SUMARY: Un viaje de negocios se convierte prontamente en el más placentero encuentro sexual entre Bella y tres perfectos desconocidos, apareciendo y desapareciendo de sus vidas como por arte de magia... Hasta que vuelven a encontrarse. MUY HOT. AU. OOC.
ELLA Y ELLOS… Un placentero cruce de destinos.
El primero fue Edward: sexo dominante y pasión desbordada,
el segundo fue Emmet: caliente y sensual,
el tercero fue Jasper: dulce y sexy...
Solo el destino pudo haber planeado algo más allá,
algo que ninguno hubiera pensado jamás...
Algo que nunca ninguno iba a olvidar.
CAPÍTULO 2: “EL BAR DEL ENCUENTRO”
EMMET POV:
Era una cálida mañana de otoño y todo portaba una belleza
surreal ante mi perezosa vista. Aquí estaba, parado enfrente de este enorme e
impersonal ventanal a veinticuatro pisos de altura, observando como la gente,
viéndose diminuta, caminaba bordeando aquel hermoso paisaje sin siquiera
mirarlo.
La vista de mi oficina era lo primero que me había encantado
de aquel lugar de trabajo. El Central Park. Sí, en esta época del año aquel
enorme lugar daba un paisaje magnífico y único. Las copas de aquellos diversos
árboles copaban toda la lejanía de mi vista con las más hermosas gamas de
verdes, dorados, rojos y ocres, unos fundiéndose con otros, creando un frondoso
paisaje sin fin; un colchón de hojas en movimiento en el que me daban ganas de
tirarme de lleno… Pero no podía. Debía estar aquí, encerrado, viendo como
pasaban una barbaridad de frivolidades delante de mí. Amaba cuando las
responsabilidades eran menores, cuando aún tenía tiempo de sentirme joven
disfrutando una copa por ahí y cuando mi teléfono no sonaba constantemente
requiriendo mi completo tiempo y atención. No, todo había cambiado y ahora ya
no estaba tan seguro de si para bien.
Armar, crear y construir había sido mi sueño desde que tengo
memoria, me fascinaba el hecho de crear algo de la nada y fue así como decidí
hacerme arquitecto. Formé mi propio nombre y negocio y luego una cosa llevó a
la otra. Pronto me encontré dejando mi negocio de lado para formar parte de
aquella empresa monstruosa donde inversiones astronómicas pasaban cada día como
si fuera agua, donde todo perdía un poco el sentido. Me vi atrapado en
edificios fríos, hoteles de lujo, condominios que saldrían una fortuna. Todo
muy bello, perfecto y fino, elegante en demasía pero, tan, tan impersonal y
frío que asustaba.
Resultaba curioso como no había notado nada de ello hasta
hoy, o más bien cabría decir que no lo había querido ver ¿Cuánto más triste es
eso, eh? Mierda, mi vida desde ayer era una completa mierda ¿Y cómo no serlo?
Descubrí que la novia que tan orgulloso estaba de tener me engañaba desde vaya
uno a saber cuando. Rosalie. La perfecta y hermosa Rosalie Hale, una de las
mayores inversionistas y mi novia desde hacía más de cuatro años me engañaba
con el dueño del banco en el cual mi empresa hacía las mayores transacciones,
Royce King.
¡Demonios! Ni siquiera se molestó en llevarlo a otro lado.
Cogiendo en mi cama, así los encontré en la noche de ayer. Todos los cambios y
sacrificios que había hecho a lo largo de los años habían sido por ella, para
darle la vida perfecta que creía ella necesitaba ¿Por qué no le bastó? ¿Por qué
no le basté yo?
La escena posterior a que me viera observando todo desde el
marco de la puerta de mi alcoba fue solo la guinda del pastel ¿Cómo mierda
puede decir una persona ‘no es lo que
parece’ cuando te encuentran de lo más gozosa follando en la cama en la que
le dices ‘te amo’ a otro hombre que
lo ha dejado todo por ti?
Pasé mi patética noche en llanto en un hotel de mala muerte.
Lloré por ella, pero más por mí. Por haber desperdiciado más de cuatro años de
mi vida y haber sacrificado mis simples sueños por la grandeza que ella quería;
y todo por alguien que no valía la pena.
―Señor, hay una reunión en la sala grande en quince minutos,
luego tiene una reunión con el señor Eleazar por lo del hotel de Tokio y a las
doce un almuerzo en el Palace con los inversionistas del complejo en Los
Ángeles. También debe recordar de llamar a…
La voz de mi asistente personal, Gianna, me sacó de mis
depresivos pensamientos introspectivos. Hablaba y hablaba y yo ya no tenía
ganas de escucharla. Su voz fue perdiendo intensidad en mis oídos de manera
gradual.
¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué siquiera había venido?
La normalidad de mi día a día era asfixiante. Y, en un
momento de absoluta claridad, lo noté. Odiaba estar allí. Odiaba aquel lugar
que me hacía sentir opresivo y gastado, odiaba ver en lo que me había
convertido. Necesitaba respirar, necesitaba pensar… Y estaba seguro como el
demonio que no lo haría allí.
Me di la vuelta, dejando la libertad de mi ventanal detrás
de mí y comencé a tomar mis efectos personales de mi escritorio. Celular, la
birome como regalo de mi padre, las llaves de mi coche del primer cajón del
escritorio, y mi saco del respaldo de la silla tan cara como mi primer sueldo,
y me dirigí hacia la puerta.
―Se… ¿Señor?
―Avisa que no iré a ninguna de esas reuniones Gianna. Tengo
que irme.
―Pe… pero…
No me importó lo que iba a decir, por mí que se cayera todo.
Ja, eso solo sería un reflejo de mi mismo, mi vida cayéndose a pedazos. Qué
ironía ¿No?
Salí de aquel maldito lugar como alma que lleva el diablo y
sin volver la vista atrás.
Caminé por horas por el Central Park y luego por calles
comunes, no aquellas céntricas llenas de finas joyas y costosa ropa. Fui internándome
por las calles que daban paso a los barrios más comunes y me interné en ellas.
Caminé sin rumbo hasta que los pies me dolieron y las piernas protestaron ante
el repentino esfuerzo de ejercicio.
Finalmente había apagado el jodido celular ya que a la media
hora de haber salido de allí ya sonaba como loco. Quise romperlo, pero primero
quería guardar unos cuantos números, así que mejor lo apagué.
Ya estaba cayendo el crepúsculo cuando cansado física y
mentalmente quise sentarme y, casi como una respuesta a mi necesidad, vi
delante de mí un bar cerca del City College of New York. Fue entonces cuando
noté que en realidad había dado vueltas y que en verdad no me había alejado
tanto como hubiese querido de aquel
maldito infierno llamado oficina que quedaba en la 5º avenida y la 59st.
Bueno, en realidad no creo que ni siquiera el estar en otro estado fuera
demasiado lejos en estos momentos.
Cansinamente me dirigí dentro y me senté en un rincón oscuro
al lateral de un pequeño escenario en donde al parecer a veces se hacía karaoke
o algo así. No me importaba, yo tan solo quería beber hasta que no recordara ni
como me llamaba.
Pudieron ser cinco minutos o cinco horas, no sabría decirlo,
pero de repente como si una fuerza extraña me llamara, levanté la cabeza de mi
enorme vaso de cerveza… Y la vi.
La morena más hermosa que hubiera visto jamás.
Acababa de llegar al bar e iba sola directo a la barra sin
posar los ojos en nadie. Su andar pausado y tranquilo me dijo que ella estaba
acostumbrada a frecuentar estos lugares. No venía de ligue sino a disfrutar una
copa tranquila. Sin embargo, era obvio que llamaba la atención. Todos los
estúpidos jóvenes de aquel bullicioso lugar la siguieron con sus lujuriosas
miradas desde que puso un pie allí dentro y hasta que, con gran elegancia, se
sentó en una de las butacas frente al lateral de la enorme barra de madera
tallada. Vaya.
Un segundo, un segundo de extensa y penetrante mirada fue lo
que bastó para que ella de cierta forma reaccionase y girara para quedar con su
mirada enganchada en la mía. Sentí mis músculos faciales reaccionar en una
involuntaria sonrisa de lado y como ella me miraba con sorpresa ante esto. Pude
ver como se removía nerviosa y podría jurar que debajo de esa piel tan pálida y
hermosa ella se había ruborizado. Casi al instante ella giró su cabeza
bruscamente hacia el frente y comenzó a hablar tranquilamente con el cantinero
que se había acercado a atenderla.
¿Pero qué demonios
pasaba conmigo? ¿Acaso no era yo quien hace tan solo unos cuantos minutos
andaba emborrachándose para ahogar sus penas y desamores, quejándose y
lamentándose en silencio por la mierda que tenía ahora de vida? Sip, ese
graaan idiota era yo ¿Entonces?
Decidí no molestar más a aquella señorita que de seguro
sería de lo más feliz con alguien. No la molestaría ni con la mirada.
Volví a concentrarme en mi mesa, en el reflejo que la
cerveza en la muy usada mesa, en el agua que escurría de aquel vaso por el frío
de la amarga bebida, en… Unos cuantos murmullos me sacaron de mi muy estú… digo,
interesante observación. Efectivamente, toda aquella parva de inútiles estaba
mirando algo proveniente de la barra. Seguí sus miradas y… ¡Mierda!
Un joven notoriamente borracho se le encimaba a la chica a
la cual había dicho que no volvería a mirar. Ok, esto era diferente. La chica
obviamente estaba incómoda y molesta ante tanta proximidad (seguramente también
algo asqueada del aliento alcohólico de aquel borracho). No supe cuando ni como
pero de pronto estaba a las espaldas de ambos con los puños apretados, aún a
unos pasos de distancia, tan solo…
WOOOW!!!
Una sarta de boqueos y exclamaciones de asombro se
levantaron en aquel bar, y yo tan solo me quedé bastante turbado e impresionado
ante lo ocurrido.
Ok, algo era seguro, la chica esta no se andaba con rodeos.
En tan solo cuestión de segundos había dejado tumbado en el piso a aquel idiota
con la nariz –no rota pero cerca- chorreando el piso con su sangre. MIERDA.
SEXY. AUCH. Un remate de patada en las partes bajas de aquel infeliz fue
coreado por un lamento general masculino. Joder eso debió de doler horrores ¡Por todos los santos ella llevaba botas de
punta!
Ella no me dio tiempo a acercarme para quitarle al inútil de
encima, simplemente aprovechó cuando el infeliz se acercó para mandar un puño
hacia atrás en el medio de la cara de aquel tipejo provocando que
automáticamente trastabillara al retroceder, y en consecuencia cayera al piso.
El movimiento fue rápido y preciso, por lo que estaba seguro de que no era la
primera vez que lo usaba. No conforme con eso, se levantó como toda una dama.
Elegante como una pantera salvaje y contenida. Un puntapié en su entrepierna y
un susurro que no llegué a escuchar fue todo lo que hizo falta para que el
idiota –al que alguien llamó Mike-, se levantara como un relámpago y saliera
pitando de allí. Bien, creo que me metí al bar correcto, si quería distraerme
de seguro que esto lo logró.
Vi embelesado como ella volvía a sentarse con parsimonia y
reclamaba el trago anteriormente pedido antes de echar su cabello hacia atrás con
una mano perfectamente cuidada.
Sin dudas ella era una pequeña gatita sexy –pensé mientras
seguía allí, de pie, embobado mirando su espalda… su trasero enmarcado en
aquellos jeans oscuros y ajustados.
Paso bastante rato hasta que me percaté de que parecía un
idiota parado allí. Me devolví a mi mesa… Y no volví a levantar mi vista de la
asombrosa imagen de mi cerveza -ahora seguramente tibia-. Hice una mueca.
―Hola.
Levanté mi cabeza con demasiada rapidez al escuchar aquella
melodiosa voz ¿Pero qué putas…?
La morena de la barra se hallaba de pie al lado de mi mesa…
a mí lado. La miré sorprendido,
extrañado.
―Mmm… ¿Puedo sentarme?
Seguí mirándola. De pronto apenas si recordaba como era que
tenía que hacer para respirar. Mucho menos hablar claro.
―Ok. Disculpa la intromisión, yo solo… No importa… Disculpa
―dijo avergonzada.
Sus mejillas prontamente se tiñeron de un intenso y tentador
rubor. No entendía que hacía allí. Porqué se quería sentar conmigo. Y mucho
menos entendía porque ahora se estaba retirando, alejándose de mí mientras
caminaba de regreso a la barra dándome en el proceso una espectacular vista de
su pequeño y firme muy redondeado trasero.
No fui consciente de cuando me puse de pie, pero allí
estaba, tomando su codo casi bruscamente para girarla y quedar ambos de pie,
enfrentados… Mirándonos sin hablar. Una extraña sensación me recorrió por toda
la columna vertebral al momento de que nuestras pieles se tocaron, y pude ver
como ella se estremecía. Ella lo sintió también. Mierda.
―Yo… Tú… ¿Quieres…? Emm…
Ella ladeó la cabeza, observándome mientras una pequeña
sonrisa se extendía por sus labios. El detalle de que no zafó su brazo de mi
agarre no me pasó desapercibido tampoco.
― ¿Quieres que vayamos a sentarnos? ―asentí. Joder, al
parecer era lo único que podía hacer bien.
Caminamos hasta la mesa donde estaba –mi mano guiándola del
sitio en el que todavía no se había movido, su codo- y nos sentamos uno
enfrente del otro. Instintivamente levanté la mano para llamar al camarero y
pedirle con una seña dos vasos más de fresca cerveza. El tipo captó el mudo
mensaje… y de inmediato me arrepentí. Mierda, ni siquiera le había preguntado.
―Lo siento… ¿Quieres otra cosa?
Ella me miró y sonrió negando con la cabeza, haciendo que
sus cabellos, sujetados en una cola alta se balancearan asomándose por sobre
sus hombros. Era oscuro, pero no negro y resaltaba perfectamente su piel de
porcelana.
―No, cerveza está bien.
Bajó la mirada y vi embelesado como su labio inferior
quedaba sensualmente atrapado de lado por sus dientes superiores. Mmm… El deseo
de quitar sus dientes y tomar aquella delicada carne con los míos me abrumó.
Mierda ¿Por qué ahora? ¿Por qué ella? Cierta parte de mi cuerpo comenzó a
pulsar, cobrando vida cuando pensé que estaría bastante tiempo bien muerto después
de lo de ayer… Lo de ayer… parecía hace tanto tiempo y, recién ahora se
cumplían tan solo unas tristes veinticuatro horas. Mi ánimo y deseo decayeron
considerablemente.
― ¿Estás bien?
¿Estás bien?
Resonó en mi cabeza ¿Lo estaba? No,
no lo creo ¿Hacía cuánto que no escuchaba un verdadero deseo de saber tras esa
pregunta? Mucho ¿Cuándo fue la última vez que Rose me había preguntado como
estaba? No lo recuerdo, eso debe de ser bastante ¿no? ¿Hacía tanto que no le importaba? ¿Por qué no lo noté?
―Hey… ¿Qué te pasa? ―le escuché preguntarme un poco más
ansiosa que antes. La miré. Su rostro reflejaba una sincera preocupación. El
filtreo completamente de lado. Meneé la cabeza para despejarme.
―No es nada. Lo siento… mmm… Quizás no sea muy buena
compañía hoy ―dije sin saber por qué.
Ella frunció el ceño y se tomó ambas manos colocándolas
sobre la mesa.
―Lo sé. Te estuve viendo, es obvio que algo te pasa ¿Quieres
hablar? ¿O prefieres que te deje tranquilo?
¿Lo sabía? ¿Me había estado mirando? ¿Por qué le importaba?
―Mmm… Creo que mejor te dejo ¿no?
―No ―la palabra completamente firme me sorprendió hasta a
mí.
―Ok… ¿Quieres que tan solo bebamos un rato en silencio?
―ofreció ¿Por qué le importaba? Asentí.
Las bebidas llegaron y vi como el camarero la miraba d manera
lujuriosa abiertamente. Ella tan solo lo miró, completamente impasible hasta
que el estúpido joven se vio obligado a apartar la mirada. Obviamente jugaba en
ligas menores. Apenas se fue, me relajé… Mierda, ni siquiera sabía que me había
tensado.
Pasó un rato y ninguno hizo nada más que beber. La música de
fondo era algo oscura, tranquila y ligeramente sensual… Dangerous, la voz masculina resaltando de manera incitante cada
palabra, era envolvente.
―Ayer encontré a mi novia en la cama de nuestro apartamento
con otro ―dije de pronto sin saber porque.
Levanté la vista de la mesa y vi que ella no tenía la menor
intención de decir nada, tan solo esperaba ¿Qué? No lo sabía, así que continué.
―La muy zorra tuvo el descaro de decirme que no era lo que
parecía… Lo más extraño es que, ahora que me doy cuenta, no fue exactamente
dolor lo que sentí. Decepción, un orgullo herido seguro, pero ¿Dolor? ―meneé la
cabeza con incredulidad―, no dolor no. Pasé una noche de mierda en un hotel de
cuarta y hoy simplemente seguí el mismo mecanismo de cada día yendo a mi
trabajo… Descubrí que lo odio ¿Por qué mierda no lo noté antes? Es un lugar
frío, impersonal. Cada trabajo que hago deja millones pero, es todo tan ajeno…
Soy arquitecto y no siento que haga nada genial en aquel lugar; sin dudas era
más feliz cuando tenía mi propia firma y tan solo hacía bellas y tranquilas
casas familiares pero ella… Yo quise darle todo lo que pensé que necesitaba, y
eso requería más dinero así que… Mierda, no sé ni porqué te estoy diciendo todo
esto. De seguro es algo patético de presenciar y…
― ¿Por qué dejaste tu trabajo anterior?
― ¿Eh? ―eso me tomó por sorpresa― Pues, porque… Yo… No lo
sé, tan solo intenté aspirar a más, por ella, por mí, para tener la clase de
vida que pensé que ambos queríamos ¿Suena idiota verdad?
―No… Uno suele hacer cosas tontas cuando está enamorado. No
te arrepientas entonces, fue correcto en su momento ―dijo muy segura de sus
palabras mientras yo la miraba sin poder creerme que le hubiera resumido en más
o menos cien palabras la porquería que era ahora mi vida― ¿Y ahora? ¿Qué
piensas hacer ahora? ¿Vas a seguir trabajando allí?
Lo pensé un segundo. La respuesta era obvia.
―No ―dije seguro.
― ¿Qué quieres hacer?
―No lo sé ―me encogí de hombros―. Creo que volveré a lo que
hacía antes. Me gustaba mucho construir casas familiares, esas en las que
puedes verte dentro de cincuenta años y así ―hice una pausa recordando lo bien
que me sentía entonces. Hasta que lo noté―.
Oye ¿Cómo te llamas? Me parece raro estar hablando con alguien que ni
siquiera sé como se llama.
Ella sonrió abiertamente mientras que yo me recostaba en la
silla de manera relajada por primera vez en lo que parecía una eternidad.
― ¿Importa?
La miré sorprendido por su respuesta.
― ¿Así que eres de esas que no les gusta dar su nombre?
―ella frunció el ceño. Lucía molesta.
―No. Simplemente hoy no me parece necesario. Y no e gusta
que me clasifiquen sin conocerme.
―Lo lamento. Entonces ¿Cómo te digo? Te confieso que esto se
me hace de lo más raro.
―Mejor ―sonrió―… Mmm… No se me ocurre nada ―dijo haciendo un
puchero― ¿De qué tengo nombre para ti?
―Mmm… Pareces una gatita salvaje ―ella me miró asombrada
cuando la llamé así―. Es verdad ―se mordió el labio―. Te diré gatita ―ella rio.
Su risa musical y femenina resonó por todo el lugar, y yo
quedé absolutamente idiotizado por ella.
―De acuerdo… Mmm, este encuentro es de lo más extraño.
―Por cierto ¿Por qué te acercaste? ―le pregunté ansioso por
saber.
―Bueno, me estuviste mirando bastante cuando estaba en la
barra. Lo noté ―agrega alzando una perfecta ceja hacia mí―. Y luego… Con lo de
aquel estúpido. No sé si lo notaste pero fuiste él único que al menos intentó
acercarse a hacer algo ―ella hizo un pequeño mohín ante esto―, definitivamente
los caballeros ya no existen.
― ¡HEY!
―Bueno, no demasiados ―volvió a decir riendo. Le guiñé el
ojo y ella me miró medio boquiabierta. Pestañeó un par de veces para retomar la
charla y eso hizo que mi ego se subiera como globo inflado con helio―. Yyy…
Quería agradecerte ―susurró ahora mirando hacia abajo―, en verdad había venido
a agradecerte y nada más… pero, te vi tan, triste.
Hice una mueca. Ok, esta mujer tiene un poderoso efecto
anticlimático en mi pobre ego. Mierda. No sabía que fuera tan jodidamente
vulnerable.
―Me alegra haberte dado lástima ―dije de manera sarcástica.
Ella bufó.
―Sí, definitivamente das pena, pero bue… Por cierto, te diré
oso.
Le enarqué una ceja.
― ¿Por mi tamaño verdad? ―moví las cejas sugestivamente
hacia arriba y hacia abajo repetidas veces. Ella rio de nuevo. Amaba ese
sonido.
―Nooooo… Porque de seguro cuando te enojas pareces uno muy
fiero, pero luego eres todo tierno como el osito ese de Pooh.
La miré desconcertado ¿Me
estaba comparando con un oso gay?
―Oye… ―la miré entrecerrándole mis ojos. Luego ambos nos
echamos a reír como locos. Esto sin duda era el encuentro más extraño que había
tenido nunca.
Nos quedamos hablando por lo que parecieron minutos, pero
que en verdad fueron horas. Reímos, hablamos en serio. Todo y nada. Era algo
refrescante el hablar sin conocernos, el hablar sin ser prejuzgado. Simplemente
hablar. Hacía demasiado tiempo en que no conversaba tan libremente con alguien.
Ne sentí completamente relajado, en paz. Era ella. Ella tenía aquel efecto en
mí. Era divertida, fresca, sincera, sensual, y en cierto punto; inocente. No
era demasiado extrovertida, noté que no contó demasiado sobre ella tampoco. Tan
solo tocamos temas de trabajos, actuales, lugares que conocíamos. Hasta jugamos
a decir qué tipo de vida pensábamos que llevaba cada persona del bar.
Terminamos, con un drogadicto, una frígida, una pareja de amantes… un chulo, un
alcohólico en recuperación. Mmm… no teníamos una visión demasiado positiva de
la gente a decir verdad. Solo nos dimos cuenta de cuanto había pasado cuando el
camarero que nos había estado trayendo una cerveza tras otra sin pausa ni
tardanza, nos avisó que ya estaban por cerrar.
2 AM.
Salimos del local riendo a pura carcajada por la cara que
hizo el chico cuando le dijimos q se quede con el cambio… el cambio era tan solo
un dólar. Era mala –le dije-, y ella respondió que tan solo se había cansado de
que el chico le haya mirado todo menos los ojos. Mierda… entonces que pensará de mí… Bueno, en realidad yo sí le miré los
ojos... Unos bonitos ojos chocolates grandes y expresivos, debo añadir.
El viento soplaba contra nuestras caras, enfriando de golpe
nuestros enrojecidos y calientes rostros. Noté que ella no llevaba más que una
fina campera negra y como a pesar de ponérsela se estremecía con cada ráfaga.
Mierda.
Recordé que había estado vagando desde que salí del edificio
de trabajo así que el auto estaba demasiado lejos como para ir a pie. Bueno,
tendrá que ser un taxi hasta ahí, pensé resignado y un tanto molesto por el
inconveniente.
―Oye, tomemos un taxi hasta mi auto y luego te… ―le hablaba
al aire.
Ella no estaba por ningún lado. Giré sobre mí pero, nop, no
estaba ¿Qué mierdas?
―Hey oso… Vamos, te llevo al auto ―dijo asomándose desde la
ventana de un flamante Audi negro brillante enfrente de mí. WOW.
―Vaya pedazo de auto ―dije con admiración al entrar en el
asiento del acompañante.
Ella hizo una mueca.
―No es mío. Lo renté ―dice haciendo algo similar a un
puchero.
Yo reí otra vez. Parecía simplemente de locos que así fuera
mi primera noche después de que descubriera a mi novia metiéndome unos cuernos
más grandes que una casa y que decidiera que odiaba mi trabajo. Vaya.
Viajamos por las muy iluminadas calles bordeando el central
park hasta llegar al estacionamiento donde estaba aparcado.
De pronto me sentí muy estúpido ¿Y ahora qué? Ni siquiera
sabía donde se quedaba o cuándo se iba –porque lo único que le había sonsacado
era que estaba de viaje de negocios, era editora en jefe y tenía que venir a
una reunión con un autor o algo así.
―Bien, mmm, este… ¿Dónde te estás quedando? ―dije cuando
estaba a punto de bajar del coche para pasar al mío. Al menos quería obtener su
teléfono.
―En el Plaza.
―Wow. Vaya. Entonces, ¿Estarás libre mañana para una copa?
―ella se mordió el jodido labio de nuevo y de repente sentí como el aire dentro
del coche cambiaba. El calor envolviéndonos hasta quemarme.
Quería-morder-su-puto-labio.
―No lo creo ―dijo solamente.
Pude ver como evitaba mirarme y como se removía nerviosa. Al
parecer no era él único al que este encierro le estaba afectando los sentidos.
―Tengo novio ―dice susurrando.
Me congelo. O sea, de verdad. Me quedo totalmente
petrificado en mi lugar. No, no, no –grito para mí-. Yo no le quiero hacer eso
a otro pobre imbécil como yo.
―O lo tenía ―dice luego. Su ceño está cada vez más fruncido
ahora―… No lo sé… Discutimos. Antes de venir, discutimos. Pero lo amo y… Yo…
Ok, esto estaba más que raro. Toda la alegría previa ya no
estaba. El pequeño lugar estaba cargado de lujuria y deseo, de ganas de más… Y
de dudas.
―Mmm… La pasé bien. Cuídate oso ―dice despidiéndome.
Mi pecho se encoje al saber que una vez que salga de ese
puto coche ya no la volveré a ver. Yo…
Ella gira el contacto del coche y el motor retoma el
ronroneo de en marcha. Indeciso y deseoso, así me encentro. Me giro para tomar
la manija de la puerta y antes de darme cuenta me doy vuelta. Ella está mirando
por su ventana… mordiéndose el puto labio de nuevo. Y eso es todo.
Sin darle tiempo a reacción tomo su delicado rostro –de
manera para nada delicada- y lo levanto hacia mí, plantando mis labios con
fuerza sobre los suyos.
JO-DER.
El fuego que siento en mi boca al momento en que nuestros
labios ansiosos se conectan es indescriptible. Nunca había sentido tanta
lujuria por nadie. El deseo es prácticamente incontrolable, irrefrenable… Y me
suelto. Me dejo dominar por mis instintos, por mis ganas.
Gruño frustrado contra su boca, demandando que la abra para
mí. Con un gemido ahogado que me supo a gloria ella lo hace. Mi lengua baila en
su oscura y húmeda caverna de manera descontrolada. Ansiando conocer cada
minúsculo centímetro de ella, preguntándome salvajemente si será así de húmeda
en aquella otra cavidad en la cual tenía tantas ganas de enterrarme. MIERDA.
No, esta no era buena idea pero… Arrg, no podía, en verdad sentía que no podía
detenerme. Su calor, su cercanía.
Me tenía hechizado. Estaba jodido.
Mi cuerpo notó antes que mi cerebro que ella estaba
comenzando a alejarse ¡Ni soñarlo!
La tomé de la nuca y comencé a masajear su cuero cabelludo.
Decidí que la coleta esa me molestaba en mi labor, así que tiré de ella y solté
su hermoso y sedoso cabello… amasándolo entre mis dedos. Mi otra mano actuó por
voluntad propia al ir directamente hacia su pecho, mmm… Ella se retorció
gimiendo en mi boca y pude notar en la palma de mi mano como su pezón se iba
endureciendo cada vez más hasta llegar a un punto demasiado duro para su propio
bien, demasiado jodidamente bueno para el mío.
Me abalancé sobre ella apretándola contra la puerta del
conductor y obviando la pequeña molestia que sentía al clavarme la palanca de
cambios en mi cadera. Maldito coche. Oh, esperen, seguimos en el coche…
¡Mierda! Quería hacerlo con tiempo, bien… No como un estúpido adolescente
hormonal con la bragueta fácil. Rayos.
―Gatita… ¿Quieres…? Podemos… déjame buscar, un hotel y…
― ¿Eh? ―dijo ella poniéndose tensa de pronto. Me alejé.
―Bueno, si quieres. Podemos ir a un hotel porque, bueno… La
verdad es que quiero hacértelo con tiempo y no creo que un auto sea el mejor
lugar y… Mmm, bueno, solo si quieres claro.
Ella estaba allí, respirando agitadamente debajo de mí
mientras yo aún estaba inclinado sobre ella, jadeando luego de tremendo beso y
con unas ganas de follarla que me estaba dejando las bolas moradas y doloridas.
Y ella se muerde el puto labio…
―Gatita, por favor no hagas eso ahora… ―dije quitando su
labio con mis dedos― Estoy tratando de no tomarte en este puto coche así que,
solo no lo hagas ―susurré con la voz tremendamente ronca, contenida por el
esfuerzo de no echarme encima y mandar al demonio su respuesta.
Sabía que su cuerpo me deseaba -el olor de su excitación
inundaba todo aquel pequeño sitio y me estaba volviendo loco a más no poder-
pero, quería, necesitaba que ella lo hiciera de manera completamente
consciente. Tampoco es como si quisiera violarla o así.
―Yo…
Suspiró cerrando los ojos.
Mierda.
Lentamente me fui saliendo de encima. Mi respiración era
trabajosa ya que el aire parecía querer negarse a entrar. Bien, la cagué, debí
tomarla y dejar mi puta consciencia atrás. Ahora iba a tener que atenderme
hasta el desmayo para que mis bolas no quedaran en ese estado permanentemente.
Me erguí en mi asiento, y estaba a punto de volver a tomar la manijilla esa
cuando escuché:
―Mi hotel está aquí a la vuelta recuerdas. Si quieres…
¿Me estás jodiendo?
¿Qué si quiero?
Mi risa ronca y profunda resonó dentro del coche.
―Muñeca ¿Qué si quiero? ―volví a reír― gatita espero que
hagas algo de ejercicio porque te aseguro que esta será una noche muy pero muy
larga.
Ella abrió los ojos hacia mí y me miró. Luego de unos
segundos tan solo los entornó de una manera condenadamente sexy y lamió sus
labios tentadoramente.
―Sí hago ―dijo ¿Juguetona? Mierda.
La besé profundamente de nuevo y chipas de euforia saltaron
por todo el maldito lugar. El deseo era casi palpable. Ella gruñó y me empujó a
mi asiento. La miré sorprendido ¿Se arrepintió?
―Aquí no ―se limitó a decir.
Arrancó el coche a toda marcha y recorrió en muy
–demasiados- pocos segundos la cuadra que nos separaba de la puerta de entrada
del hotel. Al llegar ella saltó fuera del coche lanzándole las llaves al valet
parking en el camino.
Sexy, pensaba yo una y otra vez.
Mi verga latía de manera constante, a tal punto que sentía
que en verdad no iba a durar mucho en mi primer intento. Sí, primero, porque era verdad cuando dije
que esta sería una noche muy larga.
Bajé de inmediato tras ella y ella tan solo giró su cabeza y
enarcó una ceja en mi dirección.
― ¿Ansioso señor Pooh?
¿Pooh? ¿Me sigue
diciendo como el jodido oso gay?
La miré mal.
―Oh, gatita… Creo que eso te saldrá muy caro ―susurré
poniéndome a su lado en dos zancadas.
― ¿Tú crees? ―dijo. Y me miró directamente a los ojos
mordiendo adrede su labio.
―Sí, creo.
A toda marcha fuimos hacia el elevador y, aprovechando que
estaba desierto a aquella hora la arrinconé contra el fondo ni bien se cerraron
las puertas. Mierda, quería devorarla.
―Ca-cámaras ―susurra cuando sintió como masajeaba su trasero
a través de su pantalón escandalosamente caliente. Ese pequeño culito apretado
era realmente muy tentador.
Ni idea de cuantos pisos fueron. Apenas sentí como se
abrieron las puertas ella me empujó para salir, haciéndome caminar hacia atrás
y besándome con furia hasta chocar contra la pared. Esta mujer de verdad que
era como una pantera, pensé más que caliente.
Por suerte para ambos su puerta no se hallaba demasiado
lejos del asensor. A trompicones entramos sin detener nuestro desaforado
intercambio de fluidos salivales. Y, si dijera ‘huy que hermoso cuarto’,
mentiría porque no vi ni mierda. Lo único que registró mi muy nubosa mirada fue
la cama tamaño King size contra la pared más alejada detrás de una puerta que
separa el recibidor de la alcoba y la cual pude ver gracias a que esas puertas
estaban abiertas.
Ok, basta de vueltas.
Mis manos –que hasta ese entonces habían estado vagando por
todo su escultural cuerpo- fueron directamente a su culo y la levanté hacia mí,
logrando que ella captara el mensaje y enredara sus estilizadas piernas
alrededor de mi cintura. Caminé a paso rápido hacia mi lugar soñado –su cama- y
sin detenerme me arrojé junto con ella sobre el muy mullido colchón, rebotando
en el proceso. Ella lanzó un gemido mezclado con una ligera risita y yo solo
pude gruñir una vez más en respuesta.
Ella iba a decir algo pero antes de que algún sonido dejara
su boca yo presioné la mía en ella, besándola hasta dejarla sin aliento. Mis
manos firmes y ansiosas comenzaron a recorrer sin pudor alguno cada una de sus
curvas. Amasando sus tiernos y llenos pechos, acariciando la tierna curva de su
vientre, apretando deliciosa y codiciosamente las hermosas joyas de sus suculentas
nalgas.
Sentí como sus manos, que hasta entonces solo habían pasado
por mi rostro pecho y cortos cabellos, cobraban intensidad, desesperación;
anhelo. Vagando sobre mi cuerpo fueron despojándome de mi camisa –el saco hacía
ya tiempo que no estaba-. Botón por botón bajaban sus besos, botón por botón
bajaban sus labios. Oh, joder… la anticipación estaba a punto de darme un paro.
Sus labios, esa pequeña boquita rosada con aquella gema de lengua juguetona…
¡Dios! La humedad de su saliva bordeaba la línea baja de mi abdomen, justo al
filo de donde estaba la cintura del pantalón. Ella jugaba conmigo, me tentaba…
y luego se retiraba.
Unos minutos o segundos después -en verdad no tenía idea-,
ella al fin comienza a abrir el botón y la bragueta de mi pantalón. El cual de
seguro tendría rota la costura tras haber contenido a duras penas mi miembro
erecto en varias ocasiones en la noche.
Libre.
Mi erecto –demasiado dolorosamente erecto- miembro saltó
hacia la libertad en cuanto ella deslizó lenta, muy lentamente tanto mi
pantalón como mis boxers hacia la altura de mis rodillas.
Automáticamente mis manos se enredaron entonces en sus
cabellos, masajeando casi desenfrenadamente su cuero cabelludo, instándola
fervientemente a que me tomara entre sus labios, en su boca. La cual se
empeñaba en atormentarme con su cálido aliento pero fuera de alcance.
Arrg. Gemí y me retorcí al sentir como dejaba a su paso una
estela de besos húmedos por mi bajo abdomen, por mis rizos oscuros, por mis
ingles… por mis testículos. Joder, siseé muy fuerte cuando llegó allí y casi
grité cuando besó y lamió mi periné, aquella zona era indescriptiblemente
sensible y enviaba gran cantidad de extrañas pero fascinantes cosquillas a todo
mi sistema. Y fue entonces cuando, distraído con esto, ella me engulló de una y
hasta el fondo. Jadeé. De pronto todo el aire parecía tan solo haberse
evaporado de mis pulmones. Con un esfuerzo verdaderamente hercúleo en estos
momentos, yo reuní fuerza –o más bien determinación- y simplemente levanté la
cabeza para poder grabar a fuego en mi mente la maravillosa imagen de mi polla
condenadamente dura hundiéndose en aquella perfecta y caliente boca del pecado.
La muy perra me hizo sufrir de verdad. Ella tan solo me
tragaba fuerte y duro una y otra, y otra vez hasta el fondo; al punto de que yo
podía sentir completamente como mi glande rozaba con fuerza su campanilla ¿Pero qué mierdas? ¿Acaso ella no tenía ese
molesto efecto reflujo? Bien sabía que un par de veces una chica lo puede
aguantar pero ¿Tanto? ¿Y sin siquiera ahogarse ligeramente? Naaa… esto era mi
puto paraíso.
Juro que tenía ganas de gritar las cosas más ridículas de la
historia… Y créanme, he dicho bastantes.
Intenté, traté… No pude.
Ella simplemente me tragó sin descanso mientras que con una
mano masajeaba mis bolas y la otra acariciaba la parte libre de mi miembro una
vez que su boca me soltaba. Y fue jodidamente demasiado. Apreté todos los
músculos de mi cuerpo, e incluso medio jadeé un patético ‘me vengo’ cuando apenas segundos después sentí el calor y la fuerza
de mi explosión saltar hacia su boca.
Ese había sido la mejor puta mamada en mucho tiempo. Y eso
era decir mucho, porque, aunque me jodiera pensar ahora en ella, Rose era muy
jodidamente caliente en la cama.
Gatita solo se sentó sobre sus talones mientras se lamía los
labios, aun brillantes con la perla de mi placer. De pronto el sopor que me
invadió tras mi clímax se esfumó y en un rápido movimiento me erguí delante de
ella… Y su blusa pasó a mejor vida.
Tomando ambos extremos de la misma la abrí hacia lados
opuestos, logrando que en el proceso los botones saltaran disparados y que la
tela por fin revelara su hermoso cuerpo ante mis ojos. Dios, era verdaderamente
hermosa.
El precioso corpiño de encaje negro contrastaba
endemoniadamente bien con su piel perlada y ligeramente pálida. Ok, se acabó lo
de ser pasivo -me dije de repente demasiado hambriento como para algo galante-.
Simplemente una vez que solté los lados de la ya rota tela ambas manos se
dirigieron a sus pechos firmes y bajaron las copas para revelar ante mí unos
muy tentadores pezones rosados y muy, muy erectos. Bajé de inmediato mi boca
hacia ellos y luego pasé distraídamente mi brazo alrededor de su cintura al
tiempo que mi espalda se tiraba hacia atrás y giraba para que ella por fin
quedara debajo de mí. Quería verla desnuda tanto o más que como necesitaba
enterrarme en ella. Y eso hice.
Una vez que ella quedó dócilmente debajo, erguí su torso
para quitarle los restos de blusa y poder quitar el gancho del corpiño, luego
la volví a recostar y comencé contento a desabrochar sus vaqueros. Me puse de
pie en la punta de la cama y primero que todo quité sus sexys botas. Luego la
torturé un poco cuando quitaba el pantalón ya que lo hice condenadamente lento,
rozando ocasionalmente su piel cada vez más caliente. Pantalones, fuera. Las
bragas, mmm… Me cerní nuevamente sobre ella aún sin tocarla, y simplemente tomé
las tiras para romperlas de un fuerte tirón. Ella solo rio.
― ¿Crees que podrás quitarme algo sin romperlo osito?
― ¿Osito? Creo que todavía no te he mostrado mi lado salvaje
¿No? ―Dije medio picado de que ella tan solo se burlara de mi puto desenfreno.
Ok. Hora me aseguraría de que lo único que salieran de sus
labios fueran los gemidos y jadeos más hermosos. Solo aquellos sonidos que me
demostraran sin palabras cual era su punto de placer.
Me maravillé una vez más de la completa visión de su cuerpo
desnudo y luego me lancé hacia ella para recorrer cada curva con mis manos, tan
ligeramente que apenas llegaba a ser un roce. Apenas tocando con la punta de la
yema de mis dedos, disfrutando de los escalofríos que veía recorrerla. Pasaron
un par de minutos y con el correr del tiempo mis caricias fueron cobrando
intensidad. Suspiros, gemidos y leves inspiraciones eran todo lo que se
escuchaba en aquel lugar. El roce de mis manos en su piel cada vez más húmeda,
mis respiraciones profundas para tratar de contener mi placer y necesidad, la
tela arrugándose bajo el apriete de sus dedos.
Cuando mis manos ya estaban que quemaban debido a la
fricción simplemente las remplacé por mis labios, por mi húmeda y hambrienta
lengua. Su sabor ligeramente salado por el sudor era una delicia en mis papilas
gustativas. Tracé todo el camino ascendente y descendente pero sin tocar sus
partes más sensibles y necesitadas. Vi sus pezones duros y anhelantes de
caricias, pero me contuve, vi su sexo henchido y lubricado… Pero me contuve
también. Quería que llegara al punto máximo de fuego y palpitante necesidad en
sus venas. Quería que cuando apenas una caricia la tocase su mundo explotara
por mi obra. Sí, era un puto egocéntrico en este aspecto pero, ¡joder! Esta
mujer, esta mujer era algo realmente asombroso en la cama, tan apasionada, tan
dulcemente entregada… Qué quería darle todo, todo y más.
Una vez que terminé de masajear y lamer su pie finalmente
fui subiendo por la cara interna de su pantorrilla a su muslo, y de allí sin
descanso hacia el mismo centro de su femineidad. Mi lengua se di un festín cual
conquistador de sus néctares más profundos. Degusté toda su sensible carne y me
adentré en su cavidad –la cual quemaba en el sentido más literal de la
palabra-, mientras que ella gemía, aullaba y jadeaba retorciéndose en la cama.
El cuerpo completamente tenso y expectante, arañando con las uñas aquella tan
ansiada y negada liberación. Hasta que por fin, por fin, tras insertar de golpe
dos de mis largos y gruesos dedos en ella y chupar duramente su brote, ella
gritó largamente mientras su cuerpo convulsionaba y luego se relajaba por el
placer proporcionado.
Su rostro en la cumbre de su clímax era algo que atesoraría
en lo más profundo de mi memoria.
Me levanté apenas un poco y lamí los restos de su íntima
humedad de mis labios mientras ella me miraba con hambre en sus muy abiertos
ojos. Quizás por estar así, tan perdido en su mirada fue que me tomó
verdaderamente por sorpresa cuando ella –aprovechando que yo ya estaba desnudo
sobre ella-, tomó entre sus pequeños dedos mi miembro dirigiéndolo sin pausa ni
descanso a su muy, MUY lubricada intimidad.
Ambos gemimos ante la repentina y brusca arremetida.
Su cuerpo me envolvió como un cálido guante, abrazándome,
quemándome, ahogándome en mi propia necesidad de ella.
El vaivén comenzó lento, muy, muy lento, disfrutando de como
se sentían sus paredes ensanchándose para albergarme y como se contraían bajo
mi salida, una y otra, y otra vez… Hasta que simplemente fue demasiado como
para controlarlo. Las arremetidas a partir de entonces fueron frenéticas, yo me
mecía bruscamente para entrar lo más hondo posible en ella, y ella en respuesta
abrazó con más fuerza mis caderas con sus largas piernas, empujando con sus
delicados talones mi muy apretado culo y abriendo cada vez un poco más sus
caderas al punto de que estaba casi seguro de que en cualquier momento podría
tocarle el mismo centro de sus entrañas. Gruñí, jadeé, grité por contenerme un
poco más…
Y todo se fue al carajo cuando ella hizo no sé que cosa con
sus caderas que provocó un trabe en su pelvis y que nos llevó a ambos en la
marea misma del placer.
Caí sobre ella pero al segundo ya me sostenía en mi propio
codo –tampoco quería aplastarla, se veía tan pequeña allí, debajo de mí-. La
miré. Ella aún tenía sus ojos cerrados y su respiración agitada y no me
resistí. Bajé mi boca a la suya y la devoré una vez más, la necesidad de ella
no se iba a pesar de haberme saciado ya dos veces. Abrí los ojos y noté que
ella me observaba aún en medio del beso, luego me sonrió y yo la imité como un
idiota más.
Oh, sí… Mi amigo aún quería más… Y tuve el deleite de ver
como sus ojos se agrandaban cuando me sintió volver a crecer aún entro de ella.
―Oh, por…
No la dejé terminar.
Pasando un brazo por debajo de su cintura la llevé conmigo
cuando me senté sobre mis talones con ella aun fuertemente abrazada a mi torso
y cadera.
―Oh, sí pequeña… Oh sí…
Y con esas únicas ahogadas palabras me hundí en ella una vez
más, amando el vaivén de sus caderas cuando ella se balanceaba conmigo hacia
arriba y hacia abajo.
No sé cuanto estuvimos tomándonos el uno al otro, no sé
cuantas posiciones hicimos en toda la noche –pero sé que fueron muchas-, y
finalmente, no tengo ni la más puta idea de cuando fue que finalmente caí
rendido y dormido en la cama.
Ahora, aquí estaba.
Solo.
En aquella cama, en aquella habitación que apestaba a sexo.
Solo.
Con el sudor de una noche apasionada ahora ya frío y seco
sobre mi cuerpo.
Solo.
¿Qué rayos? Pensé
mientras tomaba una sábana para envolver mis caderas en ella.
Vagamente noté que no había nada de ella y que la valija que
la otra noche estaba en el sillón frente de la cama ya no estaba. En cambio, lo
que sí estaba sobre mi ropa en aquel mismo sillón era una simple nota doblada.
Reconozco que mi mano tembló un poco cuando la tomé.
“Lo siento osito, mi vuelo salía temprano y no quise
despertarte.
En verdad disfruté mucho anoche.
Espero que pienses bien qué quieres para tu futuro y que te lances a por ello,
estoy segura de que lo que sea que decidas te hará más feliz.
Haz las cosas por ti no por los demás.
Fue un PLACER conocerte, sin duda mi noche fue mucho más interesante de lo que
esperaba.
Cariños… Gatita…”
PD.: No creo que vuelva a ver a Pooh con los mismos ojos,
y eso será completamente tu culpa.
Joder. Siempre fui de aquellos que se quejaban de la mañana
después a un sexo fantástico y de lo pesadas que se podían volver algunas
mujeres pero… Mierda, como me hubiera gustado estar despierto antes de que se
fuera ¡Joder! Ni siquiera sé su puto nombre. Arrg.
Lentamente y con un poco de pesar me fui al baño y me di una
larga ducha. Luego fui al sillón y tomé mi ropa pero… Cuando me agaché a tomar
mis zapatos algo debajo de la cama llamó mi atención. Su blusa. Su muy rota
blusa estaba tirada allí debajo de la cama. Un precioso recuerdo táctil de que
ella en verdad fue real. Que en verdad la noche pasada existió… Y que la mujer
más apasionada y real de mi vida en verdad había sido mía. Sí, era muy poco,
pero no importaba… Estaba seguro de que en algún momento cercano la volvería a
ver.
Sí. Estaba completamente seguro de ello.
Y, mientras tanto, era hora de poner algo de verdadero orden
a mi desastrosa vida.
Ufff… este osito a fin
ha dejado de invernar, y tiene mucho por hacer –pensé motivado como hacía
mucho no me sentía.
Con tanta decisión en mi cuerpo salí de aquel lujoso hotel
sin mirar atrás y con aquella blusa rasgada en mi mano como trofeo de una de
las mejores noches de mi vida. Era hora de avanzar…
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