

Una reacción más que impropia de alguien de su edad pero tan apropiada para alguien como ella. Para alguien que ha vivido lo que ella.

― ¿Por qué? ¿Por qué quieres que me haga una vaga y tonta ilusión que me terminará matando de la peor manera? Ah ¿Es por eso acaso? Eso es... demasiado cruel. Eres peor que todos ellos. Si sabes lo que es estar aquí, así... deberías saber... ¿Por qué quieres hacerme creer en lo único que en verdad me puede destruir?

―No lamento lo dicho. No lo entenderías. No ahora por lo menos. Eres... diferente. Sí, eres diferente de otros que he visto. Aún no sé si es mejor o peor. Tienes algo, no sabría decir bien qué, pero es algo... ―dijo él mirándola ligeramente extrañado―. Intenta sobrevivir ¿quieres?. un día a la vez pequeña. No estás sola, aunque lo parezca.

A pesar de hablar cara a cara de un tema tan profundo e importante como debiera el de ser el hecho de vivir o no, ellos mantenían las expresiones firmemente atadas. Sus rostros no reflejaban nada. Nada de dudas o temores. Nada de tristezas o derrotas. Nada de expectativas... nada de esperanzas.

Rostros en blanco.

Mentes en caos.

Una mirada.

Finalmente Jasper se dio la vuelta y salió de la habitación. El sonido del pestillo al trabar la cerradura de la puerta sonó condenatoria. Sí, una nueva jaula. Una nueva cárcel. Quizás más brillante y elegante, pero ella sabía que estas en definitiva erran las más engañosas. Eran aquellas que te deslumbraban con su fulgor mientras que uno, enceguecido, obviaba el hecho de la tortura implícita. Eran aquellas que te encandilaban, atándote a la vida cuando en realidad anhelas la muerte. Porque, la elegancia y el glamour, tan solo existían para ocultar las más grandes y desconocidas perversiones. Dejándote vencido perdido ante ellas.

Isabella entonces quedó allí, de pie, mirando la puerta cerrada igual que los treinta minutos anteriores. Su mente bullía en probabilidades ilusas.

Esperanza.

Qué crueldad.

¿Por qué habría de tenerla? ¿Por qué habría de tenerla alguien como ella? ¿Para qué?

¿Quizás para terminar de quebrarse cuando notara que no servía de nada?

La joven negó con la cabeza y por fin puso su cuerpo en movimiento.

no sabía que hora era. No importaba tampoco.

Se sentía exhausta.

Con asombrosa lentitud fue nuevamente hacia la cama y se recostó con cuidado en ella -aun le dolían los golpes recibidos el día anterior... y también los del día anterior a ese. Incluso algunos anteriores muy mal curados-. No quiso tocar la comida. No estaba segura de lo que hubieran puesto en ella.

De pronto, ya entre la comodidad de las sábanas, comenzó a sentirse muy mal. El cansancio era demasiado. Sus párpados pesaban anormalmente y terminaron cerrándose sin que siquiera lo notase. Su respiración se hizo lenta y pausada. Muy aletargada. Sus músculos adoloridos o no, dejaron de obedecerle.

Era una batalla perdida... y ella se rindió al sueño que la arrastraba a sus aguas mientras se volvía una vez más pequeña en lo más profundo de su mente. Una pequeña acurrucada en el calor absurdo de la soledad. Disfrutando de la cálida y desconocida oscuridad.

Lamentablemente -o quizás afortunadamente, todo dependía de como se lo mirase-, lo que no notó, era que ese cansancio repentino y extremo no era producto del sueño.

Lo que no notó era como un río carmín corría libremente hacia abajo desde su entrepierna y su trasero.

Sumida en el engañoso letargo, no notó el dolor.

Muchas gracias a quienes siguen fielmente cualquiera de mis historias ^^... Sé que estuve ausente un tiempo bastante largo y es ueno saber que aun así están dispuest@s a leerme y a sseguir mis locuras...
Muchos besos y mis mejores deseos en este nuevo año... VOLVÍ!!!! XD 
*Guada*

23 de diciembre de 2012

El infierno tras su mirada... Capítulo 9

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EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

***

CAPÍTULO 9

***
Los sollozos no aminoraron, ni tampoco le conmovieron. Su mente esquiva, tan solo con un claro objetivo. Uno con varias consecuencias.
POSEER.
Que palabra tan corta y simple para tal gama de definiciones y ramificaciones en hechos y acciones.
Quebrar. Destruir. Mancillar. Marcar. Doblegar.
Quebrar el espíritu.
Destruir el futuro.
Mancillar la pureza.
Marcar el cuerpo.
Doblegar el alma.
POSEER.
En algún momento impreciso de aquella tortura Jane pensó en ya no resistir. Mas no se le permitió.
Por momentos, el dolor se volvía tan intenso, tan avasallante y tremendo que hasta se sentía incapaz de pensar. Razonar.
Su pequeña y frágil mente se bloqueó ante el espanto de lo que vivía, de lo que sentía.
Dolor.
La profanación impúdica de su cuerpo parecía inacabable. El quiebre de su alma a tan solo un suspiro de suceder. De rendirse.
Lo sabía.
Sabía que él quería eso... y luchaba por no dárselo. Luchó con una voluntad hasta entonces desconocida. Se resistió a ello... se resistió cuanto pudo. Pero no más.
Todo le dolía. Dolía demasiado.
Si en algún momento quiso morir cuando él partió con ese deleite sádico su inocencia en miles de retazos sin el menor cuidado, nada la preparó para el dolor en su punto álgido junto con el sentimiento de pura ruptura que la embargó cuando aquel monstruo que la poseía de forma demoníaca la tomó con extrema brutalidad por aquel tenso y pequeño orificio lleno de músculos desconocidos que aun en medio de aquella bruma de desesperación fue capaz de sentirlos desgarrarse adoloridos ante el paso imparable de aquella carne enhiesta.
En algún momento perdió su voz.
En algún momento deliró de dolor.
En algún momento... en algún momento supo que él ganó.
.
.
Carslile se sentía en las nubes.
El tomar aquel cuerpo débil. El marcar su alma hasta agrietarla.
El sentir ese sublime tipo de placer sobre quien buscaba quebrar... Era algo inmenso. Una sensación magnífica. Una gloria absoluta.
Y quería más.
Su codicia sobre aquel cuerpo ya roto y mancillado crecía a pasos agigantados.
Él tomó entonces cada parte de ella, con egoísmo, con brutalidad, sintiendo una siniestra dicha al saber que toda esa pureza e inocencia ahora eran suyas para poder tomar aquello que en realidad deseaba. Su perversión nublando su juicio y llevando su errática cordura hacia lugares más negros que la mismísima oscuridad.
Un hoyo negro comenzaba a fluctuar en él. Un simple hombre insano en el principio del caos.
Hastiado.
Complacido.
Orgulloso.
Impaciente.
Trastornado.
Hambriento.
Deseoso.
El hombre de dorados cabellos y rostro falsamente angelical veía ahora como aquella pequeña figura ratonil temblaba ahora visiblemente bajo su atenta mirada, viendo como las sábanas a pesar de ser oscuras revelaban la pureza arrancada y la consecuencia de la carne lacerada con una negrura opaca y absoluta.
Y no pudo importarle menos.
Una sonrisa sádica, rayana en lo desquiciado, se apoderó de sus facciones al saberse triunfador en su objetivo. La risa diabólica brotando de su pecho salió solo para ocasionar un fuerte retumbe en el cuerpo maltrecho. Crueles estremecimientos de pánico que azotaron aquel endeble cuerpecito.
Carslile quería seguir. Quería jugar. Quería probar sus límites de tomas las formas y maneras posibles. Pero, muy a su pesar, tuvo que reconocer que aquel cuerpo estaba a punto de colapsar y que no sería capaz de resistir con ganas aquello que se estaba comenzando a formar en su mente, así que, con el ceño pronunciadamente fruncido, le permitió en silencio recobrar algo de fuerzas para luego poder quebrarla de nuevo. Sí, disfrutaría más cuando su cuerpo descansado fuera capaz de sentir de nuevo el puro dolor.
Unas nimias horas de descanso no le vendrían mal a él tampoco.
Necesitaba limpiarse la sangre y los fluidos que comenzaban a secarse sobre su cuerpo, sobre su miembro, sus testículos y sus muslos.
Decidido, fue entonces hasta un pequeño escaparate donde había un botón al lado de un aparato incrustado a la pared. Presionó el acostumbrado botón intercomunicador, y esperó.
- ¿Amo?
Ahhh, el placer de estar en casa. El placer de tener lo que sea que quisiera siempre al alcance de su mano y mandato.
Sus hermosas perversiones, listas y dispuestas a él y alguien condenadamente fiel por deuda de vida, por honor y palabra, algo ya tan escaso en estos tiempos.
- Necesito limpieza en el cuarto negro y que alguien prepare el baño en mi habitación.
-Por supuesto, ahora mismo amo.
-Bien. Ah, y que alguien vaya a echar un vistazo a la habitación de ‘invitados de paso’, hay alguien muy importante allí y no quiero que le falte nada. Que se aseguren que tenga líquidos y comida hoy y mañana. Que sea uno de los chicos, o quizás, no, mejor hazlo tú. Quiero que se vaya acostumbrando y familiarizando con todo. Ella será permanente, ya verás –la emoción crecía evidente en su tono de voz al hablar de su nueva adquisición-. Si la vez nerviosa solo dale un tranquilizante liviano con la comida. No estoy muy seguro aun de que tipo de mierdas pueden haberle metido donde estaba así que será mejor usar lo menos posible hasta saber.
-Como guste amo –contestó la melodiosa voz de un joven a través de la línea.
Carslile colgó. Se sentía, satisfecho. Complacido.
Jasper. El fiel y eficiente Jasper.
Carslile giró sobre sí y se agachó a recoger la ropa que había dejado tirada, mas no se la puso. Caminó hacia su habitación recordando como hacía ya bastante tiempo, el instinto lo guió a aquellos hambrientos de algo más que comida. Necesitados de algo más que una buena ducha y cariño. Pudo verlo en sus ojos. Ellos no le temían a andar en la mierda de la vida... pero querían poder controlarla. Querían el poder que sabían otros tenían y del que ellos habían sido presa ya en más de una ocasión.
Él reconoció eso... y se alegró por ello.
Jasper y Rosalie Hale fueron sus primeros juguetes. Los primeros en importarle lo suficiente como para dejar su margen más sádico lejos de ellos y así poder mantenerlos con él en todo momento. Él les dio todo; techo, comida, les curó viejas heridas y enfermedades que se habían pegado por vivir un largo tempo en las calles. Cosas como peleas y dormir en las heladas. Cosas típicas de la supervivencia.
Exploró sus posibilidades. Aprendió como evitar daños irreparables con tal de poder saborearlos un poco más. Fueron buenos juguetes.
Fueron.
Ambos hermanos decían tener apenas trece años cuando los encontró. Abandonados a su suerte por un tío que n se quiso hacer cargo de ellos cuando los heredó al morir sus padres a la temprana edad de los seis años. Habían visto mucho. Habían vivido mucho. Y ahora, en la plenitud de sus casi veinte, los cambios eran muchos más.
Muchos.
De aquellos chiquillos medio desnutridos y completamente desconfiados ya no quedaba nada. Él logró moldearlos a su antojo, a su gusto... y ellos se ganaron a pulso su dominio de sí.
Hacía ya dos años que entre ambos hermanos habían logrado salvarle la vida cuando uno de los tantos listillos de los que trataba se hizo el chico malo. El tipejo había logrado seguirlo y ese día lo había estado esperando a que llegara y entrara para hacerle pagar por haberle quitado unos muy buenos clientes y propagar que su mercancía era la resaca de otros. Fue definitivamente astucia y algo de suerte que lograran que Rosalie lo distrajera lo suficiente como para que Jasper pudiera sorprenderlo y desarmarlo.
Fue algo que no pudo pasar por alto.
A esta altura les había hecho terminar sus bachilleratos a distancia _porque aun salían muy poco solos de la casa_, y estudiaban sus nuevas carreras a la vez que le ayudaban a él e incluso a su padre a veces con los negocios... aunque ya sin la parte por la que él los había recogido en primer lugar.
Esa fue su paga por, a pesar de como había sido con ellos en ocasiones, no haberlo dejado morir. Acto que ellos supieron aceptar agradecidos. Sí, agradecidos, porque, si bien era completamente cierto que él en cierta forma les había jodido la adolescencia, ahora finalmente les brindaba todas las posibilidades para tener un futuro. Un futuro libre de todo ello. Solo por eso ahora era Rosalie quien le ayudaba a encargarse con mano de hierro a entrenar y controlar a las nuevas chicas del negocio y a clasificarlas y distribuirlas entre los diferentes locales, a coleccionar las mejores para los grandes eventos y a mantener a raya a aquellos que creían que no notaría una mercancía con sobre uso; mientras que su hermano Jasper se dedicaba a mantener en orden su casa y a sus juguetes en su ausencia, además de ayudarle a veces con la parte contable que a su vez luego debía entregar a su padre.
De alguna forma extraña y en cierto punto casi irrisoria, ellos le eran leales por propia voluntad.
Y eso lo confortaba.
Tras terminar de andar por los largos pasillos finalmente llegó a su habitación. sonriendo de puro gusto cuando entró al baño y vio que todo estaba listo y tal como le gustaba.
Se bañó larga y deliciosamente, sabiendo que todo estaría en orden y disfrutando del silencio y la tranquilidad mientras rememoraba sonriente los enormes sentimientos que lo embargaron cuando aquella pureza fue suya. La complacencia lo inundaba.
Minutos más tarde salió de la hermosa tina y así, completamente desnudo y sin siquiera secarse fue hasta su enorme y confortable cama para, simplemente, dejarse caer en ella. No sabía que hora era y ciertamente no le interesaba así que, sin mirar apretó de memoria los botones para programar la alarma para unas tres horas después para luego rendirse entre las frías sábanas perfumadas de ensueños a un sueño que hacía que esa inocencia robada llegara hasta lo más hondo de sí.
Sueños. Sueños donde cualquiera es libre y capaz más allá de cualquier razonamiento lógico y coherente.
Sueños donde la libertad es razón de ser y la mediocridad es olvidada.
Carslile soñó.
Por primera vez en mucho tiempo soñó con un amor perdido, y con la posibilidad de un presente diferente.
Carslile soñó... y fue feliz.
Fue feliz sin siquiera saberlo.


Como ya dije por facebook explicaré en los caps para que sepan porqué me desaparecí así de la nada tanto tiempo. Primero estuve sin net y luego -lo peor-, se me inundó la casa y mi cpu murió ='(... Fueron meses laaaaargos jejeejee pero bueno, estoy de vuelta y tengo que reescribir todo así que les pdio que aguanten un poquito más ok?? 
Mil gracias por los comentarios o mensajitos preguntando dónde y cómo andaba, y a quienes se preocuparon ;). Tarde lo que me tarde voy a terminar las historias, eso sí quiero que lo sepan porque puede q en algún momento vuelva a estar sin net... pero volveré jajajaja -parezco terminator jajajaja-...

Nos leemos en cuanto pueda!!! Besotes... Guada*
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