6 de abril de 2012
EL INFIERNO TRAS SU MIRADA... CAPÍTULO 1
EL INFIERNO TRAS SU MIRADA
CAPÍTULO 1
DISCLAIMER: Los
personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.
AVISOS PREVIOS:
Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión,
maltratos… y derivados.
N/A: Este
fic será oscuro y
verdaderamente crudo. Para mí
es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a
alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo
que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?
***
―Oh sí, sí, así… sigue así, oh sí, sí. Chúpala duro pequeña
puta. Sí, eso es. Relaja bien esa boquita sucia que tienes. Así, eso es ¡No se
te ocurra ahogarte! Sí, eso es, así… Oh joder, joder. Mierda. Trágalo, trágalo
todo perra. Trágalo sigue. No pares
hasta que te lo diga ¡Ponle ganas puta! ―decía él con voz entrecortada mientras
tiraba fuertemente de sus cabellos atrayendo con más y más fuerza la cabeza
hacia su enhiesto miembro y provocándole una arcada que la joven consiguió
reprimir a duras penas― ¡Quieta! Ahora voy a follarte de verdad esa boca de
mierda ―le dijo riendo mientras ella aguardaba sabiendo ya de antemano lo que
vendría.
El agarre sobre sus cabellos fue aun más fuerte entonces,
manteniéndola fijamente mientras él movía las caderas de manera profunda y
frenética contra su pequeña y tierna boca. Ahogándola.
Muy a su pesar la joven ya estaba acostumbrada a aquello,
así que, bloqueando su mente simplemente se resignó una vez más a dejarse
hacer… otra vez. Una de las tantas más.
Ella ya no era tan tonta como para seguir guardando
esperanzas. Sabía por experiencia que él no le dejaría jamás huir lejos de él.
De ninguna jodida manera. Así es,
ella sabía que era considerada su más grande perversión por lo que su libertad
era algo que simplemente quedaba completamente fuera de ecuación y acción. Ella
simplemente existía. Hueca. Completamente vacía. Sucia. Dañada.
Jamás había conocido lo que era el sentimiento de ser
querida por alguien. Jamás. Ningún modelo o anhelo a alcanzar, ningún sueño a
realizar. Su mente se encontraba tan jodidamente maltratada que ella
simplemente se resignaba a creer que aquello era todo. No se permitía pensar en
que podía haber algo más para ella, no, no podía permitírselo; las ilusiones
podían se mucho peores que todos los maltratos juntos –según pensaba a veces.
Ella se limitaba a verse como una cáscara vacía lista para
ser usada a la menor oportunidad.
La tensión palpitante del miembro en su boca le avisó que el
acto estaba a punto de llegar a su fin. Y sí. Finalmente él se vino en su boca
descargando su semen caliente directo en su garganta. Su sabor repulsivo ya no
le afectaba, la molestia de tragarlo o de ahogo en ese punto había ido
desapareciendo con el correr tiempo bajo la rutina, la costumbre. Solo era algo
más.
Ella siguió chupando, lamiendo y succionando una y otra vez
a pesar de sentirlo ya flácido contra su lengua casi entumecida y paladar. Para
su desgracia, lo sintió reaccionar.
―Vaya que eres buena putita ¿Eh? Sí, me quieres listo ―decía
él con voz jadeante tras tan inmensa descarga―. Mmm... Levántate ―ordenó.
Ella obedeció al instante.
―Bien. Pega tu pecho al escritorio. Sí, así. Amo ver estos
dos agujeritos a mi disposición ―dijo antes de adentrarse de golpe en su reseca
vagina.
Ella siseó ante la sensación de dolor y sabía que él lo
disfrutaría. No se equivocaba. El bastardo amaba causar sus gemidos, siseos y
jadeos basados en aquel dolor encarnizado de la piel, de la carne.
―Oh sí. Sigues imposiblemente apretada aún pero… ―comentó
retirándose mientras ella clavaba fuertemente los dedos en la madera
desvencijada de aquel horrendo escritorio y apretaba los labios con fuerza para
no soltar ni un sonido más.
Él se clavó entonces duramente en su entrada trasera
logrando que sus deseos se fueran al carajo y lanzando un grito ronco y grave
que no pudo contener a pesar de sus fuerzas. Grave error.
― ¡Cállate puta! ―le dijo estampando de golpe su cabeza
contra la fría tabla y logrando u seguro cardenal en su mejilla.
Él en medio de aquella nube de lujuria y sadismo alternó
ambos agujeros una y otra y otra vez hasta venirse por segunda vez en su ardido
culo.
.
.
Treinta minutos después ella limpiaba con cuidado la sangre
que corría libre por sus pálidas piernas. Su pensamiento de consuelo era que no
estaba tan mal… al menos no como otras veces.
―Oh, lo siento. No sabía que estabas aquí ―preguntó la niña
acercándose a su lado con paso tímido y temeroso― ¿Te ayudo?
Sus cabellos dorados, casi platinos, caían a sus lados
anudados fuertemente en dos coletas bajas. Opaco sí, pero sin dudas aún muy
hermoso. Era una verdadera lástima que en aquel lugar lo hermoso no durara, o
al menos no sin perderse a uno mismo en el camino.
―Yo puedo Jane, gracias ―le contestó la joven intentando con
todas sus fuerzas no largarse a llorar de dolor. Hacía mucho ya que no lloraba…
tampoco reía. Ella simplemente existía. Para bien o para mal, lo hacía.
― ¿No tienes que ayudar a arreglar a las chicas? ―preguntó
entonces para más distraerse de su miseria que por verdadero interés.
―No. Yo… Oh Isa… Él me avisó que ya estaba buscando cliente
―soltó de pronto la pequeña rubia echándose a llorar.
Isabella la miró desde su precario asiento –que consistía en
una silla rota y descolorida- y, aún con su pierna levantada y sangrando no pudo evitar compadecerse de
aquella niña frente a sus ojos. La sola visión de su mirada perturbada le
recordó con crudeza a ella misma hacía ya mucho tiempo atrás. Ahora, a sus
catorce años, aquello le parecía una eternidad.
―Ven ―dijo con voz dulce mientras bajada su piernas con
lentitud para disminuir el ardor y el dolor y abriendo sus brazos en clara
invitación de consuelo.
La pequeña se tiró a sus brazos sin dudar ni siquiera un
segundo y lloró libre y tristemente desconsolada durante un buen rato mientras ella,
Isabella, con todo el pesar del mundo acariciaba con ternura sus cabellos de
seda.
―Jane, pequeña, debes de estar agradecida ―puso un dedo en
sus labios cuando la vio como levantaba su cabeza presta a contestar―. Ha
tardado más que para otras. Al menos tú ya tienes idea completa idea de que va,
estás más preparada. Eres hermosa, pero si eres lista quizás no tardes en salir
de aquí. Si en algún momento puedes irte, no lo dudes, aléjate todo lo que
puedas, aléjate de todo esto y vive… vive por todas nosotras ¿De acuerdo? ―la
pequeña Jane aún lloraba pero aun así asintió. Ella entendía muy bien sus
palabras―. No sé quien te tocará pero, debes de estar lista. Dolerá, lo sabes,
pero hay formas de que pase rápido. Intenta pensar en algo alegre y bonito para
relajarte, haz lo que se te pido sea lo
que sea sin dudar para que no te hagan nada peor y, nunca pero nunca
confíes en ninguno que pague por ti. Ése día toma algo antes y después para el
dolor y… toma un baño muy caliente de sentada ―murmuraba contra su cabellos en
pequeños susurros aun acariciándolos de manera lenta ya que allí hasta las
paredes oían.
Un rato después, la joven de apenas doce años salía de
aquella habitación sintiéndose condenada, pero triste y agradecidamente apoyada.
Isabella siempre había sido muy callada y madura para su
edad y era ella misma quien creía que de haber tenido la oportunidad de
estudiar hubiera sido muy inteligente. Jane la quería. Era como una hermana
para ella… y, en medio de aquel mundo aberrante ella –esa pequeña niña- era la
única de la cual le importaba ‘algo’. Al menos más allá de sí.
“As de corazones”,
así se llamaba el lugar en el cual se hallaban aquellas pobres y tristes almas.
Aquellas pobres y tristes niñas. Sí, eso eran aún, aunque sus vivencias se empeñasen
en demostrar otra cosa, ellas no dejaban de ser tan solo unas condenadas niñas.
Isabella era pequeña para su edad. Con sus catorce años
apenas y llegaba al metro cincuenta y su contextura más bien flaca y desgarbada
no ayudaba en nada. Su busto era pobre pero marcado, sus pezones ya se
evidenciaban formados bajo tanto uso y abuso de aquel cuerpo. Las piernas eran
largas y bien torneadas por el ‘ejercicio’ al que se veía sometido diariamente
y sin falta; su piel… Su piel casi perlada de alabastro brillaba satinada ante
las luces de aquel lugar oscuro. Su cabello era del color del chocolate más
puro, algo tan oscuro que parecía ébano con extraños y a la vez hermosos
reflejos caobas armado en suaves y largos rizos. Ahora, ahora este era teñido
regularmente con diversos tonos, pero siempre en la gama de un castaño más
claro que el suyo ya que este, de tan opaco y sin vida que estaba, casi parecía
negro… y eso a él no le gustaba, decía que la hacía excesivamente pálida
haciéndola asemejar a un puto cadáver.
Ella amaba su cabello, sentía que era –junto con sus
atípicos ojos-, el único modo en que su alma (o lo que quedase de ella) se
expresaba.
Él también le quitó eso.
No importaba en verdad, al menos sus ojos peculiares seguían
allí, demostrándole con rudeza en cada afrenta al espejo que, de algún modo, en
alguna parte, ella en realidad estaba viva; que en realidad aún poseía el fuego
de la revelación. Sí, su mente y su alma aun se revelaban de vez en cuando
pero, últimamente, el entumecimiento de su cuerpo; el sopor al que se obligaba
a estar para detener las oscuras sensaciones a las que era obligada a sentir
era tal… que hasta eso le estaba quitando.
Abandonada al nacer al costado de unos botes de basura y a
cierta distancia de la puerta trasera de un bar de mala muerte, tan solo
envuelta con una sucia manta, se hallaba ella. En aquel asqueroso y horrible
lugar la pequeña Isabella daba por primera vez una mirada al mundo. Nunca supo
si debía agradecer o maldecir a aquellos pobres recolectores de basura que la
hallaron. Aunque en estos últimos años se decantaba más por la segunda opción.
Quizás una pronta muerte hubiera sido el mejor regalo de su vida.
Pasó los primeros cinco años de su vida muy feliz en una
casa de acogida con una pareja amable y cariñosa junto con otros niños en su
misma situación. Mas, lamentablemente aquella afectuosa pareja tan solo
aceptaba niños hasta esa edad, por ende… la primer debacle de su vida tuvo
lugar. Y la decadencia le siguió de la mano.
Desde el momento en el que se vio arrastrada de aquel que
hasta entonces fue su hogar pasó de un hogar a otro, de una mano a otra, de un
rostro a otro… y a nadie le importaba. Rápidamente se volvió tímida, retraída y
muy, muy desconfiada. Su poca demostración afectiva y sus silencios más que
prolongados molestaban a las personas asignadas, por lo que poco duraba con
cada uno de ellas. Recibió golpes y pasó hambre que solo era saciada cuando
llegaba al punto de desfallecer y aun así, ella callaba. Fue entonces cuando
tres años después tras una fuerte golpiza y un intento de violación, ella, con
tan solo ocho años huyó. Huyó de quien de seguro la mataría, huyó de la única
casa que tenía, huyó del sistema… Huyó de ella misma.
Pasó un largo y tortuoso año en las calles desde entonces.
Sobreviviendo.
Robó comida, pidió limosnas, limpió vidrios y, por sobre
todo, conoció a muchos chicos como ella. Cada uno con su historia, cada uno con
su infierno particular.
Aquel día era uno más, uno más de tantos en los que todos
los chicos del grupo en el que se hallaba salían a conseguir todas las monedas
que pudieran para poder comprar algo y llenar un poco sus tristes estómagos.
Debería de haber sido un día como cualquier otro… pero no lo fue. Mientras ella
descansaba junto a Cathy –una chica algo mayor que ella- sentadas en el cordón
de la calle, una gran camioneta negra se detuvo junto a ellas y las agarró
sorpresivamente sin siquiera darles tiempo a gritar. Demasiado niñas, demasiado
fáciles.
Isabella y Catherine lucharon una vez dentro, pero ya
entonces todo fue inútil. Todo fue inútil, y de allí en más su destino, o
parodia de este, estuvo marcado. De ahí en más su vida fue un verdadero
calvario; mucho más de lo que su pequeña mente era siquiera capaz de imaginar.
Al poco tiempo de llegar a aquel lugar –y muy a su pesar-,
su virginidad fue vendida al mejor postor a un precio verdaderamente elevado
según lo que escuchó decir luego y ya desde su llegada había tenido que jugar.
Cathy no era ya virgen por lo que fue puesta inmediatamente
a trabajar drogándola un poco al principio para que fuera más dócil y no les
molestara.
Eso fue todo.
Ambas se vieron inmersas en aquel mundo de prostitución como
su rutina diaria.
Aparentemente todo aquello en verdad fue demasiado para
Cathy, quien con su última gota de espíritu rebelde y con los dolores latientes
de la fiesta que había tenido que animar, se pasó a conciencia con unas buenas
líneas de coca unos cuántos días antes de cumplir su año allí; y murió. A nadie
le importó tampoco.
Su cuerpo delgado casi hasta la consumición fue botado como
una bolsa de basura a un lado de una carretera poco transitada. Sí, ella se
enteró de eso ¿Cómo? Fácil. Dos semanas después vio la noticia cruelmente
anunciada por un noticiero de poca monta sobre el hallazgo del cuerpo
putrefacto de su hasta ese entonces amiga.
Un golpe fuerte y seco de la puerta de la habitación en la
que se hallaba fue lo que la sacó de aquellos amargos recuerdos de su casi nula
infancia.
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El infierno tras su mirada
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Mierda mierda mierda G!!!!!!!
ResponderEliminarjoder tu historia es cruda y real, que coraje que en la vida real pasen por estas situaciones.
Estare siguiendo tu historia G!!!
Besitos y suerte con ella.
waooo bueno esto suele suceder en la vida real, madres que abandonan a sus hijos, ellos sobreviven en las calles, personas crueles que se aprovechan de ellos...
ResponderEliminarsin mas esta decirte que me encanto la historia... muero por saber mas...
Owww sin duda una historia cruel y triste, pero bueno lo cierto esq ya nos habías advertido jaja.
ResponderEliminarVeremos como se desarrolla esta historia, mientras te mando un beso y nos seguimos leyendo!
Sin palabras... Es realmente fuerte, refleja una dura y cruel realidad. Estaré esperando nuevos capis, me cautivaste con tu historia.
ResponderEliminarbuU.. ESTA historia me hizo estremecer hasta los huesos... es brillante... brillante, no se bien si se trata de un romance o que y cal es la trama, porque recien lei un pedacito, pero me fascino,seguro que cuando la termines una editorial te la va a agarrar porque se e que va a estar buena... quiciera saber mas, yo tambien estoy escribiendo una novela, si queres comunicate conmigo, yo te leo, tu me lees y nos vamos pasando consejos :) mi meil es micaelamaldonado988@hotmail.com.ar
ResponderEliminarla historia es cruel y violenta, pero así es la vida misma, son muchas, muchas personas que han pasado o aún pasan por la misma situación, una verdadera lástima, espero que después de tanto sufrir encuentre alivio y felicidad.
ResponderEliminarcariños. sandra
tu historia es un muy fuerte. pero da corage saber que en realidad hay gente de verdad asi en el mundo
ResponderEliminarGuadi, es increíble como todo lo que escribes.
ResponderEliminarOh Dios me gusta!!! Por fin alguien plasma la realidad que nos rodea hoy en día y lo que muchas se niegan a ver...
ResponderEliminarSigue adelante con esta historia...