Capítulo 5
―Vámonos ―dijo Carslile entonces con un tono de antiguo
dictador romano.
Una orden.
Un mandato.
Y los súbditos paganos representaron a la perfección sus
tristes y estúpidos papeles en aquella obra de pantomima en la que no eran ni
hacían más que el capricho de su titiritero.
Cayo agachó la cabeza desviando la mirada. Esquivando el ver
a su majestuoso hermano partir cual pavo real mientras se llevaba a su más
grande joya. Su obra maestra. Su creación de perversión. Su juguete.
Su diamante en bruto sexual.
Victoria, quien se hallaba a punto del desmayo, se
encontraba patéticamente manteniendo a raya los sollozos para no enfadar aún
más al hombre que le había marcado la vida mientras que, internamente, amasaba
y abrazaba con gusto infinito aquel sentimiento de un odio frío, letal, y puro
en su maldad contra aquella rata de alcantarilla Bella Swan.
Pero…
Isabella a todo esto tan solo atinó a ordenar –no supo como-
a su cuerpo que siguiera las ordenes dadas. Ya no importaba lo que fuera. No
importaba nada.
Ella ya no tenía nada de sí que defender. Nada más que
proteger. Así que solo se limitó a hacer lo que mejor sabía… callar, reprimir y
obedecer.
En aquel mundo vacío; rezumante de codicia y odio; de maldad
y crueldad en su más fino elemento; aquel mundo de sueños rotos y deseos
perdidos en el tiempo, esperanzas pisoteadas y anhelos convenientemente
olvidados. En aquel infierno terrenal solo una cosa era leyenda… “Uno a nadie
importa… y después de un tiempo ni siquiera te importas tú”.
Sí. Exacto. Tal cual.
En cuanto uno ingresaba a esto se hacía escalofriantemente
evidente que a nadie le importabas más que un chicle pegado en un zapato. Allí
nadie se encariñaba puesto que nadie sabía cuanto iba a durar. Tener
sentimientos en este mundo era un suicidio para quien lo sentía, un homicidio
para quien se quisiera y un genocidio para quienes lo supieran.
Y, luego de un tiempo, te encuentras; te hayas tan pero tan
hundido en aquella mierda revuelta que no logras ni quieres reconocerte a ti
mismo y a lo que un día fuiste, en ese momento es cuando tú mismo dejas de
importarte y solo eres una triste sombra o títere de lo que otrora fuiste.
¿Quién eres cuando no quieres recordar tu pasado, no sientes
tu presente y no piensas ni quieres tu futuro? ¿En que te convierte eso?
Pensamientos errantes de un alma confusa, de una mente
perdida, de un ser condenado y marginado.
.
.
Una vez ya a medio camino por el pasillo Carslile se detuvo
para mirar por sobre el hombro al escuchar un leve jadeo casi inaudible de la
chiquilla desnutrida de la que se había hecho acreedor y que había eclipsado
sus sentidos nada más verla.
Y lo que vio tras de sí lo hizo enfurecerse a niveles
desconocidos para él.
En un rápido, y bastante desesperado, movimiento Isabella
fue sorprendida por Cayo un paso antes de salir completamente de allí.
Él aplastó su cuerpo de manera brusca contra la pared,
encimando el suyo de manera asfixiante. Logrando que la pálida joven soltara un
jadeo al expulsar de golpe todo el escaso aire de sus pulmones.
El saqueo a su boca no lo hizo mejor.
Su lengua se introdujo con fuerza hasta el fondo de su boca
y sus manos tiraron con rudeza de sus cabellos.
Él la deseaba maldita fuera.
Él simplemente no podía dejar que se fuera así como así. No
sin poseerla de nuevo. No sin profanar aquel dulce, tierno y delicado cuerpo
otra vez.
Un empujón lo hizo tambalear hacia atrás.
―ES-MÍA ―susurró a Carslile con extrema frialdad― ¡Con un
demonio Carslile! ¡Déjame follármela una vez más! ¡Vamos hermano, solo una puta
vez más! ―gritó Cayo desesperado al ver a su droga a un paso de partir.
El hombre estaba ya fuera de sus cabales. Su raciocinio
estaba completamente eclipsado. No, él ya no podía pensar; no cuando su droga
más preciada le estaba siendo vilmente arrebatada ante sus propios ojos.
No era por su cuerpo, no era por su edad… la droga que
Isabella sin saberlo poseía y que lo atraía como la luz a la polilla era algo
exótico en aquel mundo.
Su inocencia.
Cayo era completamente adicto a su inocencia y al hecho
irrefutable de siempre poder quebrar lo que quedaba de su alma un poco más… era
por eso por lo que no podía simplemente hacerse a un lado para dejarle partir
como debiera de hacerlo al tratarse de su hermano a quien retaba.
―Cayo… suéltala, ahora ―dijo el hermano mientras llevaba la
mano nuevamente hacia aquel bolsillo del pantalón que al parecer ya todos los
presentes conocían tan bien.
Cayo lo notó.
De manera renuente y bastante brusca la soltó de golpe,
haciendo que ella tropezara y cayera contra la pared contraria del marco de la
destartalada entrada.
Un destello.
Un grito.
Un gemido de pura incredulidad.
―Nunca-vuelvas-a-tocarla… ‘hermano’ ―escupió Carslile tras acercarse a una velocidad casi
rayana en lo sobre humano―. Ella es mía ahora… Y a diferencia de ti hermanito,
yo sí cuido de lo mío Cayo ―le dijo a él para luego girar su cabeza mirando
hacia ella con desprecio―. Levántate de una vez ―ordenó a la joven quien al
haberse dado la cabeza contra el filo del marco tenía la visión un tanto
borrosa.
Al parecer el hombre notó el desenfoque de su vista porque,
aunque se mostró evidentemente hastiado, terminó acercándose hacia ella para
tomarla fuerte y firme del brazo y levantarla del sitio mientras que ella
luchaba con gran esfuerzo por pararse derecha y mantenerse de pie en su lugar,
sintiendo como sus débiles piernas amenazaban con traicionarle.
A pesar de que él también notó aquello, notó como su cuerpo
se estremecía sin el soporte de su ayuda, él la dejó allí para terminar de
ajustar claramente el pequeño monumental error anteriormente cometido.
Con una rápida sacudida él quitó el sobrante líquido carmesí
de la hoja y luego se acercó a su herido hermano para terminar de limpiarla en
sus ropas.
―Verás. Hay una gran razón por la cual muchos me temen y de
ti se burlan… Determinación. Partamos del hecho de que cuando digo algo, lo
cumplo. Yo no amenazo, yo advierto. Y lo mío -en cualquier sentido de la
palabra- lo cuido Cayo, tú no… Tú explotas cada cosa que tienes hasta que ya no
sirve, la arruinas antes de tiempo, dejas amenazas vagas dándote de matón con
quienes sabes de antemano no pueden enfrentarte como por ejemplo esta pequeña
mocosa desnutrida que no podría ni pegarte sin romperse un hueso. En cambio, he
sabido que has perdonado deudores de cuentas por descubrirte en ciertos
trabajitos o por el simple hecho de que te han traído algo de sustancia cuando
podrías perfectamente hacerlos pagar y comprarte por tus medios dichas cosas.
No hermano, no te pido que aprendas pero sí te exijo que respetes… a mí me
respetas o saldrás lastimado ―dijo el hombre terminando por esbozar una
sardónica sonrisa al ver en su hermano la creciente y conocida mirada de odio
hacia él―. Espero te haya quedado claro… porque ésta fue tu advertencia.
Sorpresa.
Bronca.
Odio
Cayo no pudo decir nada ya que sabía que en el momento en el
que abriera la boca saldrían las palabras erróneas, palabras de furia largo
tiempo contenidas que lo llevarían demasiado pronto a su fin. Así que tan solo
se quedó allí, tirado en el piso mientras sostenía en con la mano derecha su
antebrazo izquierdo sintiendo como la humedad que manaba desde el interior de
su cuerpo se escapaba por entre sus dedos.
El tajo en sí no era muy grande, apenas unos ocho centímetros
de largo serían, pero el corte fue limpio y hondo por lo que la sangre tardaría
tiempo en dejar de brotar y siempre y cuando él se diera los cuidados
necesarios que obviamente su hermano el sabiondo no le daría.
Cayo hervía de furia.
Siempre a la sombra de su padre.
Siempre a los pies de su hermano.
Los odiaba.
Los odiaba a ambos.
Siempre exigiendo más de él.
Siempre haciéndole notar cuanto desprecio sentían de que él
no hubiese salido como ellos.
Siempre dejándole saber que él no era nada en comparación
con ellos.
Siempre subestimándolo.
Siempre. Jodida-mente SIEMPRE.
El resentimiento y odio de Cayo era tan profundo a esta
altura que se juró en lo más hondo de sí que se cobraría todas con ellos.
Una-por-una. Sí, solo así alcanzaría a tener la paz consigo mismo… eso y que
así conseguiría hacerse con lo más grande de los tan preciados negocios
familiares.
Ese sería el golpe de gracia para el maldito de su padre y
el muy infeliz de su hermano.
Pensamientos turbulentos y oscuros llenaron la mente del
hombre quien sin darse cuenta había puesto una mirada enloquecidamente soñadora
mientras miraba a la nada.
A Carslile poco le importaban los murmullos desquiciados de
su muy inservible hermano menor. Él tan solo regresó los dos pasos de distancia
dados y tomando a Isabella por el codo se decidió a salir por fin de aquel
lugar que hacía que su reflujo se activara.
Asco.
Podredumbre humana.
Allí, en aquel lugar oscuro y muerto en vida se respiraba la
desesperación de los desafortunados, la desesperanza de los ya perdidos en vida…
De los muertos andantes, personas sin sueños ni mínimas esperanzas. Y eso era
contagioso, él lo sabía.
Aquellos lugares tenían el poder de impregnársete en la piel
si no salías a tiempo, casi podrías sentir como la depresión y desazón se
adueñaba de tu cuerpo.
Así que eso hicieron.
Dejaron a Cayo allí tirado en el piso mientras con cara de
completa locura murmuraba aun agarrándose el brazo en el que tendría ahora su
marca de advertencia junto con aquella pelirroja que aun sollozaba por lo bajo
pero que no se atrevía a moverse en su presencia, y se fueron.
Caminaron por aquel largo y oscuro pasillo hacia las
escaleras que daban a la planta baja, a una zona por detrás de los ordinarios
escenarios y, ante la sorpresa de muchos, Isabella fue rudamente dejada en el
centro del lugar central que se encontraba despejado de mesas y sillas por ser
el momento de la limpieza diaria, para luego -a voz de grito-, escuchar como su
nuevo dueño gritaba que alguien trajera rápido a la mocosa rubia de una buena
vez.
Sin demora más de uno se apresuró a cumplir el mandato.
Nadie sabía quien era realmente, tan solo que había estado
hablando con Cayo y que luego había discutido con éste -todo por la joven que
bajó despavorida y regó el rumor de lo vivido en el piso superior momentos
antes-, pero su porte y voz de mando evidenciaban que él no era un persona con
la cual alguno de aquellos pobres infelices se pudiera meter. Y no lo harían.
A nadie, absolutamente nadie le importaba lo que pudiera
ocurrir con aquellas dos pequeñas niñas. A fin de cuentas no era asunto suyo.
El único asunto que todos compartían allí era, sobrevivir.
Y ellos lo hicieron.
Sobrevivieron viendo como ambas niñas eran tomadas
fuertemente del codo y arrastradas fuera hacia la extraña luz del día por aquel
hombre de cabellos increíblemente dorados que encerrado en aquel lugar daba la
apariencia de un ángel vengador.
Ellos se fueron y el infierno siguió. Como si nada.
Dos vidas menos en aquel lugar no eran ninguna diferencia.
Para nadie.
me dejas sorprendida y con ganas de masssssssss....Gracias...
ResponderEliminarOH BIEN CRUDA ES ESTA HISTORIA ,ME ENCANTO LEERTE,GRACIAS
ResponderEliminarO.O ohh ... y ahora????... mmm creo que no todo sera un jardín de rosas con carslile a ella le toca sufrir mucho mas...
ResponderEliminar... prométeme que la harás sufrir mucho mas, porr favorr!!!!
GRACIAS por otro buen capitulo .... como siempre con ganas de mas!!!
IXA!!
pleaseee actualizaa mas seguidoo t lo pidoo pleaseee me tienes al borde de la locura hahhhaah
ResponderEliminarHola buenisimo el capitulo que dificil lo que le toca vivir a Bella me tienes con el alma en un hilo muero por saber lo que le espera ahora con Carlisle espero que no sea igual de bestia que su hermano en espera del siguiente capi
ResponderEliminarsaludos y abrazos desde México
Durísima historia!!!, por cierto muy bien escrita, pero durísima. No obstante, te sigo leyendo guapetona.
ResponderEliminarBesitos
que buena historia la sigo leyendo haber q pasara con isabella
ResponderEliminarCarlisle también se obsesionó con Bella, pero ya se sabe que no la tratará bien, pobre Bella, aunque por lo que dejó entrever, quizás no la trate taaaaaaaan mal como Cayo, me refiero que quizás dentro de toda la depravación y vejámenes puede que le de un trato un poco más humano, quizás mejor vestida, mejor alimentada
ResponderEliminarcariños. sandra
Pobre Bella ya veremos que le va a pasar :)
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