14 de marzo de 2013

El infierno tras su mirada capítulo 11



EL INFIERNO TRAS SU MIRADA

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a S. Meyer y la historia es de mi autoría.

AVISOS PREVIOS: Escenas explícitas de; Violencia, violación, lenguaje adulto, perversión, maltratos… y derivados.

N/A: Este fic será oscuro y verdaderamente crudo. Para mí es simplemente es una historia más de las que rondan en mi cabeza, pero si a alguien le afecta en mayor medida todo lo anteriormente mencionado le aconsejo que se retire antes de siquiera comenzar. AVISO porque NO quiero RECLAMOS ¿OK?

***

CAPÍTULO 11

***


Tras tres horas de sueño Carslile despertó sintiéndose agradablemente renovado.

Inmediatamente se colocó su suave bata de seda italiana y fue hacia donde estaba su agotada, presa. Porque era muy simple; en su visión enferma y retorcida, eso era todo lo que ella era, una nueva presa con la que jugar. Una presa marcada; por él. Era suya. Él fue su primero. En todo. Y eso, eso era algo sublime.

Había muchas culturas tanto antiguas como actuales, paganas o no, donde la pureza la inocencia del cuerpo; la virginidad de una niña, era sagrada. Vanagloriada en sacramentos.

Y él la había tomado de ella.

Su felicidad alcanzó cotas muy altas cuanto sintió a su cuerpo embestir y quebrar aquella fina barrera. Él podía sentir en su boca los primeros jugos femeninos, aún podía sentir en sus manos los estremecimientos de la carne pura... Podía sentir en su miembro el dulce desgarro de la fina capa que la marcaba como su posesión.

Entró en la oscura estancia con sigilo, avanzando hasta que notó el subir y bajar del plexo de la pequeña, aun acurrucada en el medio de la mullida y suave cama, enredada con gusto entre las delicadas sábanas. La observó con la poca luz lunar que se entrecolaba por entre las persianas de los grandes ventanales. La observó en silencio, tal y como un felino cuando acecha a su presa, disfrutando y dilatando el momento de la caza. Saboreando la adrenalina.

Finalmente su excitación le hizo consciente de que debía poseerla de nuevo.

Y así lo hizo.

Tan solo prendió la tenue luz de la lámpara en la mesa de noche y disfruto de notar el sobresalto natural de alguien que está acostumbrada a dormir en guardia. El olor del miedo comenzaba a llegarle en oleadas a su hambrientas fosas nasales. Aspiró aun más.

Tentación.

Locura.

Deseo.

Perversión.

Obsesión.

Excitación.

Su boca marcó aquella blanca carne con fuertes y profundas succiones.

Sus dientes perforaron la tierna carne como si fuera un mero manjar a degustar.

Sus manos apresaron, apretaron, pellizcaron, golpearon y lastimaron su propiedad.

Su miembro.

Su miembro creció y latió con cada grito. Marcó y mancilló lo más profundo de su interior de todas las formas que pudo imaginar.

Perforó. Lastimó. Desgarró. Marcó.

Su semen bañó su cuerpecito por dentro y por fuera. Escurriéndose sin prisas y sin pausas por entre los pliegues de -hasta ese entonces-, infantil carne.

Cálido, pegajoso. Blanco, espeso.

Asqueroso. Repugnante.

La bilis en la boca de la niña amenazaba continuamente con salir de su boca. Y continuamente obligándose a que eso no ocurriera porque sabía, ella solo sabía, que eso sería más allá de algo fatal.

Jane nunca supo cuanto tiempo pasó hasta que él pareció finalmente hartarse. o lo supo. No le importaba. No quería saberlo. No quería recordar.

Su mirada antes vidriosa y llena de vida que, aunque triste era suya, ahora yacía opaca y distante. Perdida. Perdida mirando la nada. Una nada en la que ella se hundía. Un pozo negro absolutamente necesario para poder afrontar el hecho de seguir respirando.

Tan, tan perdida que llegó al punto de ni siquiera notar los acelerados golpes en la puerta, No notó a su captor, a su propio Lucifer, dejar el lecho para atender... ni mucho menos notó el matiz de urgencia en las apresuradas palabras murmuradas o el tenor de las crecientes maldiciones.

Su razón la abandonó.

Y ella fue. Tan solo fue.

.

_ ¿No sabes hace cuánto que está así? _ preguntó el hombre mientras iba a paso acelerado hacia su alcoba en busca de lo imprescindible que pudiera necesitar teniendo en cuenta lo que el joven ante él le decía.

_No, amo. Después de que usted me diera sus órdenes tardé al menos una hora en dejar lista a la visita del cuarto negro una media hora más en llegar al cuarto de paso, así que es de suponer que puede haber varias horas de margen para especular.

El hombre juró.

No podía ser. No podía suceder.

Ella era SU premio.

SUYA y de nadie más.

Rápidamente tomó sus cosas y corrieron ambos por el pasillo hacia las escaleras.

Había veces en que Carslile se excedía un poco en sus gustos, por lo que siempre tenía a mano varias cosas médicas que, quizás no fueran aptas o convencionales, pero seguro como el infierno que le eran muy útiles.

Ni hablar de llamar a una ambulancia. Y tampoco podía tirar su cuerpo en algún lugar de tránsito porque, maldita sea ¡él quería hacerla suya!

Terminaron ambos bajando a los saltos y entraron de golpe al cuarto.

Un cuarto en el que reinaba el olor a sangre.

Jasper podía sentir la urgencia, la tensión, el casi terror de su amo para con esta joven... y supo con pesar que no se había equivocado en sus previas valoraciones.

Esta niña tenía algo.

Él no la había revisado. No tenía los conocimientos suficientes como para hacer algo de importancia, más sí sabía lo básico y, al ver que eso en verdad era más allá de lo que él podía manejar, corrió sin demora por su amo con el creciente miedo de interrumpir su sagrada hora de juego con un juguete nuevo. Pero debía hacer algo... Y así lo hizo.

Supo en cuanto vio de donde provenía la sangre que la niña no había sido la causante así que supuso que efectivamente era producto residual de quien la hubo tenido hasta entonces porque, se notaba a leguas que no era nueva en el negocio. Vagamente pero sin la generalizada emoción que sucitaría el pensamiento, se preguntó cuan pequeña fue al entrar en este negocio. Conocía a su hermano y sus perversiones eran altas, casi como las de él, pero muy diferentes en sus sentidos. Si es que algo como eso tenía sentido.

_Jasper ve abajo y tráeme dos bolsas de Orh+ ¿Rápido! ¡Mierda!

Resultó que aquello que Isabella se había estado curando tras la visita a su jefe había sido un desgarro vaginal/anal que, por la brutalidad del hecho y sumado a los juegos de los hombres de su noche fue suficiente como para unirlos y dejar un inmenso corte en lugar de dos. Un largo y doloroso desgarro que abarcaba la totalidad del perineo. El agua fría ayudó a coagular la sangre lo suficiente como para que comenzara a cicatrizar una vez más. La coca de la noche anterior le quitó el dolor y la sensibilidad, pero el hecho de atender más y más clientes, y en particular ese par de amigos que manejaron a golpes su cuerpo ya maltrecho, terminaron abriendo poco a poco. El tampón que uso para evitar mancharse en su sueño y el de la mañana que usó junto a una toalla femenina para evitar más preguntas y golpes lo hizo invisible, aun para su ignorancia en el tema.

Ahora, después de tanto, todo ello rebalsó y el resultado fue una perdida abismal de sangre.

Y ése era el problema. La sangre. No la herida. La herida podía coserse, pegarse o darle tiempo tal y como si fuera una episiotomía tras un parto. La perdida masiva de sangre sin dudas era mucho peor. El comienzo de otras cosas.

Con el pulso infinitamente más bajo de lo considerado normal, y la más que obvia desnutrición, más que probable anemia y la reciente curación fueron necesarias tres bolsas de sangre para restituir en parte el color a su piel y una tibieza un poco más natural a su hasta entonces helado cuerpo.
Carslile la cosió, revisó y curó esa junto a otras tantas pequeñas heridas.

Isabella.

Verla allí, tan pequeña e indefensa. Tan dócil e inocente en apariencia.

Era más que una tentación para él. Mirar su cuerpo desnudo. Oler su sangre.

Pero no era el momento. No podía hacerle nada ahora. Y de todas formas toda esa visión sería muchísimo más disfrutable cuando fuera hecha por su mano y causa. Lo sabía.

Maldijo a su hermano por descuidar y menospreciar a su juguete. Estúpido Cayo.

La curación no había tomado mucho pero, el enojo por saber que le tomaría aun más tiempo de espera para disfrutar en condiciones óptimas ese juvenil cuerpo casi rayano en lo infantil. Ese cuerpo de ninfa que lo llamaba a reclamar... lo ofuscó... Y se desquitó.

La pequeña Jane no solo no supo nada de lo sucedido, sino que además sufrió en su carne toda la furia, la frustración, el deseo y la tentación, la gula por un cuerpo que aun yacía desvanecido un piso más abajo.

Hubo gritos. Hubo lágrimas.

Hubo de todo. Pero él no paró. No iba a hacerlo por algo tan insignificante como el dolor de esta presa. No cuando la rabia por no poder tener a su juguete corría aun con fuerza por sus venas.

Casi parecía como si buscara causarle el mismo tipo de daño.

No lo hizo. Pero no por eso dolió menos... Y él se regocijó en ese dolor.

Dolor por dolor.

Sangre por sangre.

Ése era el mundo en el que Carslile se había criado.

¿Cómo o porqué habría de esperarse entonces algo más de él?

2 comentarios:

  1. Hola pobre Bella maldito Cayo y los demas cerdos por lo que le han hecho ojalá se recupere pronto y que el loco de Carlisle no le haga nada suficiente a tenido la pobre de Bella hasta el siguiente capitulo
    saludos y abrazos desde México

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  2. waooo pobre bella lo que tuvo que pasar... cuanto tardara carslile en tomar a bella... o cambiara respecto a ella... pobre jane hasta cuando tendra que sufrir ese infiernoo...

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